Progresistas vs. progresistas: el infierno woke en un pueblo de Massachusetts
Una escuela de Amherst es el escenario de luchas relacionadas con el racismo, la forma de abordar el acoso a las personas trans y el papel de los sindicatos de docentes.
En Amherst, en el oeste de Massachusetts, viven unas 40.000 personas, siendo la gran mayoría de ideología progresista. De hecho, en las elecciones de 2020, Joe Biden recibió el 90% de los votos efectuados en ese pueblo y en las calles suelen verse varios carteles de tendencia progresista.
Los debates ideológicos y las luchas políticas internas de izquierda son moneda corriente en el pueblo, destacándose los que han estado ocurriendo en la Escuela Intermedia Regional de Amherst (ARMS, por sus siglas en inglés).
Las discusiones alcanzaron un carácter público en mayo del año pasado, cuando el periódico de ARMS, The Graphic, publicó un artículo titulado Es vida o muerte: el fracaso de proteger a los niños trans es un problema sistémico. En el escrito aparecieron denuncias anónimas de varios estudiantes trans sobre numerosos incidentes de intimidación y acoso, encuentros dañinos con consejeros académicos, y sobre las actitudes de los administradores de la institución.
Entre los detalles sorprendentes del artículo se señaló que durante una reunión religiosa en la escuela, un consejero escolar supuestamente dijo una oración afirmando que “el demonio gay quiere confundir a nuestros hijos”, aunque dicho consejero negó haber realizado esos comentarios. En el escrito se indicó además que el mismo empleado repartió crucifijos de chocolate a los niños.
El artículo llamó la atención de la prensa mainstream y de los medios conservadores, algunos de los cuales indicaban que los educadores cristianos estaban siendo perseguidos. Mientras tanto, en Amherst se celebró una reunión de emergencia del comité escolar en la biblioteca de la escuela. En ese momento, la madre de un niño trans había solicitado formalmente una investigación sobre la discriminación de género en la institución, y los dos consejeros que aparecieron más prominentemente en el artículo de The Graphic habían sido puestos en licencia. Pero varios de los asistentes a la reunión, que atrajo a una multitud de profesores, padres y exalumnos, creían que era necesario hacer más. Pidieron investigar a Michael Morris, el superintendente del distrito, y la renuncia de Doreen Cunningham, la superintendente adjunta que supervisó las contrataciones y era considerada cercana a los consejeros académicos. Los miembros del sindicato de docentes de Amherst dijeron durante la reunión que habían aprobado un voto de censura contra Morris, que había tomado una licencia médica de emergencia, y contra Cunningham.
El hecho era incómodo para el distrito, ya que la mayoría de los padres descontentos con la situación son blancos, en tanto que los consejeros no lo son: Héctor santos es hispano y Delinda Dykes es negra. Además, Doreen Cunningham, que ostentaba el cargo de jefa de diversidad, equidad y recursos humanos del distrito, es negra, mientras que Morris, el superintendente, es blanco.
En la reunión del comité escolar, que duró casi seis horas, una de las pocas personas que habló en defensa de Cunningham fue su hijo, que había trabajado como especialista en apoyo a los estudiantes. El joven sostuvo que el trato que recibía su madre se debía a una cuestión racial. “Para ver un excelente ejemplo de cómo se trata a las mujeres de color en puestos de liderazgo”, dijo a la multitud, “no busquen más que en las escuelas públicas de Amherst”.
“La izquierda se está comiendo a los suyos en todo el país”
.Según señaló la periodista Jessica Winter en The New Yorker, la crisis fue una colisión de múltiples cuestiones: la tensión racial, el poder sindical, el trato a los niños queer y trans y el lugar de la religión en las escuelas, sin mencionar las consecuencias de la pandemia de covid-19 y lo que ha causado al tejido de la vida cívica en Estados Unidos. Las escuelas públicas de Amherst tardaron en volver a la normalidad prepandémica; reabrieron para llevar a cabo una combinación de clases presenciales y remotas en abril de 2021, sólo después de que el estado de Massachusetts las obligara a hacerlo.
