Qatar: ¿un aliado estratégico o un riesgo para la soberanía estadounidense?
A primera vista, Qatar parece un aliado clave de Estados Unidos. Sin embargo, su relación con grupos terroristas y su esfuerzos en promover una narrativa antiisraelí y antioccidental plantean serias dudas sobre su rol como socio confiable.

El emir Al Thani recibe a Donald Trump en Doha
El presidente estadounidense Donald Trump viajó a Qatar para visitar la base aérea de Al Udeid, la mayor instalación militar de EEUU en la región, y reunirse con la familia gobernante Al Thani.
La visita se produce en el marco del recorrido de Trump por Medio Oriente y después de que Qatar ofreciera al mandatario estadounidense un avión de lujo. Si bien el presidente manifestó que no se trata de un regalo personal, sino para el uso del Departamento Defensa y que lo aceptaría, muchas voces han criticado esta situación.
Este gesto, sin embargo, es solo una pieza de un complejo rompecabezas que revela la creciente influencia de Qatar en los círculos políticos y económicos de Estados Unidos, una relación que genera tanto admiración como preocupación, señaló The Free Press en un reciente informe.
De acuerdo con el medio estadounidense, que ha investigado exhaustivamente este tema, Qatar ha invertido casi 100 mil millones de dólares en los últimos años para consolidar su legitimidad en el Congreso estadounidense, universidades, medios de comunicación, think tanks y corporaciones. Desde 2017, el país ha gastado 225 millones de dólares en esfuerzos de lobby y relaciones públicas en Washington, según documentos gubernamentales revisados por The Free Press.
Esta inversión incluye la financiación de la base militar estadounidense de Al Udeid en Qatar, la compra de armas de EEUU, inversiones en bienes raíces y proyectos energéticos, así como generosas contribuciones a prestigiosas universidades estadounidenses.
Conexiones en la Administración Trump
El informe de The Free Press destaca las conexiones de varios miembros del círculo cercano de Trump con Qatar. Por ejemplo, la fiscal general Pam Bondi, quien aprobó el acuerdo del avión, trabajó anteriormente en una firma de cabildeo en Washington que recibía 115.000 dólares mensuales del emirato para combatir la trata de personas. Susie Wiles, jefa de personal de Trump, lideró una firma que representaba a la embajada de Qatar, mientras que Kash Patel, director del FBI, trabajó como consultor para el país árabe sin registrarse como agente extranjero.
Además, Steve Witkoff, amigo cercano de Trump, inversor y propietario inmobiliario y enviado especial para Medio Oriente, se benefició de una inversión de 623 millones de dólares del fondo soberano de Qatar en el hotel Park Lane de Nueva York en 2023.
Por otro lado, la Organización Trump está desarrollando un lujoso complejo de golf cerca de Doha, en asociación con una empresa qatarí, y Donald Trump Jr., hijo del presidente, participará en el Foro Económico de Qatar.
Estas conexiones, según The Free Press, plantean preguntas sobre posibles conflictos de interés, especialmente en relación con la Cláusula de Emolumentos de la Constitución estadounidense, que prohíbe a los funcionarios aceptar beneficios de Gobiernos extranjeros.
Un aliado con doble cara
A primera vista, Qatar parece un aliado clave de Estados Unidos. La base de Al Udeid, financiada íntegramente por Doha, es un pilar logístico para las operaciones militares estadounidenses en Medio Oriente. Además, el emirato ha actuado como intermediario en negociaciones con adversarios como Irán, los talibanes y Hamás, facilitando acuerdos de liberación de rehenes en Gaza.
Sin embargo, The Free Press señala que Qatar también es un refugio para la Hermandad Musulmana, un importante financista de Hamás, un socio energético de Irán y un patrocinador del canal Al Jazeera, acusado de promover narrativas islamistas y propaganda antiisraelí.
Además, Qatar ha sido acusado durante años de financiar a otros grupos terroristas, incluyendo a Al-Qaeda, ISIS y el Frente Al Nusra.
Sheikha Moza bint Nasser, madre del emir de Qatar, expresó en redes sociales su admiración por Yahya Sinwar, líder de Hamás y artífice de la masacre del 7 de Octubre en Israel, lo que generó críticas internacionales.
Según The Free Press, la relación de Qatar con grupos extremistas y su apoyo a Al Jazeera, que alcanza a 430 millones de personas en 150 países, plantea serias dudas sobre su papel como aliado confiable.
La influencia en la política y la educación
La influencia de Qatar en Estados Unidos no se limita a la política. The Free Press señaló que Qatar es el mayor donante extranjero de universidades estadounidenses, con más de 6.300 millones de dólares en contratos y donaciones desde 1986.
Instituciones como Georgetown, Cornell y Northwestern han establecido campus en Doha, financiados por la Fundación Qatar. Sin embargo, estas relaciones han generado controversias, como la cancelación de un debate en el campus de Georgetown en Doha por considerarse blasfemo, las críticas a la falta de libertad académica en estos entornos o las manifestaciones pro-Hamás y el acoso a estudiantes judíos en los campus.
En el ámbito político, Qatar ha invertido fuertemente en cabildeo. En 2021, empleó a 35 lobbistas y firmas de relaciones públicas por más de 51 millones de dólares, superando a países como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Figuras como el excongresista Jim Moran han promovido los intereses de Qatar en el Congreso, mientras que senadores como Lindsey Graham, antes críticos de Qatar, han cambiado su discurso tras inversiones significativas del país en sus Estados.
¿Un riesgo para la seguridad nacional?
El informe de The Free Press plantea una pregunta crucial: ¿cómo un país con un historial de apoyo a grupos extremistas y prácticas laborales cuestionables ha logrado posicionarse como un actor central en la diplomacia global y un aliado de Estados Unidos? La respuesta parece estar en su estrategia de influencia económica y política. Sin embargo, esta relación no está exenta de riesgos.
Expertos citados por The Free Press advierten que la dependencia de la base de Al Udeid y la influencia de Qatar en Washington podrían comprometer la capacidad de Estados Unidos para responder a amenazas islamistas o mantener su soberanía en la toma de decisiones.
A pesar de las críticas, Qatar defiende su papel como mediador y aliado estratégico. Sus partidarios argumentan que su enfoque transaccional y su disposición a dialogar con todas las partes lo convierten en un socio valioso para la estabilidad en Medio Oriente. No obstante, como concluye The Free Press, lo que está en juego es nada menos que la soberanía y la seguridad nacional de Estados Unidos.
El caso de Edan Alexander, un rehén con doble nacionalidad estadounidense e israelí liberado recientemente tras una serie de negociaciones en las que Qatar participó como mediador, ilustra perfectamente este accionar polémico del emirato. Doha se ha mostrado como un facilitador de su liberación y de la paz. Pero esta narrativa ignora un hecho crucial: el secuestro de Alexander por Hamás fue posible, en parte, gracias al respaldo financiero y político de Qatar al grupo. Es como si un pirómano exigiera gratitud por apagar parcialmente el incendio que él mismo provocó.
Los críticos argumentan que Qatar no es un mediador desinteresado; es un actor que contribuye a crear los conflictos en los que luego interviene para ganar influencia y evitar ser blanco de Occidente. Todo esto con el objetivo de atacar Israel y socavar los valores e instituciones occidentales.