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¡QUE CAIGA TRUMP AUNQUE CAIGA LA CONSTITUCIÓN!

Están dispuestos a sacrificar los derechos constitucionales, las libertades civiles, los principios y el imperio de la ley con tal de parar al expresidente.

El presidente Donald Trump en el escenario de Tampa aplaudiendo en julio de 2022

(Cordon Press)

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Hay un movimiento en marcha para hacer caer a Trump a cualquier precio. El objetivo es impedir que se presente en 2024. Son muchos los que están dispuestos a recurrir a cualquier medio para alcanzar lo que consideran un objetivo necesario y admirable. "La democracia está en juego", afirman. Están dispuestos a sacrificar los derechos constitucionales, las libertades civiles, los principios y el imperio de la ley con tal de parar al expresidente Donald Trump.

Este es un argumento que me resulta familiar. Luché contra él en la década de 1950, cuando personas decentes que creían que el comunismo era un grave peligro para la democracia estaban dispuestas a pisotear los derechos constitucionales de supuestos comunistas y compañeros de viaje a fin de evitar que destruyeran nuestra democracia.

Aunque entonces el temor era más exagerado que ahora, existía una auténtica preocupación por la creciente influencia del comunismo en todo el mundo. La Unión Soviética controlaba toda Europa del Este y estaba haciendo incursiones en Europa Central y América Latina. Los comunistas controlaban China. Nikita Jrushchov proclamaba jactancioso : "Os vamos a enterrar". Había preocupación, aunque exagerada, por la influencia del comunismo en los medios de comunicación, el mundo académico y la burocracia de EEUU. El macartismo pretendía acabar con esos comunistas y evitar la propagación de su programa antidemocrático. Los macartistas, incluso algunos moderados, estaban dispuestos a destrozar la Constitución en aras de lo que consideraban un noble objetivo prodemocrático.

Hoy el miedo es el trumpismo. Muchos de mis amigos izquierdistas lo temen tanto como muchos de la derecha temían el comunismo en los años 50. Y puede que tengan razón. Pero no lo suficiente como para destruir un siglo de progreso en materia de libertades civiles, libertad de expresión, garantías procesales e imperio de la ley. Ahora aparecen con frecuencia artículos en los principales medios de comunicación que exigen comprometer derechos importantes con tal de atrapar a Trump. Sam Harris dijo esencialmente que estaba dispuesto a acabar con la democracia para salvarla. Sus peligrosas palabras son muy elocuentes sobre el accionar de muchos en la izquierda dura. Mi antiguo colega Laurence Tribe, que enseñó Derecho Constitucional durante medio siglo, parece ahora dispuesto a convertir la Constitución en un arma al servicio de su sectario afán por atrapar a Trump. Increíblemente, ha abogado por procesar a Trump por el "intento de asesinato" de su entonces vicepresidente Mike Pence. Hacerlo requeriría ampliar retroactiva e inconstitucionalmente la ley para que se ajuste a las acciones e inacciones que tomó Trump con respecto a Pence. Pero por lo visto eso no le importa a Tribe y a sus seguidores, que se preocupan más por sus nobles fines que por los innobles medios que están dispuestos a emplear.

Mientras el objetivo sea tumbar a Trump, todo vale, incluida la hipocresía, la inconsistencia y la inconstitucionalidad.

Los izquierdistas que se quejaron de la amplitud de la Ley de Espionaje de 1917 ahora quieren ampliarla para que cubra el supuesto mal proceder de Trump. La ACLU, que desde hace tiempo se opone al uso excesivo de las órdenes de registro en lugar de las citaciones, guarda silencio sobre el registro de Mar-a-Lago. Mientras el objetivo sea tumbar a Trump, todo vale, incluida la hipocresía, la inconsistencia y la inconstitucionalidad.

Una escena de la película A Man for All Seasons (Un hombre para la eternidad o Un hombre de dos reinos) ilustra bien el debate actual:

William Roper: "¡Así que ahora le concedes al Diablo el beneficio de la ley!".
Sir Thomas More: "¡Sí! ¿Qué harías tú? ¿Saltarte la ley para ir tras él?".
William Roper: "Sí, ¡acabaría con todas las leyes de Inglaterra para hacerlo!".
Sir Thomas More: "¡Oh! Y cuando la última ley cayera, y el Diablo se volviera contra ti, ¿dónde te esconderías, Roper? Este país está sembrado de leyes, de costa a costa, ¡leyes del hombre, no de Dios! Y si las siegas, y eres justo el hombre que lo hace, ¿realmente crees que podrías mantenerte erguido cuando batiera el viento? Sí, le concedería al Diablo el beneficio de la ley, ¡por mi propio bien!".

Hoy, en la izquierda, hay más Ropers que Mores. El Diablo es Trump, y los Ropers de turno están dispuestos a saltarse la ley para atraparlo. Al igual que More, yo daría a todo el mundo "el beneficio de la ley", pero no sólo "por mi propio bien", sino por el de las generaciones futuras. Una vez que la Constitución y las libertades civiles son segadas, es difícil volver a plantarlas, y los vendavales podrían impedirnos mantenernos erguidos contra las nuevas tiranías, de extrema izquierda o de extrema derecha.

Hay una forma legítima de impedir que Trump sea elegido en 2024, al igual que no lo fue en 2020: unas elecciones justas lo derrotaron una vez, y pueden hacerlo de nuevo... sin recortar la Constitución y debilitar el Estado de Derecho. Pero habrá que trabajar duro, no tomar atajos inconstitucionales.

He votado contra Trump dos veces. Si se vuelve a ser candidato, pienso votar contra él por tercera vez. Es mi derecho en democracia, igual que sus partidarios tienen derecho a votarle. Este derecho tan importante no debería ser vulnerado por medios inconstitucionales, aunque el resultado fuera la improbable reelección de Trump. Es el precio de la democracia.

© Gatestone Institute

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