“Tuvimos médicos, psiquiatras, trabajadores sociales y padres que nos escribieron desesperados sobre el impacto que el aprendizaje remoto estaba teniendo en la salud emocional y mental en los niños de nuestra comunidad”, dijo Allison Bleyler McDonald, exmiembro del comité escolar, a The New Yorker.
“Las cosas realmente empeoraron con el covid”, dijo Ben Herrington, quien también era miembro del comité escolar. “El idioma cambió. La gente se sintió cómoda siendo abiertamente hostil. Ya no teníamos conversaciones normales”, agregó.
Varias personas comentaron a The New Yorker sobre un incidente ocurrido en 2021, cuando el comité escolar aprobó una política que habría permitido la entrada a la escuela a algunos miembros del personal no vacunados siempre que llevaran máscaras. En respuesta, sostuvo McDonald, la entonces presidente del sindicato Lamikco Magee “nos acusó de querer perpetrar un genocidio contra los docentes”. Sin embargo, Magee niega haber mencionado la palabra genocido.
Jessica Winter indicó que incluso en un distrito progresista, y en gran medida próspero, ciertos conflictos y tensiones han llegado a parecer irresolubles. “La izquierda se está comiendo a los suyos en todo el país; no es sólo Amherst”, dijo un habitante de la ciudad a The New Yorker.
Amherst, ¿una falsa woketopía?
En Amherst se suele decir en broma que en el pueblo hay más carteles de Black Lives Matter que habitantes afroamericanos. Poco más del 12% de los residentes de la ciudad son negros o hispanos; alrededor del 60% son blancos y aproximadamente el 13% son asiáticos. Pero el distrito de escuelas públicas es más diverso racialmente que la comunidad en general, ya que aproximadamente una cuarta parte de los estudiantes son negros o hispanos. Esto se debe, en parte, a la cantidad de familias blancas y asiáticas que optan por escuelas privadas o charter. Herrington, exmiembro del comité escolar, que es negro y tiene un hijo en la escuela secundaria, dijo a The New Yorker que “Amherst es una ciudad a la que le encanta promocionarse como una woketopia. Presentamos una conducta como la de Berkeley East, pero en realidad no somos así”.
Hace treinta años, la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) presentó una demanda federal contra el distrito por su programa de seguimiento académico, que asignaba un número desproporcionado de niños de color a los niveles más bajos. Más recientemente, el distrito llegó a un acuerdo de seis cifras con un profesor de matemáticas afroamericano de la escuela secundaria que, en 2014, fue blanco de grafitis racistas. En medio de esa controversia, Michael Morris se convirtió en superintendente asistente bajo Maria Geryk, una mujer blanca. Durante una reunión del comité escolar en junio de 2014, mientras los miembros aprobaban formalmente el nombramiento de Morris, un grupo de manifestantes comenzó a cantar We Shall Overcome (Venceremos) -una canción de protesta que se convirtió en un himno en el Movimiento de Derechos Civiles de Estados Unidos-, lo que obligó a suspender la reunión.
Geryk emitió una orden de alejamiento a una madre negra que había estado en contacto frecuente con el personal acerca de su hijo, quien estaba teniendo dificultades en la escuela. Geryk fue duramente criticada por la decisión y finalmente renunció. Morris la reemplazó. Era “una situación ridículamente volátil”, declaró Herrington a The New Yorker. "Entonces, cuando Mike entró, fue como si tuviera que hacer algo", añadió.
