Las confesiones de Cristina y el fin del kirchnerismo
La delincuente está entre la espada y la pared, sus reiteradas confesiones lo demuestran.
Por primera vez en la historia de Argentina, un vicepresidente en ejercicio ha sido condenado. El martes 6 de diciembre, Cristina Fernández de Kirchner (en adelante "la delincuente") recibió seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la causa denominada Vialidad. La condena, seis años menor a la solicitada por el fiscal, aún no es firme, por lo que todavía puede apelar. Los tiempos de la Justicia son lentos, razón por la cual puede decirse que esto recién empieza y puede durar años.
Eso sí, el hecho de que la delincuente robó mil millones de dólares (o más) no me lo tiene que decir el fiscal Luciani, que había pedido 12 años de prisión e inhabilitación perpetua por defraudar al Estado y por liderar una asociación ilícita. Sin embargo, lo que seguramente más le duela a la delincuente es el hecho de que también debe devolver 84.000 millones de pesos (alrededor de 480 millones de dólares) afanados a todos los argentinos.
La maquinaria del robo kirchnerista a través de la obra pública ya fue explicada y probada hasta el cansancio. Tampoco es tan compleja de comprender y ni siquiera la delincuente y su familia se esforzaron mucho en ocultarla. Sentían que su impunidad iba a ser eterna. No obstante, vale describir dicha maquinaria en pocas palabras: la familia Kirchner transformó en empresario a un empleado bancario, Lázaro Báez, a quien le daba gran parte de la obra pública con sobreprecios, y muchos de los trabajos no eran terminados. El dinero sobrante era devuelto a la familia Kirchner a través de alquileres de sus hoteles y misteriosas compras de sus propiedades. Todo, claro, con la ayuda de algunos funcionarios. Era realmente bastante burdo, al punto de que el secretario de Obras Públicas de Néstor y Cristina Kirchner, José López, apareció una madrugada en un convento con bolsos que contenían nueve millones dólares y un arma de guerra. Usted sabe, cosas que uno suele ver a diario. ¿Y qué decir del difunto Daniel Muñoz, secretario del difunto Néstor Kirchner (presidente delincuente del 2003 al 2007 y esposo de la delincuente), que misteriosamente pudo comprar propiedades por 70 millones de dólares en Estados Unidos y planeaba adquirir otras tantas por 500 millones en Turks y Caicos? Bueno, todo el entorno del kirchnerismo siempre ha sido así de modesto: aviones, yates, autos de alta gama, helicópteros, propiedades de lujo, empresas enteras, etc., en manos de un “jardinero”, un “chofer”, un “secretario” e infinidad de funcionarios; con la condición de que fueran leales a los delincuentes, por supuesto.
Le agradezco al fiscal Luciani por su tiempo, su explicación y su valentía, pero creo que los jueces también deberían empezar a tomar las palabras de la delincuente como una confesión. Claro, no es una confesión como las que están acostumbrados a escuchar; hay que saber leer entre líneas, pero sobre todo soportar alaridos, amenazas, risas irónicas, llantos, risas irónicas y alaridos de nuevo, etc. Bueno, ya saben, tal como se comporta cualquier persona seria y que tiene todas sus capacidades psíquicas en orden.
Sin embargo, la delincuente se encargó de escupir su odio habitual contra periodistas críticos, políticos opositores, jueces y fiscales. Señaló un presunto viaje al sur del país realizado por jueces federales, un ministro porteño, el procurador de la Ciudad de Buenos Aires y dirigentes del grupo mediático Clarín. La información fue publicada por el periódico oficialista Página 12.
El hecho de que la delincuente robó mil millones de dólares (o más) no me lo tiene que decir el fiscal Luciani, que había pedido 12 años de prisión e inhabilitación perpetua por defraudar al Estado y por liderar una asociación ilícita. Sin embargo, lo que seguramente más le duela a la delincuente es el hecho de que también debe devolver 84.000 millones de pesos (alrededor de 480 millones de dólares) afanados a todos los argentinos.
