Los palestinos tienen que entender que no podrán hacer desaparecer a Israel. Tampoco lo logrará la peor amenaza que tiene hoy el Estado judío: Irán.

El grupo terrorista Yihad Islámica vuelve a atacar a Israel desde la Franja de Gaza con una enorme cantidad de cohetes contra su población civil; uno de ellos impactó contra un edificio en la ciudad de Rehovot, matando a una persona e hiriendo a otras siete.

La ofensiva de la agrupación palestina no es sorpresiva, ya que el Estado judío lanzó el martes pasado la operación Escudo y Flecha, eliminando a tres líderes de la organización islamista en respuesta a la oleada de ataques contra israelíes.

Durante la operación israelí, otros dos líderes de Yihad Islámica fueron eliminados, y el número puede aumentar.

Esta nueva ronda de enfrentamientos no será la última, ya que forma parte de la interminable causa palestina, que no es ni más ni menos que la destrucción de Israel y la perpetración de un nuevo Holocausto. No lo lograrán.

Israel está en el mejor momento de su historia. Sí, a pesar de estar en un vecindario donde abundan los enemigos, a pesar de los atentados, a pesar de los ataques con cohetes, etc., reitero, está en el mejor momento de su historia. Los acuerdos de paz alcanzados con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán, los avances en este aspecto con Arabia Saudí y otros países de la región, los comentarios de intelectuales y periodistas árabes y musulmanes que cada vez se animan más a criticar al liderazgo palestino, todo ello demuestra que buena parte del mundo árabe y musulmán se hartó de su causa. Esto se suma a las relaciones oficiales que Israel mantiene con Egipto y Jordania desde 1979 y 1994, respectivamente.

La Resolución de Jartum, firmada en 1967 por ochos países árabes en Sudán, que incluía los tres noes –no a la paz con Israel, no al reconocimiento del Estado de Israel y no a las negociaciones con Israel–, está quedando en el olvido. Los países árabes y musulmanes entienden que pueden sacar un gran rédito de las relaciones con el Estado judío, y poco y nada pueden obtener apoyando incondicionalmente a los liderazgos palestinos, corruptos, autoritarios y terroristas, tanto en Gaza (Hamás) como en Cisjordania (Autoridad Palestina).

Las negociaciones con los palestinos están en un punto muerto; en realidad nunca han avanzado, ni siquiera cuando hubo diálogo, una ilusión óptica destinada a mostrar al mundo lo que aquellos no son. A lo largo de la historia, han rechazado una y otra vez cualquier acuerdo de paz, incluso cuando las concesiones que quiso hacer Israel eran excesivas. En un artículo publicado hace tres años en el periódico israelí Yediot Ahronot, el periodista israelí Ben Dror Yemini recordó que en 2009 el difunto diplomático palestino Saeb Erekat explicó al diario jordano Ad Dustur por qué los palestinos decidieron rechazar la muy generosa propuesta del primer ministro Ehud Olmert el año anterior: “[El ex primer ministro] Ehud Barak nos ofreció el 90% [de los territorios en disputa] y Olmert nos ofreció el 100%. ¿Por qué debemos apresurarnos?”. No se querían apresurar ni cuando les ofrecieron todo lo que supuestamente reclamaban, ya que su único objetivo era, es y será arrojar a los judíos al mar.

La brutalidad y el salvajismo de los dirigentes palestinos les llevan incluso a estar divididos, y hoy gobiernan dos organizaciones que se odian tanto o más de lo que odian a Israel: Hamás, aliado de Yihad Islámica, en Gaza, y Fatah, al frente de la Autoridad Nacional Palestina, en Cisjordania. Esa división genera no solo que Israel no tenga con quién dialogar, también es perjudicial para los mismos palestinos. Pero lo cierto es que nunca se pondrán de acuerdo, lo cual es contraproducente para la convulsionada región. No obstante, son los palestinos los que resultan más perjudicados. Y mientras sus líderes intentan destruirse entre sí y acabar con Israel, el Estado judío sigue avanzando en todos los campos. Es la tierra de las oportunidades y la libertad en una zona donde ambas reinan por su ausencia. Es donde todos sus ciudadanos, judíos y árabes por igual, quieren vivir. Israel busca seguir construyendo, mientras sus enemigos sólo quieren destruir.

Los palestinos tienen que entender que no podrán hacer desaparecer a Israel. Tampoco lo logrará la peor amenaza que tiene hoy el Estado judío: Irán. Los psicópatas asesinos de los ayatolás están más aislados que nunca, e incluso la población iraní les ha perdido el miedo. Caerán. Tarde o temprano, caerán, y los iraníes podrán vivir en paz y convivir con sus vecinos, también con los israelíes.

El camino es largo y está plagado de obstáculos, pero para entender por qué Israel está en su mejor momento es preciso observar la Historia. Los judíos han superado el Holocausto y ahora no solo pueden defenderse con fuerza y contundencia de los que quieren perpetrar otro, sino que en pocos años han logrado construir un país de avanzada y un ejemplo para el mundo en muchos aspectos tan necesarios en la actualidad –tecnología, ciencia, agricultura, medicina, etc.– y donde varias etnias, religiones y culturas pueden convivir en paz y con la libertad de hacer lo que les plazca, y luchan juntas para cuidar el país, ya que las FDI no están compuestas solo por judíos. En este sentido, el árabe-israelí Yoseph Haddad, que fue gravemente herido durante la Segunda Guerra del Líbano mientras servía en el ejército, expresó: “Los terroristas no distinguen entre árabes y judíos”.

Es momento de que los enemigos de Israel entiendan que no van a poder doblegar al Estado judío. Mucho menos en este nuevo Medio Oriente. Si alguna vez se dignan a permitir que sus pueblos prosperen, deben dejar de adoctrinarlos en el odio y aceptar que Israel está allí para quedarse, y no les quedará alternativa más que reconocer al Estado judío, que ha demostrado a lo largo de toda su historia que siempre tiene una mano extendida para la paz, pero la otra siempre está preparada para defenderse.