Contrataciones polémicas
Morris introdujo un nuevo puesto administrativo, superintendente adjunto de diversidad, equidad y recursos humanos. En los últimos años, la DEI (Diversidad, equidad e inclusión) se ha convertido en el blanco de la ira de los conservadores, y varios estados, incluidos Texas y Florida, han aprobado leyes para restringir esos marcos organizaciones en colegios y universidades públicas. No obstante, para Morris, mejorar la diversidad racial entre los profesores de Amherst era “una cuestión de derechos civiles para nuestros niños”, dijo en 2017, citando investigaciones que mostraban, por ejemplo, que los estudiantes afroamericanos que tienen maestros negros obtienen mejores resultados en pruebas estandarizadas y tienen más probabilidades de matricularse en la universidad. Ese año, él seleccionó a Cunningham para el puesto. “Había mucho racismo en el distrito”, sostuvo Cunningham en declaraciones para The New Yorker. “Llegué, y muchas personas de color comenzaron a sentirse seguras”, agregó.
Bajo Cunningham, Amherst instituyó un proceso de contratación de dos pasos, destinado a erradicar los prejuicios implícitos: un comité elegía a los candidatos y otro hacía a los solicitantes un conjunto uniforme de preguntas. Cunningham dijo a The New Yorker que ella “capacitó a todos; cualquiera que fuera a formar parte de los comités fue capacitado para analizar sus prejuicios”. Pero muchos empleados del distrito dijeron que Cunningham a menudo evaluaba ella misma a los candidatos y tomaba las decisiones finales. Ella lo negó. “Yo no contraté a nadie”, aseveró.
Para 2023, el porcentaje de personal de color en el distrito de Amherst había aumentado del 20% al 30%. Pero muchas de las nuevas contrataciones eran empleados mal pagados que brindan apoyo a profesores certificados de tiempo completo. Kerrita K. Mayfield, que dirige el departamento científico, recordó un incidente en el que Dykes, la consejera vocacional, a quien se percibía como una persona cercana a Cunningham, en una oportunidad interrumpió una de sus clases sin previo aviso para entregarle una placa de madera en honor a ella como la primera profesora negra de ciencias en el distrito. "Fue un extraño momento ceremonial", dijo Mayfield a The New Yorker. "Mis alumnos decían: '¿Qué está pasando?': y yo les dije: ‘Diablos, no lo sé, niños’”.
La justicia restaurativa, ¿una excusa para no disciplinar a los alumnos de color?
Cunningham reconoció haber tenido conversaciones duras, e incluso incómodas, con colegas sobre raza y equidad, y recordó un incidente en el que al menos uno de los trabajadores se molestó porque Cunningham les había recomendado que leyeran el libro White Fragility (Fragilidad blanca). Ella incluso alegó que fue amenazada físicamente por un miembro del personal que se oponía a su liderazgo.
Cunningham invocó a Claudine Gay, la expresidente de Harvard que en enero renunció después de sólo seis meses en el cargo luego de ser criticada por haberse negado a tomar medidas contra estudiantes que llamaban al genocidio de los judíos. “Últimamente se ha hablado mucho sobre las mujeres negras en roles de liderazgo”, dijo Cunningham. "La gente no las quiere allí", agregó la mujer, que ahora usa el apellido Reyes y fue despedida en octubre, por lo que ha presentado una denuncia por discriminación contra el distrito.
Dykes y Santos, los consejeros que fueron puestos en licencia, se encontraban entre el personal de color contratado bajo Cunningham. Los colegas eran vistos a menudo socializando en la oficina de la funcionaria y en otros lugares del campus, pero Cunningham negó que ella fuera especialmente cercana a cualquiera de los consejeros.
Muchas personas declararon a The New Yorker que tanto Dykes como Santos llevaron la religión a la escuela. Dykes les dijo a sus colegas y estudiantes que oraran, y si enfrentaban algún dilema, les preguntaba si habían rezado sobre ello. Según la investigación, Santos mencionaba a la Biblia y a Jesús cuando hablaba con los estudiantes. Además, en el artículo de The Graphic aparecía una publicación crítica de la ideología de género que Santos había compartido en sus redes sociales.
