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El presidente Trump se mantiene firme contra el exceso judicial

La batalla sobre los vuelos de deportación no se trata solo de un caso judicial, sino del futuro de la soberanía estadounidense, el estado de derecho y la seguridad nacional

Donald Trump 

Donald Trump Roberto Schmidt / AFP

Un enfrentamiento entre la Administración Trump-Vance y un juez federal en Washington, D.C., ha encendido preocupaciones sobre el exceso judicial, la autoridad ejecutiva y la seguridad nacional.

En el centro de la disputa está la decisión del presidente Donald J. Trump de invocar la Ley de Enemigos Extranjeros, un poder de tiempos de guerra raramente utilizado, pero legalmente sólido, para deportar a delincuentes conocidos e inmigrantes ilegales afiliados a pandillas criminales. Sin embargo, a pesar de la clara amenaza que representan grupos como el Tren de Aragua de Venezuela, un juez federal en D.C. ha intentado obstaculizar los esfuerzos de la Administración, preparando el escenario para lo que algunos llaman una crisis constitucional.

El reciente enfrentamiento del juez James Boasberg con los abogados del Departamento de Justicia de los Estados Unidos revela una lucha más amplia entre la rama judicial y la rama ejecutiva. El juez emitió una orden verbal para detener vuelos de deportación que transportaban a individuos con vínculos criminales conocidos, una orden que la Administración consideró legalmente cuestionable y procesalmente inapropiada. Los abogados de la Administración argumentaron con razón que los poderes inherentes del presidente en política exterior tienen prioridad sobre una directiva verbal de última hora, especialmente cuando está en juego la seguridad nacional.

La Ley de Enemigos Extranjeros, que data de 1798, otorga al presidente una amplia autoridad para deportar y detener a ciudadanos extranjeros de entidades hostiles durante tiempos de guerra.

La aplicación de esta ley por parte del presidente Trump es totalmente consistente con su uso histórico y, más importante aún, es necesaria en una era en la que pandillas transnacionales, carteles y grupos terroristas explotan el sistema de inmigración roto de los Estados Unidos.

El Tren de Aragua, una brutal pandilla venezolana con vínculos con el régimen de Nicolás Maduro ha expandido sus operaciones en todo Estados Unidos, participando en la trata de personas, el tráfico de drogas y el crimen violento. Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos, casi 3.000 individuos con presuntos vínculos con esta pandilla han sido detenidos en la frontera en el último año. Sin embargo, en lugar de reconocer la crisis, la izquierda activista, incluyendo la ACLU y los defensores de fronteras abiertas, retratan a estos deportados como inocentes solicitantes de asilo, ignorando los riesgos que representan para la seguridad nacional.

La insistencia del juez Boasberg en que su orden verbal era vinculante plantea serias preocupaciones legales. Las Reglas Federales de Procedimiento Civil requieren claramente que las órdenes escritas sean registradas adecuadamente antes de que entren en vigor. Este es un principio legal fundamental que garantiza transparencia y previene confusiones. La falta del juez de emitir una orden escrita a tiempo significa que la Administración Trump-Vance estaba completamente en su derecho de continuar con los vuelos de deportación hasta que se presentara una directiva adecuada.

Aun así, los medios de comunicación izquierdistas y los abogados activistas han intentado presentar las acciones de la Administración como una crisis constitucional cuando, en realidad, es el poder judicial el que está excediendo sus límites. Al intentar gestionar la aplicación de la ley de inmigración desde el estrado, Boasberg está participando en una batalla política más que legal. Un solo juez de distrito no debería tener el poder de detener unilateralmente acciones ejecutivas destinadas a proteger a los estadounidenses.

Las políticas de fronteras abiertas de la Administración Biden-Harris han provocado la peor crisis fronteriza en la historia de los Estados Unidos, con más de 10 millones de cruces ilegales desde 2021. El contraste entre la postura firme del presidente Trump y la rendición de Joe Biden es evidente. El presidente Trump ha dejado claro que asegurar la frontera, tomar medidas enérgicas contra las pandillas y deportar a criminales extranjeros será una de sus principales prioridades en su segundo mandato.

El enfoque de la Administración Trump-Vance ya está dando resultados. Los cruces ilegales han disminuido al nivel más bajo jamás registrado, con una reducción del 94 % desde febrero pasado y un 96 % menos en comparación con el máximo histórico bajo la Administración Biden-Harris.

Además, la asociación con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, quien ha llevado a cabo una histórica ofensiva contra las pandillas, garantiza que los criminales deportados no regresen a aterrorizar a las comunidades estadounidenses. Las políticas exitosas de Bukele contra las pandillas, que han reducido la tasa de homicidios en El Salvador en más de un 70%, son una prueba de que la aplicación estricta de la ley funciona.

El liderazgo decisivo del presidente Trump contrasta fuertemente con el enfoque débil y sin ley de la Administración Biden-Harris. La batalla sobre los vuelos de deportación no se trata solo de un caso judicial, sino del futuro de la soberanía estadounidense, el estado de derecho y la seguridad nacional. El pueblo estadounidense ya ha tenido suficiente con jueces activistas y organizaciones de izquierda que buscan socavar la autoridad constitucional del Gobierno debidamente electo.

Esta lucha va más allá de una simple orden judicial: se trata de garantizar que el poder ejecutivo conserve su autoridad legítima para proteger la patria de amenazas criminales. Como dijo el presidente Trump: “Si no tenemos fronteras, no tenemos país”. El país debe apoyar al presidente Trump y rechazar el exceso judicial que amenaza la seguridad nacional. Las consecuencias no podrían ser más importantes.

Jorge Martínez es asesor principal y estratega de enlace hispano del América First Works. Anteriormente se desempeñó como secretario de prensa del Departamento de Justicia de los Estaos Unidos.

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