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La peligrosa ilusión de amistad con Qatar y otros 'aliados' hostiles

El mismo país que alberga aviones de guerra estadounidenses alberga a los enemigos de Estados Unidos.

Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar.

Tamim bin Hamad Al Thani, emir de Qatar.Gavriil Grigorov / AFP

Estados Unidos sigue aferrándose a la ficción de que países como Qatar, Turquía y otros de la región son socios estratégicos, a pesar de las abrumadoras pruebas de que estos estados socavan los intereses de EEUU, financiando a extremistas y desestabilizando Oriente Medio. La ilusión de amistad no sólo ha nublado el juicio estadounidense, sino que ha puesto activamente en peligro las vidas de nuestros aliados y de nuestras propias tropas.

Ya es hora de poner fin a esta farsa.

Washington llama socio a Qatar, pero en realidad es el actor más tramposo del mundo. Washington mantiene una extensa presencia militar en la base aérea de Al Udeid, que utiliza como plataforma de lanzamiento de operaciones en toda la región. A cambio, Qatar financia a Hamás, acoge a los talibanes y da espacio a la retórica antioccidental en su cadena financiada por el estado Al-Jazeera. Ningún analista serio de política exterior puede negarlo: el mismo país que alberga aviones de guerra estadounidenses alberga también a los enemigos de Estados Unidos.

El papel de Qatar como principal benefactor de Hamás no es especulativo; está bien documentado. Tras la masacre dirigida por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, el prolongado apoyo del país árabe al grupo fue puesto en el punto de mira mundial. En lugar de enfrentarse a sanciones, Doha sigue siendo tratado como mediador, a pesar de su evidente parcialidad y complicidad. ¿Por qué confiamos a un patrocinador de Hamás la negociación de un alto el fuego? Eso no es diplomacia. Es ilusión.

Turquía, otro supuesto aliado, ha adoptado cada vez más una postura islamista y antioccidental bajo la presidencia de Recep Tayyip Erdoğan. Miembro de la OTAN solo de nombre, Turquía ha comprado armas a Rusia, ha acosado a aliados estadounidenses como los kurdos y ha permitido que elementos yihadistas operen en su suelo o a través de él.

El apoyo de Ankara a Hamás y su hostilidad contra Jerusalén forman parte de un giro más amplio hacia el islamismo autoritario. Turquía da cobijo a miembros de la Hermandad Musulmana, acoge a Sami Al-Arian, partidario confeso del terrorismo, amplifica las conspiraciones antisemitas y se posiciona como defensora de causas diametralmente opuestas a los valores democráticos occidentales. Si esto es amistad, ¿cómo será la enemistad?

Aún más desconcertante es la disposición de Estados Unidos a tratar al nuevo régimen de Siria, ahora dirigido por Ahmed al-Sharaa, como si fuera un socio creíble en la estabilidad regional. Aunque al-Sharaa llegó al poder tras encabezar la ofensiva que derrocó a Bashar Assad, su liderazgo del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham suscita graves preocupaciones por el extremismo sectario y la intolerancia.

En los últimos días, las fuerzas sirias bajo su mando han lanzado asaltos contra la comunidad drusa en el sur de Siria, lo que ha llevado a Israel a intervenir militarmente en su defensa. Al parecer, los ataques aéreos israelíes contra posiciones militares sirias se llevaron a cabo para proteger a los asediados drusos, lo que pone de relieve la voluntad de Jerusalén de actuar unilateralmente cuando las minorías se ven amenazadas.

Mientras tanto, las fuerzas estadounidenses permanecen en Siria bajo reglas de enfrentamiento tan restrictivas que no pueden responder de manera significativa a las amenazas cambiantes, invitando a una mayor inestabilidad y derramamiento de sangre.

La guerra contra el terrorismo siempre ha exigido claridad moral. Hoy, esa claridad exige reconocer que estamos alimentando al enemigo -militar, financiera y diplomáticamente- mientras fingimos que estamos alimentando a nuestros amigos.Stephen M. Flatow

Existe aquí un fallo estratégico más amplio: la suposición de que el compromiso, los lazos económicos o los intereses militares compartidos bastan para domar a los adversarios ideológicos. Esta doctrina de frenemy (amigo-enemigo) ha fracasado repetidamente. Supone que las asociaciones transaccionales producirán una alineación a largo plazo con los objetivos de Estados Unidos. En realidad, estos acuerdos han financiado el extremismo, recompensado el mal comportamiento y alienado a nuestros verdaderos aliados, en particular a Israel.

Hemos interpretado mal el tablero de juego. Qatar no es un intermediario neutral. Turquía no es una democracia occidental. Siria no es una fuerza estabilizadora. Estos regímenes se aprovechan del deseo de diálogo y diplomacia de Occidente mientras financian a nuestros enemigos y debilitan nuestras alianzas.

Estados Unidos debe dejar de confundir geografía con lealtad. Que nuestras bases estén en su suelo no significa que sus intereses coincidan con los nuestros. Debemos:

1. Condicionar la cooperación militar y financiera a acciones cuantificables contra los grupos terroristas.

2. Sancionar a los regímenes e individuos que financian o dan cobijo a extremistas.

3. Reconstruir alianzas estratégicas con socios dignos de confianza, especialmente Israel y los Estados árabes moderados que han abrazado la normalización y la paz.

4. Retirarse de las estrategias de compromiso fallidas que asumen que estos actores hostiles pueden ser "manejados" únicamente a través de la diplomacia.

La guerra contra el terrorismo siempre ha exigido claridad moral. Hoy, esa claridad exige reconocer que estamos alimentando al enemigo -militar, financiera y diplomáticamente- mientras fingimos que estamos alimentando a nuestros amigos.

No es solo un error estratégico. Es una traición a los valores estadounidenses, a los aliados y a la causa de la paz.

© JNS

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