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ANÁLISIS

Un mes con León XIV: un nuevo estilo de comunicar con un mensaje de unidad y búsqueda de la paz

Prevost ha desarrollado un estilo propio, alejado de la hiperactividad de Francisco, aunque sus primeros pasos aún no permiten discernir si su papado continuará la dinámica iniciada por Bergoglio.

León XIV, en su primer paseo en papamóvil en la Plaza de San Pedro

León XIV, en su primer paseo en papamóvil en la Plaza de San PedroAFP

Israel Duro
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El 8 de mayo de 2025 el cardenal Robert Prevost se convertía en el papa León XIV. Cuando se cumple un mes de elección, el nuevo pontífice ha dejado claro que su estilo es diametralmente opuesto en cuanto a la forma de comunicar de Francisco y sus dos grandes prioridades: la unidad de la Iglesia Católica y la búsqueda de la paz.

Un estilo propio, discreto, sin cambios en el organigrama de Francisco

Con todo el mundo pendiente de sus gestos y palabras en búsqueda de pistas que apunten a un continuismo o ruptura con los cambios introducidos por su predecesor, León XIV ha sabido marcar su propio sello alejado de la búsqueda de titulares y chascarrillos de Francisco, pero con claridad y contundencia.

Hasta el momento, más allá de su posicionamiento incondicional en pro de una "paz desarmante", sus mensajes o decisiones aún no permiten discernir hacia dónde camina su papado. Sus guiños a la familia formada por un hombre y una mujer, que algunos ven como rompedores, no se alejan en realidad de los postulados de Francisco, y se mantienen en línea con lo que Prevost siempre ha declarado.

Tampoco se han producido nombramientos reseñables que puedan mostrar el perfil de personas con quien quiere contar. El gran cambio hasta la fecha ha sido la salida del polémico cardenal  Vicenzo Paglia como Gran Canciller del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia y como presidente de la academia por la Vida.

Sin embargo, el cese de Paglia se ha producido porque el veterano cardenal ha llegado a los 80 años, por lo que debe presentar la renuncia obligatoriamente. Sus sustitutos, en realidad, han sido los segundos en el escalafón: el cardenal Baldassare Reina para el Juan Pablo II y Renzo Pegoraro en la Academia.

Denuncia de la "lógica de la exclusión"

La celebración del primer mes coincide con la celebración de Pentecostés, la fiesta con la que los cristianos celebran el envío del Espíritu Santo sobre los apóstoles y su envío a evangelizar al mundo. Un momento que llama a la unión de los creyentes y a la universalidad frente a la ruptura que surgió de Babel con la confusión de las lenguas.

Prevost dedicó la homilía a denunciar lo que llamó "la lógica de la exclusión", que vinculó a "nacionalismos políticos", haciendo una llamada a poner en práctica “el mandamiento del amor”, permitiendo que “el Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio” en un mundo desgarrado por guerras y migraciones forzadas.

"Donde hay amor no hay espacio para los prejuicios, para las distancias de seguridad que nos alejan del prójimo, para la lógica de la exclusión que vemos surgir desgraciadamente también en los nacionalismos políticos. El Espíritu rompe las fronteras y abate los muros de la indiferencia y del odio. La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber ni olvidados ni despreciado".

La paradoja de hombres aislados en medio de una sociedad hiperconectada

León XIV también alertó de la paradoja de una sociedad cada vez más conectada, con un hombre que, sin embargo, cada vez es más individualista, más egoísta, rehuyendo al otro: “El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo. Es triste observar cómo en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de establecer vínculos, siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios”.

Un individualismo que también intoxica las relaciones interpersonales, especialmente entre las parejas, por el deseo de dominio sobre el otro:  “Pienso también —con mucho dolor— en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y recientes casos de feminicidio”.

Sin embargo, “cuando el amor de Dios mora en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto” recordó el Pontífice, que subrayó que el Espíritu actúa también entre las personas, transformando aquellos peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos y los prejuicios".

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