“John Fetterman, que hace que Joe Biden parezca Sócrates”, es un candidato anómalo… para desgracia del 'establishment' demócrata, que querría que todos fueran como él.

Barack Obama y Joe Biden
(Christopher Dilts / Obama for America-Flickr)

Obama, mala compañía

En esta campaña han sido muchos los candidatos demócratas que se han alejado del ¿presidente? Joe Biden por temor a ser castigados en las urnas por unos electores hartos de quien está haciendo bueno a Jimmy Carter. Y han confiado su suerte a Barack Obama. ¡Mal negocio han hecho! San Barack Hussein no es lo que se dice la mejor garantía electoral:

Demoledor Mark Thiessen, The Washington Post, el miércoles día 2:

De hecho, Obama experimentó la mayor pérdida de escaños en la Cámara de Representantes, el Senado, las legislaturas estatales y las gobernaciones que haya sufrido un presidente en la historia de EEUU.

(...)

Al final del mandato de Obama, los demócratas tenían menos cargos electos a escala nacional que nunca desde los años 20 del siglo pasado.

Obama, en fin, logró que nada menos que 8,4 millones de norteamericanos que le votaron se apartaran de los demócratas y se arrojaran en brazos de Donald Trump.

OH-Bama!

Un millón de Fettermans

“John Fetterman, que hace que Joe Biden parezca Sócrates”, es un candidato anómalo… para desgracia del establishment demócrata, que querría que todos fueran como él, un farsante –no dejen de leer a Salena Zito– y un fantoche –acepciones 2 y, sobre todo, 4–.

Corrosivo Robert Spencer, FrontPage Magazine, el martes día 1:

John Fetterman no es capaz de hablar. Ni de entender lo que se le dice. Ni siguiera es capaz de conformar pensamientos coherentes. Lo que sí puede hacer John Fetterman es moverse, respirar, mostrarse… y votar como Chuck Summer le diga.

Eso es todo. Los demócratas no han presionado a Fetterman para que se retire porque probablemente saliven ante la perspectiva de tener a un tipo como él en el Senado: un voto fiable, un obediente hombre de partido, no alguien capaz siquiera de salirse de la línea marcada (...)

Si los demócratas encontraran la manera de conseguir de que siguiera votando tras pasar a mejor vida, seguiría en el Senado aun después de muerto.

Para la izquierda, los clamorosamente obvios impedimentos de John Fetterman no son un problema sino una ventaja.

(Cordon Press)

¿Votar demócrata? Conmigo que no cuenten

Adam B. Coleman era “la clase de demócrata moderado” que votaba azul “se presentara quien se presentara”. Ya no. “Ya no reconozco a este Partido Demócrata”, asegura. “El partido que solía apoyar defendía valores liberales como la libertad de expresión y ahora empuja más y más por la censura”, denuncia en su página de Substack. Y no se cansa de denunciar; lo suyo, de hecho, es un yo acuso en toda regla:

Si me dijeras hace seis años que la posición oficial del Partido Demócrata, secundada incluso por un presidente demócrata, es que mutilar a los niños no sólo es aceptable sino deseable, y que si lo rechazas eres un intransigente, habría pensado que te habías vuelto loco. Pues así estamos.

(...)

Hoy, el elemento pro-elección de la izquierda ha acabado en la posición extrema de ser pro-aborto.

(...) 

Cuando se presentan en las reuniones escolares debido a que la depravación ha hecho acto de presencia en las aulas y las bibliotecas de sus hijos, los demócratas hacen todo lo posible para tachar de intransigentes a esos padres preocupados, por hacer exactamente lo que se supone que deben hacer unos padres.

Otro asunto de gran importancia para mí es la gestión de todo lo relacionado con el covid. (...) Los demócratas fueron los principales perpetradores de los tiránicos confinamientos y de la propaganda que denigraba a cualquiera que siquiera hiciera una pregunta sobre qué era lo que nos estaba pasando.

(...)

Me gustaría que hubiera en liza dos partidos sensatos y viables, pero bajo mi punto de vista sólo hay uno que se acerque al sentido común aun remotamente. Sólo hay uno que no está imponiendo la perversión a nuestros niños. No tengo más remedio que votar por él.

Finalmente, a quien deduzca que, como soy negro, no debería votar a los republicanos, le digo: déjame en paz.

Leído lo leído, ¿se extraña usted de que Adam B. Coleman sea autor de un libro titulado Black Victim to Black Victor?