¿A quién le habló Trump en la convención libertaria?
Es Trump quien mejor representa al rebelde tema de la convención: "Conviértete en ingobernable". Oliver Chase no deja de ser un representante de la cultura políticamente correcta que ha permitido y fomentado las acciones autoritarias crecientes y desmedidas del gobierno
El discurso de Trump en la Convención Nacional Libertaria se convirtió en un evento de particular difusión y trascendencia, sobre todo para un partido que, con suerte, araña el 2% de los votos. Y esto es, para empezar, una victoria trumpista. El mensaje clave que el expresidente fue a entregar al cónclave fue simple: sólo yo puedo darles relevancia. La campaña de Trump conoce a la cúpula del partido, pero sabe también que la aquiescencia libertaria es mucho más importante que la que representa ese pequeño grupo de utópicos puristas, y fue a exponer esa discrepancia, tendiéndole un acuerdo de paz a los votantes libertarios silenciosos. Trump presentó un enfoque de relevancia vs. pureza, pero lo hizo con una actuación que mezcló su proverbial soberbia con una solapada, meditada y sorpresiva muestra de humildad y diestro pragmatismo.
Trump no encarna perfectamente los principios libertarios, pero su disposición a ir a una convención marginal siendo el candidato de uno de los partidos más importantes, y poner el cuerpo a los abucheos y a la discordia con tanta despreocupación, abierto a escuchar los insultos y adaptarse, seguramente le sumó simpatías. No se fue de esa convención con menos votos, le dio a los asistentes algunas sólidas promesas, un puente para la empatía y la esperanza que seguramente no obtendrán del candidato finalmente nominado.
En un evento sin precedentes, Donald Trump habló poco más de media hora ante un grupo naturalmente refractario, “ingobernable” como se autodenomina, poco amistoso y que alberga grandes rencores. Pero se paró ante ellos, bromeó, criticó, se exaltó y sonrió. Sugirió que los libertarios deberían unirse a su coalición si querían ganar, en lugar de conformarse con el "3 por ciento" de los votos que el partido recibe cada cuatro años. También enfatizó mucho el uso de la palabra "libertad" y evitó los tópicos de desacuerdo, enfocándose en políticas MAGA que tienen en común.
Poco antes, justamente Deroy Murdock, escribiendo en American Spectator, listó esos posibles tópicos comunes. La campaña de Trump parece haber tomado nota de esta argumentación del historial de Trump como presidente desde la perspectiva filosófica libertaria. Murdock destacó los recortes de impuestos de Trump, su postura frente al Obamacare, su negativa a iniciar guerras en el extranjero, su desregulación a gran escala, su reforma de la Justicia, etc. Y se preocupó en mostrar que sus credenciales libertarias eran mejores que las de Biden, o que por lo menos que él era el menos malo.
En cuestiones de defensa, Trump señaló que fue el primer presidente en décadas sin una nueva guerra bajo su mando, y el que puso bajo la lupa la gobernanza de la OTAN, además de ser quien se retiró del acuerdo nuclear con Irán. En temas de energía fue, en su nivel político, el más relevante cuestionador de la agenda climática, sacando a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, oponiéndose a los subsidios a las energías renovables, y apoyando el libre mercado en el desarrollo de combustibles fósiles. Promulgó recortes impositivos récord y redujo las regulaciones en cantidades sin precedentes. De nuevo, no hablaba para los líderes del partido, quería seducir a una minoría importante y silenciosa. Según diversas encuestas, como esta de YouGov, un porcentaje de entre el 10% y el 15% de los estadounidenses se consideran libertarios, pero el Partido Libertario no tiene ni la capacidad política ni la financiera que le permita capturar ese electorado. Trump, en su discurso, estaba hablándole a esa gente.