Duras las acusaciones de la delincuente, claro, pero respecto de la burda maniobra de corrupción pergeñada por el kirchnerismo dijo más nada que poco. Para que se comprenda bien, estimado lector, imagine que alguien le acuse, erróneamente, de haber hurtado dinero de una caja. ¿Cómo se defendería? ¿Diría que aquel que le acusa es un mafioso que sólo quiere perjudicarlo, o bien intentaría demostrar su inocencia? Piénselo.
Aparentemente, cuando la delincuente no logra mandar a sus lamebotas a apretar a jueces y fiscales se siente perdida. Cuando logra removerlos y ubicar a sus amigotes, de pronto parece que la Justicia funciona. Pero hoy no, claro; hoy está la “mafia judicial”. La delincuente, jefa de una banda de delincuentes, que manda a apretar a jueces, que lanza una amenaza tras otra, que robó enormes sumas de dinero en un país hundido en la miseria, etc., no tiene pelos en la lengua a la hora de tildar de “mafioso” a alguien. Una verdadera joya.
Esta no es la primera confesión de la delincuente, ya que, más allá de otras defensas de este tipo contra aquellos que investigan o investigaban sus robos, vale recordar cómo se comportó tras el asesinato de Alberto Nisman, el fiscal que apareció muerto misteriosamente en su apartamento luego de haberla acusado de encubrir a los responsables iraníes del atentado terrorista contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) de Buenos Aires (1994), que dejó 85 muertos. Tras el asesinato de Nisman, en enero del 2015, la delincuente dijo que lo mataron, luego que se suicidó, y el kirchnerismo lanzó una horrible campaña de desprestigio contra un muerto que ya no podía defenderse. Y todo esto, desde ya, sin dar el pésame a las hijas de Nisman. ¿Acaso no es una confesión? Después de todo, el fiscal sabía demasiado y no temía denunciar a la delincuente a pesar de todo el poder que ella tenía.
Argentina está podrida: la inflación rondará los tres dígitos cuando termine el año, la pobreza crece cada vez más, la delincuencia en las calles está descontrolada y el Gobierno del no-presidente Alberto Fernández está perdido y poniendo parches populistas a los desastres que hace. Bueno, nada nuevo bajo el sol argentino.
La Selección argentina le ha dado una mano al kirchnerismo y ha ganado el Mundial. Se cumplió el deseo de la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, que en una insólita confesión dijo que era preferible que al combinado argentino le fuera bien en Qatar que paliar la crisis. "Después seguiremos trabajando contra la inflación [porque] un mes no va a hacer una gran diferencia”. Pero la cortina de humo se termina inmediatamente después del Mundial y la realidad va a volver a verse en todo su esplendor. En fin, ya sabemos cuáles son las prioridades del Gobierno y cuál es su estrategia favorita: pan y circo.
Durante su ensayo de defensa tras ser condenada por la Justicia, la delincuente dijo a los gritos que no tiene pensado presentarse a otras elecciones. Muchos se preguntan cuál será el objetivo detrás de esa decisión. ¿Acaso la delincuente no necesita los fueros que le da la política para evitar la cárcel? Lo cierto es que, en caso de que la condena quede firme, la delincuente tendrá prisión domiciliaria y podrá victimizarse. No obstante, si se presenta a elecciones como presidente, seguramente sufrirá una humillante derrota de la que no quiere formar parte. De hecho, ya son conocidos por todos sus incansables intentos de alejarse de Alberto Fernández, como si este no fuera su Gobierno y Alberto su títere. Sus defensas políticas sólo las escucha el 20% del núcleo duro de focas que la aplaude sin importar lo que haga o diga. Sin embargo, es conveniente no creer el 90% de sus dichos y el 10% restante tomarlo con pinzas.
La delincuente está entre la espada y la pared, sus reiteradas confesiones lo demuestran. Sólo le queda tomar la decisión menos mala. La impunidad y el kirchnerismo se acabaron y ya no tiene alternativa.