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Razones para eliminar el Departamento de Educación

Ronald Reagan también intentó, sin éxito, eliminarlo. Tal vez Trump sí consiga una gran revolución en materia educativa que dé a los padres más poder sobre el futuro de sus hijos.

La salud de los niños

Niños en una escuela Cordon Press

En las últimas horas los demócratas se han mostrado angustiados por la intención del presidente Donald Trump de eliminar el Departamento de Educación. Quienes se preocupan por las quejas y el llamado al pánico de algunos políticos, deben tener en cuenta, entre otras cosas, que este departamento no fue creado sino hasta 1980, y es que la Constitución no le otorga al Gobierno federal autoridad para manejar la educación.

Aunque el Departamento de Educación es relativamente pequeño, algo aún más importante que la cantidad de dinero que se ahorraría cerrándolo, son las mejoras que se podrían conseguir en materia educativa para millones de niños. Para el año fiscal 2024, el presupuesto fue de aproximadamente $85 mil millones de dólares y se estima que el departamento tiene alrededor de 4.000 empleados.

En promedio solo el 8,5 % de los fondos de las escuelas públicas provienen del Departamento de Educación, aún así, esa cantidad es suficiente para que Washington ejerza presión haciendo cumplir las normas federales e imponiendo su agenda a escuelas a lo largo y ancho del país. Los burócratas de Washington no deberían tener tal influencia sobre los programas educativos de los niños y jóvenes, sino que deberían ser los gobiernos estatales (que conocen las necesidades particulares de cada comunidad) y los padres, los que definan el rumbo de la educación.

Los responsables de las políticas federales, alejados de la realidad local y movidos por diferentes intereses, no están en posición, ni manejan la información necesaria para crear programas e intervenciones que efectivamente solucionen las diversas necesidades de aprendizaje de los niños y jóvenes de todo el país. El personal del Departamento de Educación nunca podrá tener la información que manejan los líderes locales y los padres de familia.

Pero además, cada comunidad tiene necesidades diferentes y particularidades, por lo que un gran avance sería eliminar la mayoría de los grandes programas estandarizados y permitir que las comunidades acomoden la educación a sus situaciones específicas. La eliminación del Departamento de Educación debe ser vista como la posibilidad de devolverle a las familias la autoridad sobre una de las áreas más importantes en la vida de un niño.

En más de 40 años de existencia del Departamento de Educación no se ha logrado una mejora en general importante en materia educativa, tampoco una reducción de las brechas de resultados académicos entre niños de familias de escasos recursos y niños de familias de más altos ingresos. Mientras tanto, países que invierten mucho menos que Estados Unidos en educación logran resultados mucho mejores.

Las quejas constantes de los americanos sobre lo que ocurre en materia educativa, así como las pruebas palpables de que el Departamento no ha dado buenos resultados, deberían ser suficientes para que incluso aquellos que ven la propuesta de su eliminación como una medida radical, se tomen el tiempo para revisar los datos y las propuestas de quienes prefieren que la educación vuelva a estar en manos de los estados y de las familias.

Cuando llegó a la presidencia, Ronald Reagan también intentó eliminar el Departamento de Educación, incluso llegó a llamarlo “el despilfarro burocrático de Carter”, lastimosamente cuando intentó hacerlo, en 1982, no consiguió sacar adelante la legislación. Tal vez, Donald Trump pueda lograr esta gran revolución en materia educativa.

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