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¿Por qué dar la vida por la Libertad? Navalny responde desde la ultratumba con su autobiografía póstuma 'Patriota'

El 'hombre más temido por Vladimir Putin' dedicó sus últimos años a dejar testimonio de su batalla contra el autócrata ruso. El libro responde preguntas sobre su lucha y motivación.

Fotografía de un Memorial para honrar a Alexei Navalny

Memorial para honrar a Alexei NavalnyCordon Press

Alexei Navalny murió dos veces por la Libertad. La primera, envenenado con novichok en un avión de Tomsk (Siberia) a Moscú. La segunda, en una colonia penitenciaria inhóspita, remota e incomunicada (o, en términos rusos, siberiana).

Tras meses de rehabilitación en Alemania (una secuencia de dolores, alucinaciones y ejercicios para reaprender su propio nombre, cómo escribir, quién era su esposa…), Navalny decidió retornar a las garras del régimen que lo había asesinado la primera vez. ¿Por qué volvió para la segunda?

Vladimir Putin había mandado a matarlo una vez, podía hacerlo otra. Y otra, y otra y otra… ¿Por qué ponerse a su merced?

¿Autoengaño? ¿Optimismo desenfrenado? ¿Vocación de mártir? No era un cordero manso o menso, pronto a acostarse sobre la pira. En los primeros minutos de su oscarizado documental (Navalny, 2022) descarta todas aquellas hipótesis simplonas: Alexei, le preguntan… Puede que te desagrade… Si te mataran, si lo lograran, ¿qué mensaje le dejarías al pueblo ruso? Venga ya, Daniel, replica. Parece que estuvieras haciendo una película por si muero… Estoy dispuesto a responder [lo hace más adelante], pero, por favor, que la película sea otra.

"La buena nueva de Navalny es que 'Rusia será feliz'. No sólo próspera, ordenada… Feliz".

No lo fue. Las autoridades de la infame cárcel de Yamalo-Nenets notificaron la muerte del hombre más temido por Putin, como le llamaban sus aliados, el 16 de febrero de 2024. ¿Por qué volvió a Rusia, si…?

Ocho meses después de su muerte, poco más de siete pasados desde su entierro, el mismo Navalny nos ofrece una respuesta de 600 páginas en su autobiografía póstuma Patriota (Ediciones Península, 2024). El texto nos abre las puertas de su pensamiento y de las letales prisiones donde estuvo recluido tres años (llegando así donde no lo hace el recomendabilísimo documental).

El autorrelato de la vida del disidente ruso se construye a partir de capítulos al uso, breves apuntes a modo de bitácora de prisión, posteos en Instagram, transcripciones de sus declaraciones en juicios a la vez regulares (en frecuencia) e irregulares (en procedimiento). Aquel arreglo, obligado porque escribe mientras vive, da un ritmo cambiante, trepidante o pausado, acorde. Pero ni los capítulos más reposados están escritos desde la comodidad de la retrospectiva y el retiro. Escribe desde una hospitalaria habitación germana, donde se recupera del novichok; escribe desde una celda rusa, donde requisan el papel o, si quieren, no lo entregan a sus abogados. 

El patriotismo según Navalny

A cada intento de asesinato del líder opositor corresponde una vida; a cada vida, una lucha. La primera es su lucha pública, segada por el agente nervioso patente del Kremlin. La segunda, vuelto a la madre Rusia, tres años encarcelado, es su lucha privada, interna. El corte, por supuesto, no es limpio: sus campañas electorales y anticorrupción están nutridas de copiosa reflexión personal, y desde prisión también tiene alguna llegada al exterior mediante declaraciones judiciales y conversaciones con sus abogados. Mas las acciones de su campaña por la Libertad quedan tan recluidas como él mismo: responder a conciencia el tropel de cartas de apoyo, no gritar al guardia de seguridad que tiene por profesión matarle el espíritu poco a poco, celebrar como pueda su aniversario de casado. Escribir su autobiografía.

Sin desmerecer a su primera vida (interesantísima), su segunda es el aporte más sorprendente, más precioso de Patriota. Porque, atenuada su acción, resplandece una verdad muchas veces tapada en la lucha contra el delirio deslumbrante de las dictaduras: es tan externa como interna.

Durante uno de sus tantos juicios, el disidente pregunta a la jueza, los fiscales, los acusadores, por qué "están constantemente mirando hacia la mesa". Culpa, responde, sienten culpa. Y explica: "Esta es una batalla por los corazones y las mentes de aquellos que se quedan mirando la mesa y se encogen de hombros".

Así Navalny distingue al ruso de Putin, a la patria del Estado. Así puede reclamar, para sí mismo, el título de Patriota.

Y aquí, la buena nueva de Navalny: "Rusia será feliz". No sólo próspera, ordenada… Feliz. El cambio que promueve es íntimo además de público, en "los corazones y las mentes". Él mismo pone en práctica esta sonrisa que desentona con el lúgubre sistema carcelario que intenta apagarlo. Su humor, que rezuma en entrevistas, publicaciones en redes y videos de la Fundación Anticorrupción, se encuentra sembrado por toda la autobiografía, incluso en sus últimos momentos ("Soy vuestro nuevo Santa Claus", se mofa de su barba de 20 días en la cárcel ártica que le dará muerte). (Quizás esperable, por otro lado, en alguien que mostraba tanto entusiasmo por Rick and Morty como por los clásicos). 

Un porqué

Ofrece muchas respuestas al porqué puntual de su vuelta y al porqué general de su activismo. Tiene tanto de racional como de emocional, quizás incluso espiritual y sin duda religioso. Aunque la biografía sirva para intentar desenmarañar, vale la pena cuestionarse el propio formato: ¿alcanzan 600 páginas para explicar una vida?, ¿encierra un relato, acaso, alguna vez, el fenómeno completo?

A veces apela al deber cívico o político (les prometió volver a los votantes, quienes necesitan que al menos un líder que no les mienta), a veces al amor a sus allegados y su sensación de arraigo, a veces a la religión. Distintos idiomas para una misma idea. De todas, una:

"Navalny, por qué dice todo el mundo que 'seas fuerte', que 'no te rindas', que 'no desfallezcas', y que aprietes los dientes", cita desde prisión una carta de un simpatizante: "¿No dijiste un día que crees en Dios? Pues la Biblia dice: 'Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados'. Y es fantástico… ¡porque tú lo has conseguido!".

"Y yo pensé", escribe Navalny: "¡Caramba! Qué bien me entiende esta persona".

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