ANÁLISIS
Perfil: Elon Musk y el nacimiento de la 'contraélite plebeya'
¿Cómo llegó este nerd, que hasta hace unos pocos años era citado en las series más populares como el estereotipo del entrepreneur extravagante, a ser un líder político antisistema?
Cuando Elon Musk compró Twitter (actualmente X) a mediados de 2022, los sumos sacerdotes de la hegemonía progresista mundial perdieron el juicio. Sospechaban que perderían el monopolio de la información y las ideas, aunque nunca de la forma contundente en que ocurrió. Pero, de todas maneras, se retorcían como un animal herido que huele un destino infeliz.
Las sospechas se hicieron realidad, Musk fue el catalizador del crecimiento exponencial de la información sin mediación, donde la gente de a pie puede publicar lo que quiere. La repulsa popular ocurrida en los últimos dos años contra la ideología woke, la caída de sus dogmas intocables, la revuelta plebeya contra la información sesgada por los grandes medios y la circulación fresca, caótica y renovadora de ideas e información se deben en parte a lo que Elon hizo con su red social. Es posible que sin esta bocanada de libertad, ni Trump ni el resto de los líderes que desafían al pensamiento único progresista hubieran llegado al poder. Así es como la corrección política, esa poción envenenada, perdió su poder y las élites, enfurecidas, culparon a Elon.
En aquel entonces, en 2022, los ataques por parte de las corporaciones, los medios y los gobiernos hacia el magnate fueron feroces. El cambio de rumbo transformó a Twitter en un pandemónium, empleados haciendo berrinches insólitos como si fueran negociadores políticos en Yalta, investigaciones gubernamentales de todo tipo, celebrities que cerraban sus cuentas como si con ese acto estuvieran bajando de Sierra Maestra. Sumado a esto, un ataque despiadado de la prensa y anunciantes que desaparecían en masa. Los ingresos se desplomaban y la pequeña batalla contra el establishment parecía perdida.
Pero existe un episodio que describe muy bien el barro de aquella batalla: el mayor anunciante de Twitter, Apple, pausó sus anuncios e intentó destruir la plataforma con la amenaza de bloquearla en la App Store. Se trataba de un peligro real ya que la App Store controla el acceso de millones de usuarios; si Twitter era eliminado, Elon perdería todo. Era un choque de titanes en el que Musk llevaba las de perder, convertido en un reciente paria, él, que había gozado de las loas de ese mismo establishment. Pero en lugar de retroceder, Elon Musk dobló la apuesta contra Tim Cook y sin saberlo se convirtió en político.
Para luchar contra Cook, Elon recurrió a su enorme poder de persuasión amplificado por sus millones de seguidores y abrió la pelea al foro público, en una conversación plebeya sobre derechos y libertad de expresión. Finalmente, ganó el debate popular y proclamó la victoria. Se transformó en un líder carismático global, saboreó el poder político (tanto más importante que el económico, según Frank Underwood) y le gustó. En poco tiempo Twitter se recuperó, se convirtió en X y pasó a ser unos de los espacios de lucha de poder más importantes del mundo. Elon desmalezó la administración de la empresa, mejoró los ingresos y la calidad de los usuarios que comenzaron a pagar por permanecer en el foro en el que están los que toman las decisiones. Paradójicamente, sus odiadores lo hacen más poderoso y rico cada vez que postean contra él.
Pero, ¿cómo llegó este nerd, que hasta hace unos pocos años era citado por las series más populares como el estereotipo del entrepreneur extravagante, a ser un líder político antisistema?
Pastilla roja
Su historia profesional está llena de anécdotas sobre cómo ir más allá de los límites. Siendo casi un niño vendió su código para un videojuego llamado Blastar por 500 dólares. De su Sudáfrica natal a Canadá, cambió varias veces de carrera y las abandonó por los emprendimientos que fue fundando, comprando y vendiendo, como Zip2 Corp., Confinity, PayPal, SpaceX, Tesla, X; haciendo en el camino una inmensa fortuna. Por sus fusiones y adquisiciones libró duras batallas con la Comisión de Bolsa y Valores, enfrentó los muchos obstáculos que enfrentan a menudo quienes quieren innovar dentro de un sistema social y económico que pasó de premiar la invención a penalizarla.
