Los orígenes del ESG: la confluencia de grandes entidades financieras y políticos que no han sido votados

Medio ambiente, sociedad y gobernanza, tres ámbitos para la confluencia del capitalismo financiero y la Agenda 2030.

Estamos acostumbrados a que caigan, como bombas en un campo de batalla, nuevas políticas sobre las que hay un consenso en el ámbito de la gestión pública y de los medios de comunicación, sin que recordemos un debate en el que haya participado la gente. Una de esas políticas es la de los criterios ESG, acrónimo de medio ambiente (Environment), sociedad (Society) y gestión o gobernanza (Governance). 

En realidad, son criterios que quedan muy lejos de las decisiones de la vida diaria de la inmensa mayoría de nosotros; se trata de condicionamientos a la hora de invertir de las empresas grandes o muy grandes. Pero esas decisiones acaban afectándonos. En la actualidad, se gestionan 41 billones de dólares, y en 2025 se gestionarán 50 billones, dos veces el PIB de los Estados Unidos. ¿Qué es la ESG y cómo se gestó?

La agenda de la izquierda

Michelle Cordero, gestora de contenido digital de Heritage Foundation, lo define así

Es un sistema de clasificación que las empresas, tal vez incluso su lugar de trabajo, están utilizando para impulsar la agenda de la izquierda. Piensa en ello como una puntuación de crédito. Si no obtienes una puntuación lo suficientemente alta en su medidor de woke, podrías ser cancelado. 

Lo de la puntuación en función de la cercanía a la ideología oficial, que le da al ESG un carácter de capitalismo a la china, llegó muy recientemente, no desde el principio. En ese origen no están los políticos; ellos llegaron después. El comienzo está en los bancos, las grandes empresas de seguros y las mayores gestoras de fondos. 

La primera mención oficial se produce en 2006, en el informe de Naciones Unidas Principles for Responsible Investment (PRI). Pero antes de esa mención hay varios actores que ya han ido preparando el terreno.

Bancos, aseguradoras y fondos de inversión

Por lo que se refiere a los actores, Finance Initiatives de la UNEP (Naciones Unidas) congrega desde 1991 a las principales empresas bancarias y aseguradoras del mundo. La institución ha creado un Grupo de Trabajo de Gestión de Activos, formado por 12 de las principales empresas, dedicado a fijar criterios sobre la responsabilidad de las inversiones, y el impacto social y medioambiental. 

Otro agente de los más relevantes es la International Corporate Governance Network, que agrupa a más de tres centenares de fondos desde 1995 y se planteaba unir a los gestores en torno a unos principios comunes. También está Just Pensions, que agrupa a varios fondos de inversión británicos, había manifestado su intención de que las inversiones del capital que controlan “contribuyan a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en la mejora del impacto social y medioambiental del comercio internacional y de la inversión en los países en desarrollo”. 

World Economic Forum

Por lo que se refiere a los informes, el primero de ellos es el que está basado en una encuesta realizada a varios CEO, del World Economic Forum en 2003, titulado Values and Value: Communicating the strategic importance of corporate citizenship to investors. El informe reconoce una decepción con la Inversión Socialmente Responsable (SRI) por lo que consideran falta de ambición. 

"A nuestros inversores no les importa" se ha convertido en un estribillo común tanto de las empresas líderes, que se han visto frustradas por la falta de apoyo de los inversores a sus esfuerzos por mejorar el rendimiento social y medioambiental, como de las empresas rezagadas, felices de tener una excusa preparada para su falta de inversión y visión en este ámbito.

Quienes están detrás de este impulso por reforma el RSI son “un grupo de Tesoreros y Fideicomisarios de Estados y Ciudades de los EE.UU., con responsabilidad fiduciaria sobre algunos de los mayores y más influyentes fondos de pensiones de Estados Unidos”. Lo más llamativo del informe es que acuña el concepto de “empresa ciudadana”, aunque no llega a definir en qué consiste. 

