La guerra contra los urbanitas
La idea detrás de las 'ciudades de 15 minutos' no es nueva: China la aplica desde 1949.

Cámaras de seguridad en Alemania
A pesar de la retirada del presidente Donald Trump del Acuerdo de París sobre el cambio climático, el Foro Económico Mundial (FEM) y los ejecutivos y burócratas de la ONU redoblaron este año la apuesta en la reunión anual en Davos (escasamente concurrida, ¿será que los líderes mundiales empezaron a caer en cuenta?) al proclamar que nada puede detener la transformación radical del mundo en nombre del "cambio climático".
"Ya estamos colaborando a una escala que nadie puede parar, ni un país, un líder, porque es lo que debemos hacer a nivel mundial", anunció Damilola Ogunbiyi, directora ejecutiva y representante especial del secretario general de la ONU para la Energía Sostenible para Todos. "Cualquiera que dé un paso atrás... creará un vacío que otros llenarán", afirmó Simon Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
El objetivo ostensible del proyecto es llegar a "cero emisiones netas" de carbono para 2050. Para lograrlo, los líderes mundiales, encabezados por el FEM y la ONU, planean, al parecer, transformar radicalmente la vida de todos los habitantes del planeta excepto la suya propia.
Ciudades de 15 minutos
Su plan, lanzado oficialmente bajo el nombre de Agenda 21 durante la Cumbre de la Tierra de la ONU en Río de Janeiro en 1992 y ahora rebautizado como Agenda 2030, siempre con el pretexto de salvar el planeta, pone en marcha iniciativas destinadas a controlar hasta el último detalle de la vida de los ciudadanos.
El plan incluye unas "ciudades inteligentes" (también conocidas como "ciudades de 15 minutos") que monitorizan, rastrean y extraen datos del día a día de los habitantes. Además, los integrantes de la llamada C-40, una "red de alcaldes de las principales ciudades del mundo unidos para hacer frente a la crisis climática" -en pleno apogeo ya, con al menos 100 alcaldes-, están trabajando para convertir sus urbes en otro experimento más de las Naciones Unidas.
El Foro Económico Mundial escribió en su página web en 2022:
"A medida que el cambio climático y los conflictos mundiales provoquen perturbaciones y tensiones a intervalos más rápidos y con una gravedad cada vez mayor, la ciudad de 15 minutos será aún más crítica".
"[E]l concepto de 'ciudad de 15 minutos' -que implica disponer de todos los servicios necesarios a un corto paseo a pie, en bicicleta o en transporte público desde el propio domicilio- ha demostrado su validez no sólo como idea, sino como poderosa herramienta de acción, de París a Seúl, de Bogotá a Houston".
"Las ciudades están siendo 'radicalmente transformadas' por una tenebrosa 'red global' sin que sus residentes tengan voz ni voto".
El FEM utilizó convenientemente la pandemia del covid-19, junto con la ficticia "crisis climática", para legitimar la introducción de las ciudades de 15 minutos:
"Con el covid-19 y sus variantes manteniendo a todo el mundo en casa (o más cerca de casa de lo habitual), la ciudad de 15 minutos pasó de ser algo 'bonito para tener' a un grito de guerra. Satisfacer todas las necesidades a una distancia que permitiera ir andando, en bicicleta o en transporte público se convirtió de repente en una cuestión de vida o muerte. La pandemia creó una urgencia en torno al urbanismo equitativo que dejó de lado las discusiones sobre carriles para bici y otras 'comodidades' que han agitado a las comunidades durante años".
El hombre que se atribuye el mérito de haber inventado este plan de confinamientos en ciudades de 15 minutos es el profesor franco-colombiano Carlos Moreno. En los años 70, fue miembro de la violenta guerrilla marxista colombiana M-19, antes de recalar en Francia, donde ahora trabaja como asesor de la alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, que se ha comprometido a transformar la capital francesa en una ciudad de 15 minutos. Moreno tampoco oculta que la pandemia proporcionó convenientemente la excusa perfecta para imponer aquel modelo urbanísitico a un público desprevenido, declarando en una entrevista de diciembre de 2021:
"Si no hubiera sido por el covid-19, creo que las condiciones para desplegar el concepto habrían sido muy difíciles de instigar. Pero la catástrofe de la pandemia nos ha hecho cambiar drásticamente nuestra forma de vivir, nos ha obligado a reevaluar la naturaleza y la calidad de nuestro estilo de vida urbano".