Su vida personal es también muy pública y vertiginosa, con varias y resonantes parejas con las que tuvo numerosos hijos. Los más pequeños suelen acompañarlo a todas sus apariciones públicas y es común verlo en los eventos más selectos con alguno de los niños en sus hombros. Elon encontró cómo ser contracorriente también en esa forma orgullosa de familiarismo que rara vez se ve en las elites.
Sin embargo, Musk solía ser progresista y mayormente apolítico, ferviente defensor de la narrativa ecologista woke. Durante la primera presidencia de Trump abandonó el consejo empresarial de la Casa Blanca porque el presidente rechazaba el Acuerdo de París. Sus manifestaciones cercanas a la izquierda cultural son muchísimas y apenas matizadas por su apoyo al libre mercado y su lucha contra las regulaciones gubernamentales, pero en lo que se refiere a la batalla cultural, Elon era un obamista más.
Musk condenó los confinamientos y, como muchos ciudadanos desde entonces, pareció estar dispuesto a descubrir que el mundo político, científico, cultural y mediático no era lo que él creía. Cuando una persona se redpillea lo hace con fervor, atando cabos como puede, con vergüenza y con ansias de verdad. Luego, en general, todo se organiza y resulta imposible volver atrás. Uno a uno, los pilares de la ideología woke se caen cuando se los contrasta con la realidad. Musk atribuye su cambio ideológico al momento en que entendió cómo uno de sus hijos cayó en las garras del identitarismo trans gracias a la pinza que componen el sistema educativo y el judicial, en plena pandemia. A partir de ese momento, pasó de celebrity encorsetada en la lista de ricos y famosos a convencido luchador contra el wokismo mundial.
Musk, perseverancia y una nueva 'contraélite'
Se ha puesto de moda el concepto finlandés sisu para describir la postura de aquellos que deciden jugarse el todo por el todo en pos de un propósito. Sisu conjuga ideas como el estoicismo, la tenacidad, la firmeza de carácter, la resistencia y la resiliencia. Una especie de coraje firme, frente a situaciones donde es necesario ganar sí o sí. Se manifiesta en tomar la iniciativa y mantenerla contra viento y marea. Es posible que esta descripción se ajuste a lo que hoy representa Donald Trump, pero sin lugar a dudas, pinta de cuerpo entero a Elon Musk.
Apenas Musk comenzó a cuestionar algunos dogmas del progresismo recibió una andanada de condenas por parte de esa hegemonía monolítica progresista que no admite matices. Pero Musk no es cualquiera, lleva más de una década en el ranking de las personas más ricas del mundo, es famoso y ruidoso, y en consecuencia, pasó a ser la oveja negra en la manada de idiotas útiles famosos y exitosos que abrazan acríticamente la política progresista en los foros internacionales o en las entregas de premios. La izquierda infantil, polarizada e intolerante, aceleró la radicalización de Musk y lo convirtió en el enemigo a vencer.
Elon tiene una capacidad muy sofisticada para entender escenarios complejos y tiene también buenas razones para sospechar que la progresía mundial lo odia más que a Trump. A comienzos del año pasado, tanto desde la Unión Europea, como del Foro Económico Mundial, lo amenazaron con sanciones por no censurar las publicaciones de X. Brasil cerró X en 2024 debido a las exigencias del Gobierno socialista que criminaliza las opiniones divergentes y le demandaba que atacara cuentas opositoras al régimen del PT. El Gobierno británico prácticamente lo culpó de los disturbios ocurridos en 2024, sólo por expresar su opinión en X. Actualmente, muchos de los gobiernos europeos, sobre todo los caídos en desgracia por su perversidad, ineficiencia y corrupción, lo culpan de su inestabilidad, usándolo de chivo expiatorio de todos los males que esos mismos gobiernos generaron. El imperio woke cree que Musk es causa y no consecuencia de su decadencia, están equivocados, pero su ceguera es tan grande como su odio.
Son como las élites medievales que condenaban la aparición de la imprenta. No es sólo Musk el que grita que están desnudos, son millones de personas que postean, investigan, retuitean, comentan, se indignan y reclaman. Lo que más odian las elites de Musk es lo que él ha facilitado: que la plebe pueda hablar libremente incluso cuando sus ideas ofenden a la casta dominante.