Por su parte, el Partido Libertario ha experimentado, como casi todas las instituciones norteamericanas, un corrimiento hacia la izquierda identitaria que lo pone en una situación complicada. La Convención terminó eligiendo como candidato a Oliver Chase, que representa claramente este corrimiento hacia la cosmogonía woke. Históricamente el partido basó su plataforma en la libertad civil y económica, pero su nuevo candidato se ha decantado hacia otras preocupaciones como apoyar las protestas de Black Lives Matter y abogar por la narrativa liberticida tanto del COVID como de las políticas de acción afirmativa de la agenda de género. Con Chase como nominado, es muy posible que Trump se lleve los votos de aquellos libertarios contrarios a esta progresiva intervención del Gobierno en los asuntos de la vida privada. Está por verse si la nominación de Chase no daña a la marca libertaria en sí misma, al corroer las mismas bases puristas filosóficas que lo pusieron allí en primera instancia. Para empezar, hay que observar que el 36% de los delegados votaron por “ninguno de los anteriores” para no tener que votar a Oliver.
Desde ya que existe una importante fricción entre Trump y los libertarios y es comprensible. Dos temas principales ponen distancia entre ambos lados: la apertura de fronteras y el libre comercio. Pero también existe, y con justa razón, otro resentimiento: los libertarios recuerdan las políticas pandémicas de Trump, uno de los mayores errores del expresidente. El discurso de Trump fue inteligente en ese sentido, ya que procuró exponer el complejo entramado de casos judiciales en su contra como un símbolo de su victimización por parte del deep state al que el libertarianismo a menudo culpa del totalitarismo del bienio covídico. Si esta jugada retórica rindió sus frutos, es difícil saberlo. Pero lo cierto es que del otro lado, los libertarios ven a Biden abrazado aún a la narrativa del COVID, y una nueva gestión demócrata es una amenaza concreta para la repetición de aquellos oscuros años de restricciones y abusos.
Por eso, incluso si Trump es repudiado por los libertarios registrados, muchos votantes libertarios de base tenderán a sopesar el mal menor. Los libertarios que asistieron a la convención son auténticos seguidores de su doctrina, pero el libertario de base es más pragmático, como lo demuestra en cada elección en la que no se decanta por el candidato postulado por la facción política. El Partido Libertario, fundado hace medio siglo, ha sido habitualmente la tercera fuerza de Estados Unidos, pero siempre ha sido pequeño, alcanzando su mayor récord en las elecciones de 2016 con el 3% de los votos, número utópico que Trump les auguraba con extrema generosidad. Pero su marca histórica apenas roza el dígito, sin embargo no es insignificante y, dado el sistema electoral norteamericano, podría inclinar el tablero en estados indecisos.
Si Trump logra atraer votantes libertarios podría ser crucial en una campaña reñida. Por eso les ha prometido poner a un libertario en su gabinete si gana un segundo mandato, algo que permite a los votantes libertarios ver en él una oportunidad de trascendencia que Oliver Chase les tiene definitivamente vedada. Es Trump y no Chase quien mejor representa al rebelde tema de la convención: "Conviértete en ingobernable". El candidato libertario no deja de ser un representante de la cultura sumisa y políticamente correcta que ha permitido y fomentado las acciones autoritarias crecientes y desmedidas del Gobierno federal, y de algunos Gobiernos locales, en Estados Unidos durante los últimos años.
Los libertarios, naturalmente, están preocupados por el avance de la cultura de la cancelación woke, del intervencionismo y de la alocada política inflacionaria de la que Joe Biden es vanguardia. Un segundo Gobierno del actual presidente sólo puede ir en la dirección de profundizar esos vicios y es difícil sostener la pureza libertaria cuando enfrente está la administración demócrata completado su colonización progresista en todas las instituciones y corporaciones estadounidenses, así como de los medios, del espectáculo, de las grandes tecnologías, de las redes sociales y del sistema judicial, educativo y de salud. Y, ciertamente, también esa colonización se representa en la elección del candidato Chase.
Cuando todo está al servicio de un movimiento totalitario, y la cultura occidental, único ecosistema en que es posible el libertarianismo, está en peligro, permanecer indiferentes a la única tabla de salvación es un mal negocio. Ese fue, ni más ni menos, el mensaje que Trump fue a entregar a la convención libertaria. En breve sabremos si se escuchó mejor que un puñado de abucheos.