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Cómo los demócratas desecharon a su líder cuando les quedó claro que iban a perder

Lo que hemos visto en las últimas semanas es un despliegue de las estrategias más bajas que se puedan ver en política. Las cabezas del Partido Demócrata han mentido a los electores durante años.

Joe Biden en la Oficina Oval de la Casa Blanca
Evan Vucci / Cordon Press

El presidente Biden pasará a la historia como el mandatario que fue sacrificado por su Partido cuando se dieron cuenta que ya no les era útil para ganar las elecciones. Los demócratas han desplegado múltiples estrategias sucias para intentar ganar las elecciones. Han perseguido a Donald Trump usando el sistema judicial; han intentado dejar en bancarrota al republicano; han escondido durante años al presidente Biden para intentar ocultar su estado de salud, y cuando cayeron en cuenta de que nada de eso funcionó, decidieron arriesgarse, a tan solo cuatro meses de las elecciones, a desechar a su líder.

Es claro, tanto para republicanos como para demócratas, que Joe Biden no tiene ya las capacidades cognitivas necesarias para cumplir con las labores de un presidente. Sin embargo, no nos confundamos, esta situación no es nueva. Desde hace años, las encuestas han dejado claro que un gran porcentaje de los americanos veía claramente que el presidente no estaba bien.

Aunque después del desastroso debate presidencial tanto legisladores demócratas, como reconocidos periodistas que durante décadas han sido abiertamente demócratas, fingieron sorpresa y actuaron como si apenas hubieran descubierto lo que millones de americanos ya sabía desde hace años, es evidente que la mayoría de estas personalidades no solo entendían el difícil estado de salud del presidente, sino que ayudaron a encubrirlo.

Los demócratas no desecharon al presidente Biden porque se hubieran dado cuenta de que no estaba en condiciones de manejar el país, eso ya estaba claro desde hace mucho. Lo desecharon porque las encuestas confirmaban, una tras otra, que el expresidente Trump le ganaba a Biden en todos los estados púrpura y que, además, el republicano le estaba arrebatando votos entre grupos que históricamente han sido columna del Partido Demócrata: jóvenes, afrodescendientes e hispanos.

En la mañana del domingo en el que el presidente finalmente anuncia a través de un comunicado que se retiraba de la carrera por la presidencia, una encuesta mostraba que Trump le llevaba la delantera a Biden por siete puntos en Michigan, un estado clave para los demócratas. Cifras como esta parecen haber impulsado a la élite del Partido, que según varios estrategas demócratas está en "pánico", a planear toda una conspiración para presionar al presidente y lograr que se hiciera a un lado.

Lo que hemos presenciado en las últimas semanas es una pelea sin escrúpulos por el poder, el rompimiento de todas las formalidades democráticas y sobre todo un insulto a los votantes demócratas. El Partido no solo ha ignorado las primarias, en las que Biden ganó por abrumadora mayoría, sino que además durante años, pero fundamentalmente en los últimos meses, hizo hasta lo imposible por esconder la situación de salud del presidente.

Biden pasará a la historia como uno de los presidentes que menor número de ruedas de prensa ofreció, y las pocas veces que lo hacía, usualmente no tomaba preguntas de los periodistas. Parece que la estrategia de su equipo de comunicaciones era simplemente esconderlo, y corregir los múltiples errores que cometía, ya sea editando las transcripciones o dando supuestas explicaciones sobre lo que en "realidad" quiso decir el mandatario.

Kamala Harris, quien probablemente será la candidata a la presidencia, puede ser una de las personas que más colaboró en lo que algunos ya han calificado de ser el mayor encubrimiento de la historia reciente del país. A la vicepresidente incluso la hemos escuchado en varias ocasiones decir que Biden era un hombre vigoroso y activo.

Pero si las encuestas hubieran ido bien, si Biden no estuviera perdiendo en todos los estados decisivos e incluso entre votante fieles como los afrodescendientes, seguramente no habríamos visto ni a Pelosi, ni a Obama, ni a decenas de legisladores presionar y mover todas sus fichas para lograr sacar a Biden de la carrera. La élite del partido hubiera seguido haciendo lo que hizo durante tres años y medio: mentir. Y decenas de periodistas hubieran seguido preguntándole al presidente, durante cuatro años más, cuál es su sabor favorito de helado.

El Partido Demócrata ha dejado claro que está dispuesto a mentir de la forma más descarada, a pasar por encima de las reglas del Partido, y a jugar las más sucias estrategias con tal de ganar las elecciones.

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