Uno de los más grandes pensadores de la política, Robert Michels, sostuvo que todas las sociedades, aún las democráticas, se convierten en oligarquías porque la dinámica del poder siempre se delegará en una élite no democrática. Michels llamó a esto "la ley de hierro de la oligarquía". Un antecesor, Vilfredo Pareto, había advertido sobre las medidas necesarias para controlar el poder de esas élites demandando una renovación continua de grupos dirigentes. Si dicha renovación no ocurre, la élite en el poder se enfrenta a la nueva élite que necesariamente surge de las demandas de la masa. Llega entonces la decadencia, el enfrentamiento y el colapso; destino que explica Pareto en su famosa frase: "La historia es un cementerio de aristocracias".
"La antipatía del 'deep state' hacia Musk se corresponde con la que Musk tiene hacia el gasto público y el endeudamiento".
En síntesis, que una élite necesita una contraélite lo suficientemente influyente como para mantenerla a raya o, eventualmente, expulsarla del poder de ser necesario. Así es el péndulo de la historia. En los próximos años la élite progresista acorralada y divorciada de los deseos y prioridades de la sociedad que gobierna, que ya domina todas las instituciones importantes, impondrá su cosmovisión cada vez más totalitariamente. Se intensificará la injerencia del Estado en la vida de las personas, se socavarán todos los derechos fundamentales a cambio de unos derechos de nuevo cuño ininteligibles y administrados por la oligarquía en el poder.
Eso fue lo que olió Elon Musk cuando comenzó a enfrentarse contra la hegemonía progresista a causa de los obstáculos en sus negocios, en las regulaciones que aplanaban su espíritu innovador o, (tal vez lo que lo haya marcado definitivamente), a causa del adoctrinamiento criminal que sufrió su hijo adolescente al que considera perdido. Así las cosas, la imagen imborrable de Donald Trump en el escenario de Butler, con el puño levantado en desafío a una bala y a la caterva inútil de agentes del Servicio Secreto, con sangre fluyendo de una herida casi mortal, gritando: "¡Luchen!", hizo que Musk encontrara su propósito trascendental. Inmediatamente después hizo público su apoyo al hombre que anteriormente había criticado y juzgado.
La alianza Musk-Trump
Trump y Musk son la contraélite, no porque no tengan puntos en común con la élite actual a la que han pertenecido alguna vez, no porque sean perfectos, impolutos, infalibles. Simplemente porque tienen la determinación de lucha necesaria y porque volver atrás significaría una derrota inadmisible, la cárcel o el exilio. Tienen el olfato, el coraje, la locura y la perseverancia que demandan las luchas que se vienen.
Musk gastó muchos millones y tiempo en la campaña de Trump. A mediados de noviembre, luego de la victoria del republicano, junto con el ex candidato presidencial y también disruptivo emprendedor Vivek Ramaswamy, se le encomendó la titánica tarea de recortar la elefantiásica administración norteamericana; el ecosistema donde viven a sus anchas los miembros de "el pantano". El nombre elegido para dicha repartición es Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE. La antipatía del deep state hacia Musk se corresponde con la que Musk tiene hacia el gasto público y el endeudamiento. Musk será un general de Trump luchando en un frente feroz.
Elon difiere filosóficamente con Trump y con gran parte del Partido Republicano en el tema del gasto público y en otros como los relativos a la inmigración legal y meritocrática. Esta bocanada de aire fresco parece ser vital para un segundo mandato de Trump, que muchos proteccionistas, mercantilistas y aislacionistas soñaron como una revancha a sus retardatarios sueños corporativos. Musk desafía también a ese sector de MAGA anclado en el pasado y el resentimiento. La esperanza de que la filosofía de Friedman derrote a la perspectiva de Buchanan y lleve a Trump por un camino de prosperidad y libertad esta segunda vez puede ser la principal razón por la que muchos votantes jóvenes y exprogresistas que hayan hecho el mismo recorrido ideológico que Musk, ahora confíen en el entrante presidente Trump.
El olfato de Musk, de nuevo, puede contagiar a la Administración Trump de su pasión por el futuro, reemplazando con esta perspectiva luminosa las viejas obsesiones arancelarias y dogmáticas. La influencia de Musk puede ser el punto más brillante de la segunda Administración de Trump, la más importante esperanza de que se produzcan cambios duraderos en el monstruoso y corrupto estado profundo. El mundo está mirando esta poderosa alianza entre Trump y Musk que puede cambiar el destino de occidente. El sisu de Musk será providencial en los próximos cuatro años, ojalá contagie a los luchadores de la libertad de todo el planeta.