Narcisismo fatal: el auge de las celebrities al servicio del relato yihadista
Benedict Cumberbatch, Mark Ruffalo, Guy Pearce... Son la diplomacia gratuita de los dictadores. No les interesa la realidad, sólo su propia imagen reflejada en el estanque.

Mark Ruffalo, Benedict Cumberbatch y Guy Pearce
El narcisista es una persona con un sentido inflado de su importancia en mundo, una necesidad constante de admiración, tendencia a explotar a otros, y que se cree superior al resto en uno o varios aspectos. Aunque también tiene una frágil resistencia a la frustración y una gran sensibilidad a la desaprobación. Obtiene ese nombre de un personaje mitológico tan arrogante, manipulador y enamorado de sí mismo, que al ver su propia imagen reflejada en un estanque quedó absorto y acabó arrojándose a las aguas para morir ahogado.
Claramente, la inteligencia no es una característica habitual del narcisista.
Muchas estrellas hollywoodenses o del mundo del espectáculo son narcisistas, personajes que buscan en su vacío existencial alguna señal de virtud para exhibir. Históricamente ha sido así: han exaltado a dictadores y asesinos como Stalin, el Che Guevara, Mao, Hitler o Fidel Castro. Generalmente tienen una profunda ignorancia de aquello de lo que hablan y apoyan causas absurdas o criminales convencidos de que están del lado del idealismo altruista, y que esas causas los representan como rebeldes y valientes.
En general son ridículos y contradictorios en ese idealismo. Son millonarios que critican el poder del dinero o la riqueza, odian a las fuerzas de seguridad pero no padecen la inseguridad y viven rodeados de guardaespaldas, hablan de pacifismo mientras disfrutan de lo conseguido en guerras que libraron otros y pretenden aleccionar al mundo sobre una dura realidad que ni entienden ni padecen.
El último berrinche de 200 actores y músicos como Benedict Cumberbatch, Mark Ruffalo, Cynthia Nixon, Sir Ian McKellen, Paul Simon, Sting y Brian Eno, es pedir que Israel libere al líder terrorista de Fatah Marwan Barghouti. Dada la muy avanzada edad de Mahmud Abás, jefe de la Autoridad Palestina, el movimiento palestino promueve a Barghouti como su sucesor y estas celebridades, funcionando de tontos útiles, le están haciendo campaña, describiéndolo como un símbolo de unidad al que consideran ilegalmente detenido.
La realidad es que están pidiendo la libertad de uno de los más cruentos protagonistas de la Segunda Intifada, que ha cometido atroces asesinatos contra inocentes. No sabemos cuánto hayan indagado Sting o sus amigos en el proceso judicial que le siguió a este carnicero, que por cierto contó con todas las garantías y el debido proceso que no tendría nadie en un país donde reinara la sharía. Tampoco sabemos si conocen Ruffalo y sus amigos la historia de la Segunda Intifada, pero sí sabemos que son grandes propagadores de la propaganda islamista, sobre todo la que produce, para mentes narcisistas, Qatar.
Segunda Intifada
También confirmó que la violencia ya estaba preparada de antemano por Fatah, que nunca había asumido un compromiso real con la coexistencia. Era la crisis terminal del proceso de Oslo: las concesiones israelíes no habían traído paz.
La respuesta israelí, conocida como la Operación Escudo Defensivo fue imprescindible para detener la ola de atentados. Por su accionar en la Segunda Intifada, Barghouti fue condenado debidamente en 2002, con pruebas contundentes, por orquestar atentados terroristas mortales, en los que asesinó sin piedad. El tribunal determinó que Barghouti también tenía responsabilidad intelectual por otros numerosos atentados terroristas.
Al entrar en la sala del tribunal antes de ser declarado culpable, Barghouti hizo el signo de la victoria con las manos esposadas y dijo: "Mientras continúe la ocupación, la intifada no se detendrá". Este es el hombre al que aquellas celebridades han descrito como un defensor de la libertad y han comparado con Nelson Mandela.
Su ignorancia es proporcional a su autocondescendencia, por eso son tan fácilmente seducibles por regímenes comunistas, por movimientos guerrilleros y por el ejercicio de una violencia que no desaprueban porque la consideran resistencia. Estas estrellas están convencidos que los fines del Che, de Sinwar o de Chávez justifican sus medios. Son la diplomacia gratuita de dictadores. Pero en lo que se refiere al odio contra Israel y el pueblo judío, están alcanzando parámetros que hacen palidecer a Leni Riefenstahl.
Por ejemplo, Guy Pearce, que (increíblemente) interpretó a un sobreviviente del Holocausto en The Brutalist, se ha convertido en un fanático difusor del antisemitismo más rancio, afirmando que las mayores empresas de pornografía son propiedad de judíos, que existe un mandato religioso judío de asesinar cristianos y que "sionistas judíos" controlan el juego y la prostitución en Las Vegas. También sugirió que Israel fue responsable tanto de los atentados del 11-S como del asesinato de Charlie Kirk, rematando con que "nunca" había sentido tanta repugnancia por un grupo como por "los israelíes".
