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La fuerza de Estados Unidos para la libertad

Si Norteamérica no hubiera derrotado a Japón, un escenario probable sería una China subyugada durante generaciones, víctima de crímenes incalificables que el Japón Imperial habría mantenido como una cuestión de política gubernamental.

(Wikimedia Commons)

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A principios de este mes, un lector del Instituto Gatestone, Goh Heung Yong, envió un comentario en el que señalaba:

Nadie debe olvidar que fue la fuerza de Estados Unidos para la libertad la que liberó a casi toda Asia de la ocupación japonesa. Su poder para la paz liberó a media Europa y mantuvo a raya el avance depredador de Stalin. Estados Unidos sigue siendo ese faro brillante de libertad y existencia civilizada.

Su astuta observación revela una serie de importantes ideas sobre el papel histórico de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque a menudo centramos nuestra atención en el teatro de operaciones europeo, América libró una guerra en dos frentes. El teatro del Pacífico fue literalmente una lucha hasta el final: nuestros Marines, el Ejército, la Armada y el Cuerpo Aéreo del Ejército crearon un anillo de acero alrededor del Imperio japonés, que estaba decidido a luchar por cada centímetro cuadrado de tierra. Estados Unidos ganó a un costo enorme, y sólo el uso de dos armas atómicas puso fin al conflicto.

Lo que pocos estadounidenses aprecian es el camino de destrucción y la letanía de crímenes de guerra cometidos por el imperio japonés en toda su zona de ocupación, que incluía enormes franjas de China.

Los historiadores han documentado sus crímenes, que incluyeron reiteradas masacres de civiles y prisioneros de guerra, esclavitud sexual, experimentación humana, trabajos forzados y hambruna. Aunque esos crímenes se produjeron en todos los territorios asiáticos ocupados por los soldados del emperador, China se llevó la peor parte del asalto nipón a la humanidad. Los historiadores estiman que entre 1937 y 1945, casi 4 millones de chinos, en su mayoría civiles, murieron como consecuencia directa de la violencia japonesa.

Entre los horribles ejemplos de las atrocidades niponas figura la masacre de Nankín, donde, en la capital china de la época, los civiles soportaron seis semanas de violaciones masivas, saqueos, incendios provocados y asesinatos a manos de las fuerzas japonesas.

Si Estados Unidos no hubiera derrotado a Japón, un escenario probable habría sido ver a China subyugada durante generaciones, víctima de crímenes incalificables que el Imperio del Japón habría mantenido como una cuestión de política gubernamental.

No es una ironía menor que una nación que ahora pretende enfrentarse a Estados Unidos mediante una velada confrontación militar, espionaje industrial e intimidación contra quienes abrazan la democracia, fuera rescatada por los estadounidenses de los horrores del Japón imperial hace casi 80 años. Goh Heung Yong no lo pasó por alto, tampoco debería hacerlo Pekín.

© Gatestone Institute

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