En el primer semestre de Dykes en ARMS, uno de los estudiantes que supervisó era un niño trans de séptimo grado. Ese año, el menor, al que The New Yorker llama Jo, manifestó que era objeto de insultos homofóbicos y transfóbicos, pero que los adultos rara vez intervenían. A principios del año escolar, la madre del niño habló por teléfono con Dykes sobre el acoso y la intimidación que su hijo estaba experimentando, y Dykes intentó tranquilizar a la mujer afirmando que los adultos en la escuela abordan ese tipo de situaciones.
Sin embargo, el niño y su madre continuaron denunciando incidentes de presunta intimidación y acoso, y se quejaron por la falta de medidas disciplinarias en la escuela. Como muchos otros distritos escolares progresistas, Amherst utiliza prácticas de justicia restaurativa, priorizando la mediación y la reconciliación sobre el castigo, como parte de un esfuerzo por corregir las disparidades raciales en el proceso disciplinario. “Lo que es único en Amherst es que hay dinámicas raciales y de clase que se superponen a las dinámicas de género”, dijo un administrador veterano en Amherst a The New Yorker. La madre y el menor son blancos, en tanto que los niños denunciados son negros e hispanos.
“No estoy diciendo que algunos de estos estudiantes no causen problemas”, dijo un miembro del personal de ARMS sobre los niños que eran disciplinados con frecuencia en la escuela, “pero son los que enfrentan la mayor cantidad de males sociales en la sociedad. Son los que tienen una madre soltera que trabaja en dos trabajos”.
"Su situación me ha causado mucho dolor personal”, dijo a The New Yorker Michael Morris, ex superintendente de Amherst, en referencia al menor y otros estudiantes trans en ARMS. "Es lamentable que no me hayan informado de estas situaciones antes", añadió. En el verano de 2023, Morris regresó de su licencia médica y llegó a un acuerdo con el comité escolar para dejar su cargo.
El racismo como excusa permanente
La investigación solicitada por la madre del menor trans finalizó el año pasado. En noviembre se hizo pública una versión redactada de sus conclusiones. Según el investigador, Dykes y Santos “participaron en una conducta no deseada grave, generalizada y objetivamente ofensiva”. Los estudiantes y el personal le dijeron al investigador que ambos habían hecho comentarios homofóbicos y transfóbicos. Dykes también supuestamente les dijo a sus colegas que un maestro estaba "practicando sesiones de espiritismo y brujería en esta escuela". Sin embargo, ella negó haber formulado esta acusación contra su colega.
Después de que Martha Toro, una maestra jubilada de Amherst, publicara una carta abierta criticando el proceso de contratación instituido bajo Cunningham, Dykes, según múltiples fuentes, dijo que Toro estaba intentando iniciar una “guerra racial”, aunque ella negó haberlo dicho.
Según la investigación, Cunningham acusaba con frecuencia a sus colegas de racismo y, al menos una vez, tomó represalias contra un empleado que había presentado una denuncia contra Dykes. Cunningham insistió en declaraciones para The New Yorker en que este hallazgo era “totalmente inexacto”.
La investigación describió una “cultura de miedo e intimidación” en ARMS. Algunos empleados guardaron silencio atemorizados por el “miedo a ser etiquetados como racistas”. “Lo peor que te pueden llamar en Amherst es racista y eso mantiene a la gente estancada”, dijo Mayfield a The New Yorker.
Cunningham y sus defensores creen que perdió su trabajo en gran parte porque es una mujer negra; en tanto que sus detractores creen que lo conservó tanto tiempo por el mismo motivo, señaló Jessica Winter. Ambos argumentos pueden ser ciertos pero ninguno es justo. Incluso algunos de los críticos más duros de Cunningham ven un doble rasero entre su trayectoria y la de su jefe, Morris, quien rápidamente consiguió un nuevo trabajo en Recursos Humanos en un distrito cercano, añadió.
