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Cuatro falsedades sobre Milei

La campaña del miedo no se detiene en Argentina, por lo que, antes de que sea demasiado tarde, es necesario hacer algunas aclaraciones, tal vez obvias, para entender cuáles son los verdaderos objetivos del Gobierno.

Javier Milei

El presidente argentino Javier Milei (Cordon Press)

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Numerosos medios de comunicación, líderes de organizaciones sociales, sindicalistas millonarios y políticos opositores están incrementando el tono de la campaña del miedo en el país, que comenzó antes de que Javier Milei asumiera la presidencia.

Las declaraciones contra el presidente libertario son cada vez más fuertes, ya que los empobrecedores de siempre aprovechan el mal momento del país para lanzar las críticas más feroces, aunque, por supuesto, no hacen ni una mención al hecho de que hoy la Argentina está sumergida en una histórica crisis en gran parte debido a los desastrosos cuatro años de Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Y es necesario aclarar que la actual Administración tan solo lleva algo más de 40 días en el poder. Extraño, ¿verdad?

Sin embargo, no se trata de críticas constructivas, sino de intentos de demonizar a un Gobierno muy distinto a los habituales con diversas falsedades. Por lo tanto, antes de que sea demasiado tarde, es necesario hacer algunas aclaraciones, tal vez obvias, para entender cuál es el verdadero objetivo del Gobierno.

Milei va contra los derechos de los trabajadores

En primer lugar, debemos comprender que el trabajo informal en Argentina supera el 40%. Esto sucede, claro está, debido a la enorme cantidad de regulaciones que dificultan a los empleadores contratar trabajadores legalmente. Otro aspecto importante a tener en cuenta es la industria del juicio laboral, lamentablemente muy extendida en el país, lo que implica otro obstáculo a la hora de buscar personal. Además, no podemos olvidar el asunto de la inflación, que destruye el salario de la gente. Esto llevó a que durante el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner sucediera algo insólito: incluso aquellos que tenían un trabajo no podían llegar a fin de mes. Este descalabro majestuoso debe resolverse con una reforma laboral profunda, para la cual Milei y su entorno han estado trabajando. Pero, como era de esperar, está siendo obstaculizada por los que se benefician con el statu quo actual: sindicalistas mafiosos, gerentes de la pobreza mal llamados “dirigentes sociales” y burócratas que basan su poder en la pobreza.

Por lo tanto, uno se pregunta, ¿contra qué derechos está arremetiendo Milei? ¿El derecho a no trabajar? ¿El derecho a no llegar a fin de mes trabajando varias horas por día? En todo caso, se pueden discutir aspectos técnicos sobre algún que otro punto, pero una reforma profunda es absolutamente necesaria.

Tampoco podemos olvidar que, a diferencia de un liberal como Milei, el objetivo de los sucesivos Gobiernos kirchneristas ha sido adueñarse del Estado poniendo una gran cantidad de militantes –mal llamados “trabajadores estatales”– en diversos entes creados con ese fin, o bien otorgando dinero a través de diversos planes sociales e intermediarios amigos del poder que se han llenado los bolsillos gestionando la pobreza. El costo de toda esa fiesta también lo tienen que pagar los verdaderos trabajadores, razón por la cual Milei intenta cambiar radicalmente la situación.

Milei quiere destruir el arte y la cultura

Este punto es especialmente notable, ya que la novia del presidente es artista, por lo que si hay alguien a quien no quiere destruir es justamente a la mujer que ama. Sin embargo, Milei cree y confía en las cualidades de ella para poder obtener ganancias gracias a su trabajo en los escenarios y en los estudios de televisión, sin necesidad de quitarle dinero a la gente recurriendo al monopolio de la fuerza por parte del Estado. Eso es justamente a lo que aspira el Gobierno en todo lo que hace al arte y la cultura; que todos obtengan ganancias con dignidad. No obstante, varios artistas están criticando al presidente por ello, afirmando que se busca avanzar sobre la cultura y el arte, como si quitar al Estado de en medio significara destruir teatros, cines, salas de ensayo, estudios de televisión, etc., con una topadora. Para nada, lo que se busca es, simplemente, dejar el asunto librado al mercado; ergo, que sea el consumidor el que elija qué ver, escuchar y qué no. Tan simple como eso.