El término "ciudad de 15 minutos" se acuñó por primera vez en 2015, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) celebrada en París. El propósito: para llegar a las emisiones netas cero, quitarle la libertad de moverse por medios de su elección.
"Adoptable por ciudades nuevas o ya existentes, el modelo es el de una ciudad descentralizada y policéntrica, que se aleja de la propiedad del coche, libera espacio urbano y reduce el uso de combustibles fósiles", señala el RIBA Journal en su perfil de Moreno de 2021. "Promueve la diversidad, la innovación, la ciudadanía y la tecnología para el bien común".
En una entrevista de 2023, Moreno también hablaba de "impulsar la transformación radical de París", y añadía:
"La red global de ciudades C40 ha abrazado este concepto como la nueva columna vertebral para desarrollar políticas urbanas post-pandémicas, para promover movilidades descarbonizadas -capacidad peatonal y ciclista, economía local...- y los nuevos modelos económicos para desarrollar ciudades mixtas".
El movimiento por el clima: antidemocrático, ególatra, autoritario e ideologizado
Así pues, las ciudades están siendo transformadas radicalmente por una tenebrosa red global de gobiernos participantes, sin que sus residentes tengan voz ni voto. Al parecer, varias ciudades estadounidenses ya participan en este plan, entre ellas Austin, Boston, Chicago, Cleveland, Houston, Los Ángeles, Miami, Nueva Orleans, Nueva York, Filadelfia, Phoenix, Portland, San Francisco, Seattle y Washington DC.
El sitio web del C-40 declara:
"El C40 es una red global de casi 100 alcaldes de las principales ciudades del mundo que están unidos en la acción para hacer frente a la crisis climática".
"Los alcaldes de las ciudades del C40 se han comprometido a utilizar un enfoque inclusivo, basado en la ciencia y en la colaboración para reducir a la mitad su parte equitativa de emisiones de aquí a 2030, a ayudar al mundo a limitar el calentamiento global a 1,5 °C y a construir comunidades sanas, equitativas y resilientes."
En 2022, el ayuntamiento de la ciudad universitaria de Oxford, en el Reino Unido, decidió dividir la ciudad en seis distritos de 15 minutos. Según el sitio web británico Spiked:
"A primera vista, estos barrios de 15 minutos pueden parecer agradables y cómodos. Pero tienen un lado coercitivo. El ayuntamiento pretende reducir el uso del carro y la congestión del tráfico imponiendo normas estrictas a los desplazamientos en automóvil. Según las nuevas propuestas, si alguno de los 150.000 residentes de Oxford conduce fuera de su distrito designado más de 100 días al año, podría ser multado con 70 libras."
Los residentes, furiosos, salieron a protestar contra las medidas... en vano. En lugar de prestar el oído, el ayuntamiento se limitó a eliminar la expresión "ciudad de 15 minutos" de su propuesta, admitiendo abiertamente que seguirían haciendo exactamente lo mismo. "Si queremos hablar con la gente sobre cuáles son los verdaderos problemas y cuáles son las soluciones, ya no necesitamos la expresión 'ciudades de 15 minutos'", dijo un miembro del gobierno local , añadiendo que el cambio no supondría "ninguna diferencia apreciable en nuestras decisiones de planificación".
Su declaración refleja la agenda antidemocrática, ególatra, autoritaria e ideologizada del movimiento contra el cambio climático. La demanda popular, la democracia y el libre mercado no juegan ningún papel. Recuerda a China, lo cual no es una coincidencia. La idea de la ciudad de 15 minutos no es nueva: se practica en la China comunista desde 1949. Hacer un seguimiento de la movilidad de la gente es -y sigue siendo- una forma en que las autoproclamadas élites controlan eficazmente a lo que parecen considerar como las grandes masas, incultas e incapaces de tomar decisiones importantes.
