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¿Quién puede impedir que los demócratas se alejen de Israel?

El giro contra el Estado judío se ha extendido desde 'The Squad' hasta Joe Biden, con notables excepciones como la del senador John Fetterman.

Las congresistas Ayanna Pressley, Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib en un acto en 2023 para pedir un alto al fuego en Gaza. (AFP)

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Desde que los cuatro primeros miembros de The Squad, un grupo progresista del Congreso, hicieron su debut en el Capitolio en enero de 2019, los demócratas centristas han tratado de tranquilizar a los votantes pro-Israel. El cuarteto de radicales, aseguraban, era un caso aislado. Por entonces aquello era en gran medida cierto, ya que la mayoría de los azules respaldaban al Estado judío.

Pero aquellos días quedaron en el pasado. Seis meses después de la masacre de Hamás el 7 de octubre, la postura antiisraelí de Ilhan Omar (demócrata de Minnesota) y sus compañeras -las diputadas Alexandria Ocasio-Cortez (Nueva York) y Ayanna Pressley (Massachusetts)- se ha extendido mucho más allá de los miembros originales del grupo (cuyo propio número se ha multiplicado en dos elecciones al Congreso) para convertirse en la opinión mayoritaria dentro del Partido Demócrata. Un gran número de miembros demócratas de la Cámara de Representantes y el Senado se han manifestado a favor de prohibir la ayuda militar a las tropas israelíes, además de respaldar los argumentos propagandísticos de Hamás sobre el "genocidio" en la Franja de Gaza.

Aún más, la Administración Biden se ha doblegado, por fin, ante la intensa presión que se había estado acumulando en su contra dentro de su base partidaria. Tras meses de demostraciones por parte de funcionarios federales de bajo nivel, personal del Congreso, cargos públicos árabes-americanos en Michigan e incluso el personal de campaña de reelección del presidente para que Biden se apartase de su postura inicial de firme apoyo a Israel en su misión de erradicar a Hamás, finalmente, durante las últimas semanas, lo han conseguido.

El desplazamiento de la 'ventana de Overton'

Sólo cinco años después de que The Squad entrara en el léxico político estadounidense, las posiciones de sus miembros se han convertido en la opinión dominante entre los demócratas. Pero no solo: los atípicos ahora son los centristas que siguen apoyando a Israel. Entre los demócratas, así como en los principales medios de comunicación y en la cultura popular controlada por los progresistas, cuando se trata de Israel la llamada ventana de Overton -término que describe lo que es o no es un discurso aceptable para la sociedad cortés- se ha desplazado decisivamente hacia Ocasio-Cortez y compañía.

Entre los nuevos demócratas atípicos destaca el senador John Fetterman, cuya defensa pública de Israel -además de su disposición para burlarse de los progresistas pro-Hamás, ondeándoles una bandera israelí mientras lo acosaban en lugares como el Capitolio- no sólo le ha acarreado el oprobio de la izquierda, sino que también el abandono de varios miembros destacados de su personal.

La política actual de la Administración es, esencialmente, priorizar la ayuda al bando que inició la guerra el 7 de octubre.

Fetterman no es el único demócrata que se aferra a lo que antaño se consideraba una expresión habitual de consenso bipartidista que ahora sólo expresan en masa los republicanos. Otros como la senadora Jacky Rosen (Nevada) y el representante Richie Torres (Nueva York) también se encuentran entre los demócratas que no se han plegado a los dictados de la base interseccional de su partido.

También es cierto que algunos miembros del ahora ampliado 'Squad' -Omar, la diputada Summer Lee (Pensilvania) y Jamaal Bowman (Nueva York)- se enfrentan al duro desafío de vencer en las primarias a oponentes más centristas, apoyados por la comunidad pro-Israel. Sobrevivan o no a esas contiendas, está claro que el Partido Demócrata se encuentra en una encrucijada con respecto al Estado judío.

