Europa para americanos
Mucho se habla de que la civilización occidental está en decadencia. Falso. El proyecto europeo de la Unión Europea es lo que en verdad está en crisis. América prospera mientras que Europa se estanca, América vence mientras Europa se prepara para la derrota.

El presidente Donald Trump en Sharm El Sheikh
Los europeos siempre se han visto como la cuna de casi todo y, desde luego, de la civilización occidental. (A pesar de que uno de sus pilares más trascendentes, Jesucristo, fuera judío y nacido en esa parte del Oriente Medio que era Judea y Samaria y hoy es Israel y Cisjordania).
Siempre han mirado por encima del hombro a sus primos norteamericanos, a quienes consideran un pueblo sin apenas historia, unos paletos sin gusto y unos arrogantes que sólo quieren imponer sus formas a todo el mundo. Que Europa necesitase de la ayuda americana, militar y económica, para renacer de las cenizas que habían generado con la Primera y Segunda Guerra Mundial, es algo que suele olvidarse.
Pero en la reciente cumbre de Sharm El Sheikh, sobre el acuerdo de paz para Gaza, se ha visto lo hueca que es la arrogancia europea: el maestro de ceremonia ha colocado a los líderes europeos en el sitio que les corresponde, marginales en una región a la que no han contribuido con nada positivo e impotentes frente a un presidente americano dispuesto a usar todos los instrumentos a su alcance para obtener lo que quiere. Anteriormente, tampoco les dejó en una bonita posición la foto de los principales políticos europeos y de la Unión Europea alrededor del escritorio Resolute en el Despacho Oval.
A pesar de querer aparecer en toda foto en la que el centro sea Donald Trump, los europeos no le tragan. Primero, porque es americano y eso conlleva que no es ni tan astuto ni tan sofisticado como los miembros de la élite europea. Es verdad que Biden también era americano, pero se le quería como el abuelo de Europa que había acabado por error en el otro lado del Atlántico.
En segundo lugar, porque Trump no es un Demócrata, partido por el que siempre se han inclinado los europeos al considerarlo el más parecido a la socialdemocracia del Viejo Continente. Los presidentes republicanos, que por ejemplo trajeron el final de la división de Europa, no pudieron competir en imagen con un inmoral Clinton y mucho menos con un falso como Obama.
En tercer lugar, porque Trump no es políticamente correcto y, aún peor, está dispuesto no ya a poner en cuestión sino a combatir una supuesta superioridad moral de la izquierda; y en cuarto lugar, porque Trump es descarnado en el uso del poder y no le importa recurrir a él para extraer concesiones de amigos y adversarios. Es más, actúa como un bárbaro nacionalista que choca frontalmente con la ideología imperante en Europa desde la creación de la UE. A saber, que los Estados y la soberanía nacionales son instituciones arcaicas que hay que superar a través de la integración vertical y la globalización.
"El dilema último de los responsables europeos es que no quieren admitir que son ellos el problema que hunde en la miseria a Europa".
Yo estoy convencido de que los actuales dirigentes europeos (salvo alguna excepción insignificante) temen más a Trump que a Putin. Y a los hechos me remito: no ha sido la invasión de Ucrania por las tropas rusas lo que ha llevado a los aliados de la OTAN a aceptar gastar más en defensa, sino el miedo a que América, la columna vertebral de la seguridad en Europa, les abandonase.
Con todo, los europeos siguen sin querer aceptar la realidad y prefieren hacer como que pueden seguir viviendo en Fantasyland. En buena medida porque muchos han caído en la tentación de creer que Trump es algo pasajero y que tras él, las aguas volverán a su cauce. Alguien tan débil y sin carta alguna que jugar como el ultraizquierdista primer ministro español, Pedro Sánchez, se ha atrevido a liderar un supuesto frente "contra la internacional ultraderechista de Trump". Aunque se ha quedado solo en ese empeño e intenta ahora, sin vergüenza ajena, colarse en cada oportunidad que puede tener de salir con Trump por la tele.
En Sharm El Sheikh, los europeos han aceptado ser unos pasmarotes a lo que se ha criticado por no aportar más que propuestas que han puesto en peligro las conversaciones para la paz, con el reconocimiento por parte del Reino Unido y Francia de un Estado Palestino que sólo existe en sus cabezas. El problema es que su propuesta la han hecho como parte de una resistencia contra Trump, amparados en una inercia diplomática.
Pero no todo se puede achacar a la mentalidad de izquierdas, moderada o radical, de las elites políticas en Europa. Políticos de la derecha se han llevado las manos a la cabeza frente a las prácticas económicas y comerciales del presidente norteamericano. El caso de los aranceles (tariffs) es el mejor ejemplo. Los conservadores europeos han preferido aferrarse a una ideología, la liberal clásica en este caso, y negar la realidad: el recurso de los aranceles por parte de Trump no ha causado el apocalipsis en el comercio mundial, todo lo contrario, lo ha vuelto más equilibrado y justo. Es más, la política comercial, bien empleada, ya como zanahoria o palo, es un gran instrumento al servicio de la política y la estrategia internacional. Los países árabes lo han cazado rápidamente y por eso todos estaban en la cumbre al borde del Mar Rojo. La UE no lo ha asimilado y sigue hablando de aranceles exclusivamente en el terreno comercial, actuando y contra-actuando solamente en ese terreno, donde tiene todas las de perder frente a América.
El problema real: la decadencia europea
El dilema último de los responsables europeos es que no quieren admitir que son ellos el problema que hunde en la miseria social, económica y militar a Europa. Porque admitir que es imposible sostener el estado del bienestar, la transición energética, la inmigración galopante y la defensa, es admitir lo equivocado de sus políticas durante décadas. Y una vez que eso está claro, las opciones que se les abren son muy limitadas: más gasto público y más impuestos, ya que la sobrerregulación de la UE frustra la innovación y la modernización de la base económica e industrial del continente.
Su problema es que cuando se miran al espejo ven a Donald Trump, una visión intolerable a la vez que deprimente, sabiendo que al presidente americano las cosas le salen relativamente bien y a ellos bastante mal. Y si no me creen, pregunten a Macron estos días.
Mucho se habla de que la civilización occidental está en decadencia. Falso. El proyecto europeo de la Unión Europea es lo que en verdad está en crisis. América prospera mientras que Europa se estanca; América vence mientras Europa se prepara para la derrota; la América de Trump libra el combate cultural para reintroducir el sentido común y proteger al ciudadano de a pie, pero en Europa se castiga al europeo nativo para abrazar a quienes vienen de fuera no para trabajar sino para aprovecharse de las ayudas sociales, cuando no a imponer sus leyes y costumbres.
Por eso, por mucho que quieran sonreírle a Trump en el momento de la foto oficial, les sale una sonrisa helada, casi trágica (miren a Starmer en Sharm El Sheikh). Los europeos sólo llegarán a tolerarle en el mejor de los casos. Porque es más fuerte, más rico y, sobre todo, más atrevido. Virtudes que en Europa nuestros dirigentes han convertido en pecados.
Aprovechen los americanos y pasen y vean, que museos y catedrales todavía hay muchos. Pero antes de que sea demasiado tarde.