New Hampshire no para en seco a Nikki Haley, quien solo posterga lo inevitable
El barco de la exembajadora sigue navegando, pero a la deriva y el naufragio es ineludible
Al momento en el que escribo esto el conteo de las primarias republicanas de New Hampshire supera el 50%: Trump ganando con 53.8%, mientras que Haley queda rezagada con un 44.8%. Hay que decirlo: no se ve el alud de votos que supuestamente le iba a dar al expresidente una diferencia de más de 20 puntos.
La mayoría de las encuestas le daban a Haley apenas poco más de 30%, mientras que algunas, como la de Insider/Advantage o la de Suffolk University, le daban al expresidente más de 60%. El margen es, al momento, de menos de 10 puntos.
Sigue siendo un triunfo rotundo, que nadie malinterprete estas palabras. Lo del expresidente Trump es clarísimo. Es el candidato del Partido Republicano. Él, hoy por hoy posee al Partido Republicano. Es su partido y esto luce inalterable. Sin embargo, para quienes esperábamos que las primarias murieran hoy, luego de los caucus de Iowa —por el que DeSantis y Ramaswamy decidieron retirarse y apoyar a Trump—, no ocurrió.
Nikki Haley, golpeada y disminuida, se mantiene en la contienda, como también anunció en reacción a los resultados de New Hampshire. Un discurso, por cierto, triunfalista, como si el resultado fuera el opuesto. Pero, dentro de todo, su campaña sí tiene motivos para celebrar. El más de 40% en estas primarias le da argumentos a Haley para no retirar su candidatura aún.
Es importante mencionar que en estas primarias republicanas no votó solamente quien estaba registrado en el partido. Eso ayudó mucho a Haley puesto que, de acuerdo con una encuesta de CNN, casi el 70% de los que votaron por Haley son independientes —solo el 27% que le apoyó es republicano. Sin embargo, pocos se fijan en eso y los números de hoy le dan recursos a Haley para mantener el barco navegando.
Navega, no obstante, hacia el desastre. Aunque vienen las primarias de Carolina del Sur, el estado en el que Haley fue una exitosa gobernadora; nada indica que las cosas vayan a cambiar. Haley lo que está haciendo es postergando lo inminente, quién sabe para qué y por qué.
Como es notorio que jamás va a ganar, que su campaña está condenada al fracaso, la voluntad de participar tiene que ver más con ampliar las grietas ya existentes dentro del Partido Republicano que por la mera ambición de ser la primera mujer presidente de Estados Unidos.
El barco sigue navegando, pero a la deriva y el naufragio es ineludible, solo postergable. Lo dijo muy bien, aunque muy rudo, Sean Davis, el editor de The Federalist: "Si el objetivo principal de Nikki Haley es vencer a Joe Biden en noviembre, debería retirarse esta misma noche y apoyar a Trump. Si continúa en una carrera que no puede ganar, solo para atacar a Trump, entonces estamos confirmando que ella es propiedad de los demócratas de izquierda que la apoyan".
Aunque es una acusación dura, cada día que pase en la campaña, sin viabilidad, solo se robustece esa idea. Bien hizo DeSantis al retirarse, luego de los resultados de Iowa, por una noción pragmática de la política: no coincide con Trump, no le cae bien, pero el bien superior es arrebatarle la Casa Blanca a los demócratas en noviembre. La prosperidad de Estados Unidos depende de eso.