El distrito de Amherst a menudo ha carecido de un liderazgo consistente, y en ningún lugar esto fue más evidente que en ARMS. A finales de 2022, el entonces director Diego Sharon había estado entrando y saliendo con licencias familiares y médicas; Morris nombró a Delinda Dykes para reemplazarlo, pero duró menos de seis semanas, después de que los padres se quejaran de que había citado a una docena o más de estudiantes a la oficina del director por ser bulliciosos en la cafetería. Dos finalistas para el puesto finalmente retiraron sus solicitudes y Morris nombró al director de la escuela secundaria Talib Sadiq para el puesto. La escuela intermedia se encuentra frente a la secundaria; y Sadiq todavía supervisa a ambas, caminando de un lado a otro durante el transcurso de la jornada escolar.
Lamikco Magee, ex presidente del sindicato y decano de estudiantes de ARMS, también se postuló para el puesto de director, pero no llegó a la ronda de finalistas y no fue considerada después de que dichos finalistas se retiraron. “No querían contratarme porque soy franca cuando se trata de lo que creo que está bien y lo que no está bien”, sostuvo Magee, que es afroamericana. “Pero estaban preocupados por la apariencia, así que tomaron al hombre negro de la escuela secundaria y lo nombraron director de ambos edificios. ¿Quién en su sano juicio le da dos edificios a un director?”, manifestó.
Aunque la mayoría del personal y los estudiantes en el centro de la investigación ya no tienen relación con ARMS, la turbulencia en la escuela no ha disminuido. Recientemente, el distrito presentó informes de presunto abuso y negligencia infantil ante el Departamento de Niños y Familias de Massachusetts (DCF, por sus siglas en inglés) contra seis educadores de la escuela, una cifra que un miembro del sindicato calificó de “muy inusual”. Se determinó que todos los informes no merecían una mayor investigación por parte del DCF, pero, entre los maestros acusados, uno fue despedido y otro renunció.
Mientras tanto, miembros del Posh, el club contra el acoso sexual, presentaron quejas de que una de sus maestros estaba comentando de manera inapropiada en clase sobre la raza, el peso y la vestimenta de los estudiantes. Una investigación del distrito encontró que las afirmaciones no tenían fundamento. La maestra, que es negra, presentó una denuncia formal contra la asesora docente del club, que es blanca, alegando que ella “usó su poder como asesora del Posh para cometer ataques racistas y sexistas contra mí”. Poco tiempo después, la asesora recibió una licencia remunerada y luego fue reubicada en un nuevo puesto en la escuela secundaria.
Letha Gayle-Brissett, coordinadora de cultura y clima de la escuela, acordó a finales de 2023 desempeñarse como directora interina de ARMS. Pero, en una reunión del comité escolar en enero, una exestudiante de la escuela, que es trans y birracial, y la madre de la joven, que es blanca, hablaron en contra de su nombramiento. Plantearon objeciones a la forma en que Gayle-Brissett había abordado los incidentes de acoso en ARMS contra las personas trans a través de círculos de justicia restaurativa que, según dijo la madre del estudiante, "las colocaron en habitaciones con los estudiantes acosadores".
Los empleados del colegio, tanto los del pasado como los del presente, dijeron a The New Yorker que estaban desconcertados por las acusaciones contra Gayle-Brissett, quien tiene un doctorado en educación y sus colegas la consideran eficiente, empática y muy comprometida con los estudiantes.
En la reunión del comité escolar de enero, Gayle-Brissett refutó las acusaciones sobre los círculos de justicia restaurativa y sugirió que las críticas a su trabajo tenían motivaciones raciales. "Ha habido rumores de que algunos miembros de la comunidad de la escuela tienen la intención de eliminar a las personas de color, especialmente a los negros, de los puestos de liderazgo", expresó.
Un miembro del personal de una escuela secundaria que habló en apoyo de Gayle-Brissett fue más directo: “Amherst es racista, el personal es racista y apuntan contra los negros”. Al final, Gayle-Brissett decidió no aceptar el trabajo.