China, ciudades de 15 minutos al extremo
"Para el régimen comunista que se estableció en Pekín en 1949, movilidad era sinónimo de desorden", escribió Jean-Philippe Béja, investigador emérito principal del Centro Nacional de Investigación Científica y del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales de Sciences-Po, en París, en 2019.
"Una vez en el poder, el Partido dividió a la población en clases, para controlarla mejor: los miembros de las 'clases explotadoras' estaban sujetos a muchas restricciones, mientras que las clases 'rojas' se encargaban de vigilarlos. Pero en 1958, el control del Estado era generalizado y los desplazamientos estaban limitados para todos. Sin embargo, la movilidad se fue incorporando poco a poco en la vida cotidiana de los chinos: los ejecutivos de las empresas volaban a su ciudad natal los fines de semana, las clases medias se desplazaban en coche a sus casas de campo, los coches particulares sustituían a las bicicletas en los pueblos. Sin embargo, lejos de señalar el fin del control estatal, esta aparente liberación vino acompañada de una vigilancia sin parangón".
"Los medios de control han evolucionado mucho: ya no hace falta obligar a la gente a quedarse en su pueblo o barrio para vigilarla. Inteligencia artificial, reconocimiento facial, teléfonos...".
"Estuve en China hace tres días y cuando pagas algo con efectivo, todo el mundo te mira como si vinieras de la Edad Media. Ya nadie paga con dinero: allí pagan con WeChat o Alipay, a través de su teléfono, que es muy fácil de controlar. Para controlar a la gente no hace falta ya limitar la movilidad. El objetivo del Partido de controlar a la gente no ha cambiado, se ha actualizado".
China ha llevado las ciudades de 15 minutos al extremo. Está utilizando escáneres biométricos como puntos de control, lo que significa que los barrios pueden convertirse en prisiones al ser sólo accesibles a través de escáneres faciales. Si su puntuación de "crédito social" es demasiado baja, puede no ser capaz de entrar o salir. China, cada vez más, también hace que entrar en su propio apartamento dependa de escáneres biométricos conectados con el cerebro digital de la ciudad, que recibe actualizaciones sobre los movimientos de sus ciudadanos, de modo que sabe dónde están en todo momento. Del mismo modo, el cerebro de la ciudad sabe lo que la gente compra -el dinero en efectivo, como ya se ha dicho, no se utiliza-, cuándo coge el transporte público, etc. El anonimato y el derecho a la privacidad han sido completamente abolidos.
A pesar de todo, el FEM impulsa la idea con fuerza. Incluso parece pensar que es encantadora. En 2020, publicó un artículo elogiando un nuevo proyecto chino llamado Cloud Valley, que se construirá en el municipio de Chongqing, al suroeste de China, como una cooperación entre el estudio de arquitectura danés BIG y la empresa china Terminus. El foro internacional lo presentó como un plan idílico. Según el fundador de Terminus, Victor Ai:
"El proyecto bautizado Cloud Valley planea utilizar sensores y dispositivos conectados a wifi para recopilar datos sobre todo, desde el tiempo y la contaminación hasta los hábitos alimenticios de la gente, para satisfacer automáticamente las necesidades de los residentes".
El socio fundador de BIG, Bjarke Ingels dijo:
"Es casi volver a esta idea de vivir en un pueblo donde, cuando apareces, aunque sea la primera vez que estás allí, el camarero del bar conoce tu bebida favorita".
"Cuando nuestro entorno se convierte en sensor y sensible... podemos realmente abrir ese tipo de fluidez porque la IA puede reconocer a la gente que viene... así que puede abrir la puerta, por lo que no tienen que buscar su llave".
Los medios estatales chinos, elogiando el proyecto, añadieron que "ayudará a lograr la neutralidad de carbono". China, según un informe de febrero de 2025, sigue construyendo centrales de carbón a velocidad de vértigo. Construcción que en 2024 alcanzó el "máximo de los últimos 10 años". Sin embargo, añadir las palabras mágicas neutralidad de carbono sigue asegurando a muchos occidentales que están salvando el planeta. Por tanto, siguen comprando productos chinos baratos y enriqueciendo al Ejército chino, lo que le permitirá reemplazar a Estados Unidos aún más rápido. Y cumplir, por fin, el sueño a Xi Jinping de gobernar el planeta.