Pearce, un nominado al Oscar, ha avalado libelos que cualquiera con un mínimo conocimiento de historia reconocería como falsas y racistas, pero la decencia, la verdad y la moral no aplican a este nefasto narcisista de manual.
El caso de Pearce no es un hecho aislado, sino parte de un ecosistema donde se combinan narcisismo, ignorancia política y un antisemitismo cada vez más descarado entre artistas y activistas. Ahí aparece Kneecap, el trío de rap norirlandés, que llegó a celebrar a Hamás con un "arriba Hamás" tras la masacre de más de mil judíos, para luego presentarse como víctima de racismo cuando recibió críticas.
Otro de los casos de narcisistica imbecilidad fue el compromiso firmado recientemente por más de un millar de actores y directores, entre ellos Yorgos Lanthimos, Emma Stone, Ava DuVernay, Asif Kapadia, Boots Riley, Joshua Oppenheimer, Olivia Colman, Mark Ruffalo (infaltable a la hora de acosar a judíos), Tilda Swinton, Javier Bardem, Joaquin Phoenix, Rooney Mara, Riz Ahmed y Guy Pearce, para no trabajar con festivales, productoras, cines ni emisoras israelíes que, según ellos, estarían implicadas en genocidio y apartheid contra el pueblo palestino. El documento, celebrado como un acto de conciencia moral, se enmarca en un clima de protestas, huelgas de hambre, conciertos politizados y llamados globales a alinearse con una narrativa propalestina.
"El activismo propalestino ha normalizado la inversión de la verdad y la mentira. Estos patéticos narcisos ahora promueven a un asesino como héroe".
Pero estas acciones no resisten el menor escrutinio. El compromiso firmado por estas miles de estrellas de Hollywood se basaba en la resolución de la autodenominada International Association of Genocide Scholars (IAGS), que declaró que Israel cumplía la definición legal de genocidio según la ONU. Inmediatamente se comprobó que la organización era poco más que una fachada: el proceso para la resolución mostró fragilidades relevantes.
La IAGS, una asociación fundada en 1994, aprobó una resolución acusando a Israel de genocidio mediante un sistema de votación extremadamente laxo: cualquiera podía sumarse pagando una cuota anual de 30 dólares, sin necesidad de credenciales académicas. De la votación participaron solo el 28% de los inscriptos, cifra que la asociación presentó como un gran apoyo, ocultando que representa apenas una fracción mínima del total. La falta de rigor era aún más grave: las citas empleadas incluían datos no verificados y referencias al Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás. Entre los expertos figuraban inscriptos con nombres como Mickey Mouse, Adolf Hitler y Mo Cookie, muestra de la total ausencia de controles básicos.
Los académicos que analizaron el caso señalaron que muchos de los firmantes no eran especialistas en genocidio, sino activistas, estudiantes de posgrado, un veterinario o un experto en arte islámico medieval. Pese a ello, sus pronunciamientos fueron repetidos sin crítica por medios internacionales, y, por supuesto, por las celebridades firmantes del boicot contra Israel, desconociendo que la propia IAGS reconoció que su informe fue corrompido. Pero este descubrimiento no hizo que los actores firmantes se retractaran. Los asistía su caparazón narcisista.
El avance del islamismo político en Occidente es gracias a la mayor operación de influencia antioccidental de la historia. Esta operación tiene muchas vertientes, la islamoizquierda en las universidades, la derecha woke a través de influencers y la diseminación del antisemitismo en el mundo del espectáculo. La idea de que estos ejércitos de maniáticos y excéntricos se crean con derecho a dar sermones es demasiado absurda.
Ahora, la infantilizada y egoísta turba de Hollywood se encaprichó con que Marwan Barghouti es un prisionero político al que quiere ver libre en calles que ella misma nunca pisará, atacando a gente indefensa por la que ella no se interesa. Esto es lo que sucede cuando los narcisos privilegiados obtienen su conocimiento de reels de Instagram o de bots en X, además de incentivos de lujo financiados por Doha.
No tienen idea de lo que están hablando, pero firman todo lo que los hace sentirse superiores.
Sólo un ignorante, deseoso del aplauso fácil, enamorado de sí mismo y tan lelo como para creer cualquier cosa sin chequear previamente lo que publica, podría abogar por la liberación de Barghouti. Pero son los mismos que avalaron una declaración de genocidio escrita por Mickey Mouse. El activismo propalestino ha normalizado la inversión de la verdad y la mentira. Estos patéticos narcisos ahora promueven a un asesino como héroe. No les interesa la realidad, sólo su propia imagen reflejada en el estanque en el que, con su imbecilidad, pretenden hundir a todo Occidente.