Hasta que se recuperó de la apoplejía que sufrió mientras hacía campaña para el Senado en 2022, se suponía que Fetterman era un izquierdista empedernido. Ganó las primarias demócratas de ese año con aquella bandera. Sus posturas más recientes sólo tienen interés periodístico porque son muy diferentes de las del resto de la bancada de senadores demócratas. Eso incluye al líder de la mayoría Chuck Schumer (Nueva York), quien, a pesar de su absurda pretensión de ser el "guardián" de Israel, ha apoyado abiertamente el cambio de postura de Biden y ha exigido un cambio de régimen en Jerusalén, en favor de un líder más dócil que obedezca los dictados de Washington.

Biden apoya una victoria de Hamás

Los esfuerzos del presidente para obligar a Israel a aceptar un alto al fuego inmediato con Hamás. Sus severas advertencias de que cualquier esfuerzo por terminar la destrucción de las formaciones militares del grupo terrorista en su último bastión de Rafah tendrá como consecuencia la prohibición de ayuda militar, que los demócratas de izquierdas han estado exigiendo todo este tiempo. Las amenazas, también sobre la mesa de Washington, de permitir la aprobación de peligrosas resoluciones de la ONU que convertirían a Israel en un Estado paria. Por todo aquello, la política actual de la Administración es, esencialmente, priorizar la ayuda al bando que inició la guerra con los ataques del 7 de octubre. Y garantizar que, bajo ningún concepto, Israel actúe para erradicar al grupo terrorista que quiere destruirlo. Eso significa que si la presión de Biden sobre Israel tiene éxito, Hamás saldrá vencedor de una guerra que el grupo islamista inició con la mayor masacre masiva de judíos desde el Holocausto.

Dada la vehemencia de las primeras reacciones de Biden tras el 7 de octubre, se trata de un giro notable.

Los orígenes del pivote demócrata pueden verse en las disputas del expresidente Barack Obama con Israel, además de su política de aplacar a Irán y sus ambiciones nucleares, apoyada por la mayoría de los demócratas a pesar del peligro que suponía para sus aliados israelíes y Occidente en general. El reciente giro puede achacarse en parte a la cobertura sesgada de la guerra, ya que los medios progresistas han actuado como taquígrafos de Hamás, repitiendo sus estadísticas falsas sobre la cantidad de víctimas, ignorando el robo de ayuda por parte de los terroristas y calumniando a Israel, llamándolo "genocida" y culpándolo de la hambruna en Gaza a pesar de las abundantes pruebas de lo contrario.

Mientras que en el pasado uno nunca se hubiese encontrado con la defensa de la destrucción de Israel en las páginas del 'Times' o el 'Post', o en la cobertura televisiva de MSNBC, esta postura se ha convertido en rutinaria.

Pero sería un error echar toda la culpa a Obama o a la desinformación y los comentarios distorsionados sobre la guerra en los medios de comunicación leídos por los demócratas. El cambio radical entre los demócratas lleva décadas gestándose a medida que ciertas ideologías progresistas, como la Teoría Crítica de la Raza y la interseccionalidad -que tachan falsamente a los judíos y a Israel de "opresores blancos"- se convirtieron en la opinión ortodoxa de las instituciones afines en lugar de limitarse a los pantanos febriles de la extrema izquierda.

Las turbas que corean a favor de la destrucción de Israel y del terrorismo contra los judíos en las calles de las ciudades de Estados Unidos y en los campus universitarios, así como las que acosan a Biden acusándole de ayudar al "genocidio" israelí, no sólo están siendo ignoradas por los demócratas. Biden y la vicepresidenta Kamala Harris están decididos a buscar consensos con ellas, a demostrar que comprenden y respetan sus posiciones.

Igual de significativo es el silencio de los activistas, donantes y votantes demócratas cuando figuras prominentes de la formación como Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts, prestan su voz al libelo de sangre de que Israel está cometiendo un genocidio. Peor aún es que esta declaración pase por normal.

Nadie debería sorprenderse por nada de esto.

Incluso en 2019, cuando los centristas hacían oídos sordos al alarmismo sobre la aceptación de miembros de The Squad, sus garantías sonaban huecas. Por aquel entonces, esos radicales tenían suficiente influencia en la bancada demócrata como para impedir que uno de sus miembros fundadores -Omar- fuera censurado por la Cámara de Representantes por su abierto y flagrante antisemitismo. Casi desde el primer momento en que pusieron un pie en el Congreso, fueron tratados como estrellas de rock por los medios progresistas, incluso aparecieron en la portada de Rolling Stone con la entonces presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, y eran agasajadas en los late nights -contribuciones diarias en especies a la campaña demócrata-.