Cualquier persona que se oponga a esto está reconociendo que, por algún motivo, algunos artistas (porque no son todos) o gente de la cultura tienen privilegios por sobre los demás, ya que no existe semejante protección para los mecánicos, los carpinteros, los panaderos, etc.

Algunos de ellos afirman que algunos de los entes relacionados con el arte y la cultura en realidad no reciben financiamiento estatal, lo cual es absolutamente falso. El dinero lo obtienen mediante impuestos a la compra de entradas de cine o a diversos comercios y empresas que deben abonar por simplemente transmitir programas, series, películas, o simplemente por pasar música en alguna fiesta.

Si bien se debe pagar aunque no se haga uso de los trabajos realizados por los actores y los músicos en cuestión, tampoco debería hacerse en caso de que sí se haga. La mejor respuesta a este argumento fue la que hizo un albañil en un comentario que encontré casualmente en las redes sociales. El trabajador expresó: “Entonces los actores deben pagarme todos los días que usen la casa que yo les construí”. De esta manera, el internauta dejó en evidencia que estos artistas sólo buscan privilegios.

Milei hace que los precios aumenten y el dinero no alcanza

Es extraño que recién ahora muchos se den cuenta del problema de la inflación, a pesar de que la última Administración haya sido de las peores de la historia en el manejo de la economía. Cuatro años en los que no hubo ni siquiera una huelga general, pero la harán este miércoles junto con una gran manifestación, y todo tras solo 45 días de Gobierno de Milei. Claro que era previsible, ya que los sindicalistas y los gerentes de la pobreza habituales no van a dar el brazo a torcer.

Milei aclaró que el camino no sería sencillo, que dolería y que sería necesario hacer un sinceramiento de precios, al tiempo que se intentaría achicar el Estado para que Argentina pueda volver alguna vez al camino del progreso. Reitero, las formas para hacerlo se pueden discutir, por supuesto, pero el cambio debe ser profundo, y ningún cambio radical es gratuito.

Milei sólo beneficia a los empresarios

Esta idea está mal planteada. Lo que debemos decir es que el objetivo de Milei es beneficiar al consumidor, que es quien eligiendo libremente beneficiará con su propio dinero a aquel que le otorgue el mejor bien o servicio al mejor precio. De hecho, muchos de los empresarios prebendarios no están de acuerdo con el plan que el presidente busca implementar, ya que sus jugosos ingresos no dependen de superar a la competencia, sino de un Estado fuerte que los proteja de ella. Por lo tanto, si el Gobierno logra avanzar con su programa, las compañías más exitosas serán aquellas que merezcan ese éxito y no las que sean beneficiadas a costa de los ciudadanos porque sus dueños tienen los amigos correctos en el poder.

Es muy importante que los argentinos estén atentos a la campaña del miedo que se está llevando a cabo en varios medios de comunicación; que entiendan que la gran mayoría de los opositores en todos los ámbitos no sólo intentarán torpedear cualquier medida que nos lleve por el camino de la normalidad, también tratarán de dilatar la situación distrayéndonos con todo tipo de maniobras para que el tiempo siga pasando y la paciencia de los ciudadanos comience a terminarse.

Ni Milei ni su entorno son perfectos. No he ahorrado críticas cuando creí que eran oportunas. No hay que defender al Gobierno ciegamente y hay que marcarle los errores, claro. Sin embargo, hay que saber identificar las falsedades que se dicen sobre el presidente y sobre el plan del Gobierno. Milei es la última oportunidad para que Argentina vuelva a ser un país relativamente normal, y eso es demasiado importante como para caer nuevamente en la trampa de aquellos que nos siguen viendo como ratas de laboratorio. Por una vez, cueste lo cueste, probemos con la libertad.

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