¿Qué hará Hamás?
El Plan de Trump cuenta con una gran virtud, dejar las cosas claras de una vez: está en la mano del grupo terrorista para esta guerra. Si no elige la paz, tendrá que aceptar todas las consecuencias.

Hamás se encuentra evaluando la propuesta de paz
Por primera vez en tres años, el mundo no está a la espera de saber qué hará Israel, sino que aguarda la decisión de Hamás sobre el nuevo plan de paz que presentó el presidente Trump esta misma semana. Eso, de por sí, ya es un gran cambio porque no sólo pone los ojos en la organización terrorista, sino que redirige la presión internacional de Israel a Hamás.
No sólo la mayoría del mundo árabe respalda el futuro que define el plan de una Gaza sin Hamás, sino que el principal valedor del grupo hasta el momento, Qatar, ha cambiado de posición y ya no trata de salvar el gobierno de los terroristas sobre la franja, sino que se une al coro que pide que acepte las condiciones marcadas por Trump.
La llamada telefónica del pasado lunes entre el primer ministro israelí y el emir de Qatar, para pedir perdón por el ataque de Israel sobre el liderazgo de Hamás en Doha, no ha resultado ser más que una más de las cortinas de humo para evitar llamar la atención sobre el giro de este pequeño pero rico país, hasta ahora sustento financiero, logístico e ideológico del radicalismo de Hamás.
Incluso la supervivencia de la cúpula política en su dorado exilio en Doha podría estar llegando a su fin. Hay quien lo achaca a las presiones de la Casa Blanca, pero no podemos descartar que este cambio tan radical y positivo se deba al bombardeo que la aviación israelí llevó a cabo en Doha el pasado 9 de septiembre. El mensaje de que no hay santuarios sagrados para los terroristas es de gran calado estratégico más allá del resultado operativo de la misión.
De hecho, los únicos que se han quedado solos en su apoyo al grupo terrorista, movidos por su antiisraelismo y antisemitismo, han sido los europeos. Empezando por el Gobierno más radical de todos, el del primer ministro español, Pedro Sánchez, cuyo Gobierno elige el aniversario del ataque del 7 de Octubre para castigar a las empresas españolas que tienen relación con Judea y Samaria. Pero también todos aquellos que por debilidad doméstica se han dejado llevar por los millones de emigrantes musulmanes en su suelo para reconocer a un fantasma Estado palestino, con la intención de elevar la presión diplomática sobre Jerusalén. No han sido ellos quienes han acercado el final de esta guerra y sentado un horizonte de tranquilidad a la zona. Y Hamás lo sabe.
"La paz en Gaza no es el final del camino para la estabilidad, prosperidad y tranquilidad en la zona, sino su primer paso".
Los cálculos de Hamás
¿Pero bastará este aislamiento de Hamás para que acepten su rendición? ¿Lo harán o elegirán seguir con sus ataques, aunque eso les cueste su derrota total en Gaza?
No es una organización que se rija por la lógica occidental, sino que es un movimiento y una ideología yihadista cuyo único objetivo es acabar con la existencia de Israel y la presencia de judíos e infieles en la región. Es una organización terrorista que ha gobernado la franja de Gaza con el aplastamiento de toda disidencia, y ha sido un gobierno al que no le ha importado nunca sacrificar a su población si con ello creía avanzar en la deslegitimación internacional de Israel.
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Hamás podría decir que no a Trump porque creyera que prolongar la guerra iba a poner a Israel en una situación diplomática aún más complicada. Pero, desde fuera, eso parece más bien un espejismo mientras Donald Trump permanezca en la Casa Blanca y los europeos no dejen de ser cada día más marginales en el mundo.
Con el apoyo árabe al plan de Trump, ese posible cálculo de Hamás sólo sería imaginable si se produjeran miles de nuevas bajas civiles en la Franja, algo que las tácticas empleadas por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) no parecen augurar. Pero no sería la primera vez que los dirigentes de Hamás toman decisiones erróneas por no entender bien la realidad que les rodea.
Puede que inmolarse en una batalla final incluso les parezca adecuado, pero sería más lógico pensar que, llegados a este punto donde las fuerzas de Israel están a punto de conquistar la práctica totalidad de la ciudad de Gaza y seguir avanzando al único refugio del grupo, el llamado Central Camp, intentar preservar el máximo de lo que les queda de sus fuerzas sería un interés prioritario. Al fin y al cabo, el plan Trump les ofrece abandonar las armas, rendirse y marchar al exilio a un país de acogida. Es más, les promete la liberación de 250 de sus hombres condenados a cadena perpetua y encarcelados en Israel, así como de 1.700 detenidos tras el ataque del 7 de Octubre.
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Es verdad que, de acuerdo con el plan, Hamás no tendría futuro alguno en Gaza, ni a corto ni a largo plazo. Pero sus dirigentes puede que lo vean de otra manera. El adoctrinamiento al que se han dedicado con esmero todos estos años es un caldo de cultivo para reconstituirse en un futuro. Aún más, puede que perder Gaza ahora no se vea como el final porque Hamás no ha dejado de penetrar y extenderse en la llamada Cisjordania o West Bank, en abierto desafío a la Autoridad Palestina (AP) y presentando un continuo reto de seguridad para Israel y sus ciudadanos.
Esto es, podría decir sí a Trump y aceptar perder Gaza si pensase que así se garantiza un mejor futuro en Judea y Samaria (o West Bank), justo donde todo el mundo ve la primera piedra de ese soñado Estado palestino. Al fin y al cabo, el Plan Trump se circunscribe a Gaza y no hay provisiones sobre el futuro del West Bank, más allá de hacer un llamamiento vago a la necesaria reforma de la AP.
Las verdaderas condiciones para un Estado palestino
Una Autoridad Palestina, por lo demás, en plena crisis de sucesión, rodeada de corrupción y que ha gastado buena parte del dinero regalado por la Unión Europea y otras almas biempensantes en una maquinaria educativa de incitación y odio contra los judíos.
Por eso para que el Plan de Trump llegue a tener éxito no basta con que se limite a un acuerdo de paz sobre Gaza. Tiene que lograr algo que nadie antes ha logrado: que los palestinos quieran más su Estado que la destrucción del Estado de Israel, que es el único que existe hasta ahora. Y por eso, mientras esto no se alcance de verdad, nadie en su sano juicio en Israel va a aceptar la creación de un Estado palestino cuya finalidad última no es la prosperidad de sus ciudadanos, sino la desaparición del Estado judío y la limpieza étnica de todos los judíos de la región.
El Plan de Trump cuenta con una gran virtud en todo caso, dejar las cosas claras de una vez: está en las manos de Hamás para esta guerra. Como lo ha estado desde ese fatídico octubre de 2023. Le hubiera bastado liberar a los rehenes. Si no eligen la paz, tendrán que aceptar todas sus consecuencias.
Pero la paz en Gaza no es el final del camino para la estabilidad, prosperidad y tranquilidad en la zona, sino su primer paso. Hay que acabar con Hamás y otros grupos terroristas en todas partes, no sólo en Gaza. Y, sobre todo, en el West Bank, su posible nuevo campo de batalla. Sólo una vez eliminada su amenaza, será posible embarcarse en la desradicalización y en la reforma de las instituciones para que, de llegar a existir en la realidad, el futuro Estado palestino sea un vecino normal y no una nueva amenaza para la paz y seguridad de Israel y la zona.
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