Los progresistas toman el relevo

Este proceso continuó al año siguiente. Tras la muerte de George Floyd en Minneapolis en mayo de 2020, los demócratas apoyaron en masa al movimiento Black Lives Matter. Movimiento contaminado de antisemitismo. En el pánico moral de ese verano, también se encontraron adoptando las ideologías radicales tóxicas que ayudaron a motivar los disturbios "en su mayoría pacíficos" que causaron estragos en todo el país. Aparte de los críticos conservadores, nadie más pareció darse cuenta de cómo la extrema izquierda capturó la academia y Washington, después de que Biden firmara órdenes ejecutivas en enero de 2021 que hacían del catecismo woke de la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI) la política oficial del Gobierno. La ventana de Overton sobre Israel había sido movida. Mientras que en el pasado uno nunca se hubiese encontrado con la defensa de la destrucción de Israel en las páginas del Times o el Post, o en la cobertura televisiva de MSNBC, esta postura se ha convertido en rutinaria.

Visto así, la revuelta a cielo abierto de los progresistas que ayudan a dotar de personal a las oficinas e instituciones del Partido Demócrata era totalmente predecible. Y aunque no tenía por qué ocurrir, dado que Biden ha sido -a lo largo de su medio siglo en política- una veleta que siempre ha apuntado en la dirección de la opinión popular de su partido, también era probablemente inevitable que sus impulsos pro-Israel fueran rápidamente descartados.

Casi todos los cargos públicos republicanos se han alineado detrás de Israel y contra la traición de Biden al Estado judío.

Aunque la mayoría de los demócratas parecen no darse cuenta, hay más votos para perder en el centro proisraelí si culminan la traición a Israel que en la extrema izquierda. Sin embargo, se ha convertido en sabiduría convencional demócrata que la continuación de la guerra hasta la eliminación de Hamás es un obstáculo para la reelección de Biden. Por eso hay reticencia, incluso entre congresistas antes considerados incondicionales del Estado judío, a condenar las amenazas del presidente y sus políticas que permitirían la victoria de Hamás.

Aunque es cierto que ha habido un brote preocupante de sentimiento antiisraelí entre algunos presentadores conservadores, como Candace Owens y Tucker Carlson, igual de verdadero es que casi todos los cargos públicos republicanos se han alineado detrás de Israel y en contra de la traición de Biden al Estado judío.

¿Dónde deja eso a los demócratas atípicos como Fetterman? Los centristas demócratas todavía son lo suficientemente numerosos como para ejercer cierta influencia dentro de su partido. También tienen probabilidades de triunfar en las elecciones generales, siempre y cuando puedan contar con los votantes que simpatizan con Israel -que superan en número a los antisemitas en distritos y estados no puramente azules-. Pero sería necio pretender que son el futuro del partido cuando en frente tienen a estrellas mediáticas como AOC, que puede contar con el apoyo no sólo de activistas leales, sino de la prensa y las instituciones culturales progresistas.

Es difícil divisar un futuro en que se debilite el control progresista sobre el Partido Demócrata, tanto si Biden obtiene su segundo mandato -porque los radicales permanecerán con las riendas del país- o si las urnas los convierten en la oposición a un nuevo mandato de Trump -el partido probablemente se volvería más susceptible al extremismo-.

El horror del 7 de octubre debería haber provocado el aislamiento de los que odian a Israel. Sin embargo, entre los demócratas ha acaecido lo contrario. Aquello significa que políticos como Fetterman van a ser cada vez más la excepción a la regla, lo que hará que su coraje político sea aún más loable y merezca más apoyo. Pero también nos irá llevando a un escenario en el que el apoyo vital que Estados Unidos provee a Israel sea un mero campo de batalla más en las disputas partidistas entre demócratas y republicanos. Sin importar qué partido prevalezca en 2024, esas son muy buenas nuevas para los antisemitas, que llevan tiempo fantaseando con el resquebrajamiento de la alianza entre Estados Unidos e Israel. Ahora pueden ver su sueño cerca de hacerse realidad.

© JNS

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