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ANÁLISIS

Sanear las finanzas vaticanas, el reto menos espiritual de León XIV

Prevost deberá afrontar un importante déficit en las cuentas del Vaticano, así como la precaria situación del fondo de pensiones, mientras caen los ingresos procedentes de las diócesis y los donativos de los fieles en medio de la falta de transparencia contra la que empezó a luchar Francisco.

León XIV, en su primera aparición tras su elección

León XIV, en su primera aparición tras su elecciónAFP

Israel Duro
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León XIV se enfrenta a una serie de retos increíbles como cabeza de la Iglesia Católica. Sobre sus hombros recae la tarea de marcar el rumbo de los fieles bien en pos de las reformas de Francisco en muchos de los temas sociales y doctrinales o hacia posiciones más conservadoras. Pero no es menos pesada la carga de sanear las finanzas vaticanas, una labor que sus dos predecesores comenzaron sin conseguirlo.

La situación de la economía del Vaticano es compleja y preocupante. La riqueza de la Iglesia Católica se mide en obras de arte y patrimonio, pero el pequeño estado tiene un preocupante déficit de liquidez. A pesar de los miles de millones en los que podría tasarse las maravillas que guarda, las cuentas de la Iglesia ponen un valor de un euro a obras de arte de tasaciones astronómicas. 

Un símbolo de que la riqueza material no es lo principal para esta institución. A pesar de la valoración minimalista, el Vaticano se ve obligado a desembolsar unas cantidades importantes en la conservación y los seguros de este patrimonio, del que no piensa desprenderse como fuente de ingresos.

Las diócesis y los donativos, principales fuentes de ingresos

Los ingresos proceden principalmente de la colaboración financiera de las diócesis de todo el mundo -especialmente de las estadounidenses, las más ricas-, de donaciones de los fieles -sobre todo a través del Óbolo de San Pedro-, el turismo y las entradas a los museos vaticanos.

Además, recibe ingresos procedentes de la gestión inmobiliaria de la Iglesia Católica -cuenta con propiedades en Gran Bretaña, Francia y Suiza, además de Italia, principal país inversor, especialmente Roma, con el 92% de las unidades inmobiliarias, que van desde edificios hasta oficinas, tiendas y restaurantes- y una cartera de inversiones de unos 1.900 millones de dólares

El propio Francisco, poco sospechoso de ser un defensor de los lujos, justificó la necesidad de invertir el dinero para que al menos no perdiera valor inmovilizado aunque se ganara poco con ello.

Caída de donaciones y de la colaboración de las diócesis

Con la caída de las donaciones, y con la aportación de las diócesis estadounidenses debilitándose como consecuencia de las millonarias cantidades que ha debido desembolsar a causa de sentencias por abusos de menores, la situación se ha vuelto aún más acuciante para el máximo responsable de la Iglesia Católica. 

Benedicto XVI creó una Unidad para vigilar el blanqueo de dinero y y pidió a Moneyval, el organismo que vigila delitos financieros de la Unión Europea, que escrutara las cuentas. Entre las nuevas medidas, el Banco Vaticano empezó a publicar informes anuales. Sin embargo, Moneyval señaló en 2012 que las cuentas de la Iglesia Católican suspendían al menos en la mitad de las normas financieras, en especial en lo referente al lavado de capitales y a la prevención de la financiación del terrorismo.

Francisco ocupó la silla de San Pedro poco después de que el Banco de Italia bloqueara todos los pagos electrónicos en la Ciudad del Vaticano, en vista de que la transparencia financiera no se abría paso. Esta medida suponía que los turistas del pequeño estado no podían sacar dinero de los cajeros ni pagar con tarjeta.

Las reformas inacabadas de Francisco

El papa argentino dio pasos importantes para, al menos, reducir los gastos. Así, redujo hasta en tres ocasiones el sueldo de los cardenales. En 2023, además, anunció que el Vaticano dejaría de proporcionar alojamiento a bajo precio a sus altos funcionarios. Tras el último balance de las finanzas, ese mismo año, que arrojaban un déficit de más de 92 millones de dólares-y que en 2024 estaría en torno a los 77,8 millones de dólares- Francisco exigió a los dicasterios un calendario riguroso para "alcanzar el déficit cero".

Otro de los grandes problemas es el sistema de pensiones del Vaticano, que obligó a Francisco a publicar una carta alertando de "un grave desequilibrio prospectivo" y anunciando la necesidad de adoptar "decisiones difíciles". Sin embargo, murió antes de poder concretar a qué se refería o implementar nuevas medidas. Unas decisiones que quedan ahora en manos de León XIV.

Opacidad y falta de preparación

La principal dificultad que enfrentará Robert Prevost será la opacidad y la falta de preparación de los responsables de las cuentas de los dicasterios. Cuando el Vaticano, de la mano de Francisco, contrató a Libero Milone, un antiguo ejecutivo de Deloitte como auditor interno, éste describió situaciones como una monja llevando las cuentas de uno de los ministerios de la Iglesia Católica con lápiz y en papel.

Su trabajo acabó de la peor manera posible. En 2017 denunció que habían entrado en su ordenador y fue acusado por el cardenal Becciu de "espiar al papa", por lo que fue despedido fulminantemente. En varias entrevistas, Milone ha advertido de que si no se toman en serio las necesarias reformas y la transparencia, el Vaticano se verá abocado a una crisis de magnitudes gigantescas.

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