18 entidades financieras

Los dos pasos casi definitivos son los que se dan con los informes Who cares wins, de 2004, y el Freshfield, de 2005. Merece la pena detenerse en quién está detrás: 18 instituciones financieras de 9 países distintos. Son ABN, Amro, Aviva, AXA Group, Banco do Brasil, Bank Sarasin, BNP Paribas, Calvert Group, CNP Assurances, Credit Suisse Group, Deutsche Bank, Goldman Sachs, Henderson Global Investors, HSBC, Innovest, ISIS Asset Management, KLP Insurance, Morgan Stanley, RCM (Allianz), UBS, y  Westpac. 

El informe Freshfield es un encargo de UNEP al despacho de abogados Freshfield Bruckhaus Deringer, una de las firmas que forma parte del “círculo mágico”, formado por los cinco principales despachos de Londres. Este informe es importante porque otorga una base ideológica para el cambio del SRI al ESG. 

Más allá de la ley

El informe señala que “muchas personas se preguntan de qué sirve un porcentaje o tres más de patrimonio si la sociedad en la que van a disfrutar de la jubilación y en la que vivirán sus descendientes se deteriora”. 

Lo cierto es que si uno se pasea por la web Our World In Data no es fácil encontrar motivos para pensar que vamos a peor, y muchos para pensar exactamente lo contrario. Las malas noticias suelen estar vinculadas a los políticos, como el deterioro de la democracia en el mundo. Pero las noticias suelen ser buenas, y cuentan una y otra vez la misma historia: a medida que nos hacemos más ricos en capital y en conocimiento, vamos mejorando. La polución es un claro ejemplo. También la recuperación de ciertas especies animales, o de los bosques: podemos ser la primera generación que logra que aumente la superficie forestal en muchos siglos. O podemos hablar de la pobreza en términos históricos.

Todo ello se ha logrado por medio de sociedades que otorgan una amplia libertad dentro de la ley. El informe Freshfield hace otro planteamiento muy distinto: 

En nuestro negocio, el negocio de las inversiones, la conducta ética va más allá de no infringir la ley y consiste en interpretar adecuadamente lo que es mejor para los ahorradores, que son los beneficiarios últimos de los fondos institucionales que nos encargan supervisar o gestionar. Aquí es donde surgen las cuestiones interesantes relativas a la responsabilidad fiduciaria: ¿el interés superior de los ahorradores debe definirse únicamente como su interés financiero? Si es así, ¿con respecto a qué horizonte? ¿No hay que tener en cuenta también los intereses sociales y medioambientales de los ahorradores? 

Un modelo chino para el capitalismo

El cambio definitivo llegó en 2020, cuando el World Economic Forum y el International Business Council, bajo el liderazgo de Brian Moynian, crean un modelo chino para el capitalismo mundial: la creación de un sistema de puntuación para valorar a cada empresa en función de cómo se acerque a los objetivos fijados para la ESG. Así como los “ciudadanos chinos” tienen un sistema de puntuación que condiciona su vida, bajo la observación de un Estado panóptico, las “empresas ciudadanas” están sometidas a una puntuación en función de su cercanía a un conjunto de criterios. 

Las empresas encargadas de fijar los criterios fueron las cuatro grandes consultoras, que se encargaron cada una de un área: Los principios de la gobernanza (Deloitte), el medio ambiente (PwC), la gente (KPMG) y la prosperidad (Ernst & Young). 

La iniciativa se plasma en el informe Davos Manifesto 2020: The Universal Purpose of a Company in the Fourth Industrial Revolution. Las consultoras fijaron 34 indicadores con los cuales medir la fidelidad a los principios EGS tanto de inversores como de empresas y de países. Varios de esos indicadores están vinculados a la Agenda 2030.

Argentina, modelo de ESG

El país número uno del mundo en el índice ESG es Finlandia, seguido por Suecia, Islandia, Noruega y Suiza. Australia, sexto, y Nueva Zelanda, octavo, son los primeros países no europeos del índice. Les acompañan en los diez primeros puestos Dinamarca y Portugal. 

El índice ESG es difícil de interpretar, en ocasiones. Porque los Estados Unidos ocupan el puesto 46 del mundo, por debajo de Argentina (36), que en principio no es una economía o una sociedad que suela referirse como un ejemplo de buena gestión. Venezuela ocupa el puesto 131, y Cuba el 105.