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Peronismo, el Grupo Wagner argentino

Viviendo en Argentina, debo decir que algunas de las características del Grupo Wagner me recuerdan a las del peronismo en Argentina.

El presidente argentino Alberto Fernández (izquierda) y el precandidato presidencial de su formación Sergio Massa (derecha). (Cordon Press)

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Recientemente, una organización paramilitar rusa se volvió famosa debido a la rebelión contra el Gobierno de Vladímir Putin. Sí, estoy hablando nada más y nada menos que del Grupo Wagner, una agrupación de mercenarios que estaba al servicio del Kremlin durante la guerra Rusia-Ucrania hasta que puso en aprietos a Moscú.

Viviendo en Argentina, debo decir que algunas de las características del Grupo Wagner me recuerdan a las del peronismo en Argentina.

El grupo, en los papeles, responde (o respondía) a Moscú, del mismo modo que el peronismo kirchnerista, en los papeles, responde a Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, como hemos observado, Wagner se rebeló contra Putin, del mismo modo que en algún momento el actual ministro de Economía, Sergio Massa, se rebeló contra Cristina y su séquito, a los que supo acusar de corruptos y parásitos. "Es una etapa terminada", dijo Massa hace unos años sobre el kirchnerismo, cuando con intenciones presidenciales se había abierto de esa corriente peronista. Incluso se mostraba más cerca del expresidente Mauricio Macri. Sin embargo, debido a que su palabra tiene menos valor que el peso argentino, finalmente volvió al peronismo kirchnerista para formar un frente con los corruptos y parásitos que tanto había denostado.

Ante el rotundo fracaso económico del Gobierno de Alberto Fernández y su mal llamada vice Cristina Kirchner, Sergio Massa llegó hace casi un año como un “salvador” para dirigir los destinos económicos del país, aunque sólo empeoró las cosas, aumentando la inflación anual a los tres dígitos, devaluando la moneda a un ritmo incluso mayor al anterior, y agregando más pobres a un país hundido en la miseria, que en la región es sólo superado en pobreza e inflación por Venezuela.

Los peronistas están acostumbrados a traicionarse, ya que sus peleas y reconciliaciones nada tienen que ver con sus convicciones; todo forma parte de su estrategia para mantenerse en el poder. Tal como dijo el general Juan Domingo Perón: “Los peronistas somos como los gatos; cuando parece que nos peleamos, nos estamos reproduciendo”.

El Grupo Wagner desistió del golpe de Estado luego de traicionar a Putin, pero el peronismo no se rinde. Es irrelevante que Massa sea, junto con Cristina y Alberto, uno de los artífices del fracaso del Gobierno; en un país como Argentina puede ganar igual.

Claro que el mal llamado presidente Alberto Fernández, Cristina y Massa se odian tanto como se necesitan, tal como Putin necesita (o necesitaba) al Grupo Wagner. Por lo tanto, a pesar de que todo parecía indicar que el kirchnerismo iba a permitir que los votantes fueran los que eligieran a su candidato a presidente en las PASO (elecciones preliminares para escoger al aspirante de cada partido), finalmente Cristina eligió a Massa, que se presentó como la esperanza del kirchnerismo casi como candidato único. Y digo casi ya que deberá enfrentar en las PASO a Juan Grabois, uno de los gerentes de la pobreza cuya única virtud consiste en cortar calles, gritar y recaudar dinero de los ciudadanos para continuar teniendo a los pobres de rehenes. Grabois -un comunista reaccionario- claro está, ha sido siempre un fuerte crítico del camaleón Massa, y si bien había bajado su precandidatura, volvió a presentarse luego de que la jefa se inclinara por el actual ministro de Economía para que sea el candidato a presidente. De todos modos, más allá de la competencia, ambos precandidatos deben tener un objetivo claro: otorgarle impunidad a Cristina, acusada y condenada por múltiples casos de corrupción.

La confusión reina en el núcleo duro de simpatizantes kirchneristas, que como buenas focas aplauden cualquier sonido que emita Cristina por la boca, y esa confusión puede compararse con la de los ciudadanos rusos cuando veían a los miembros del Grupo Wagner rebelándose contra el Kremlin. Es que así como Cristina eligió a Alberto -que solía ser uno de sus peores críticos antes de tener unas desmedidas ansias de poder- para dar una imagen más moderada, ahora hace lo propio con Massa -que solía ser uno de sus peores críticos antes de tener unas desmedidas ansias de poder-. Sepa disculpar la repetición, estimado lector, es que la historia con el peronismo es bastante reiterativa.

Tras el fracaso del golpe de Estado llevado a cabo por el Grupo Wagner, vi las imágenes captadas por las fuerzas rusas que ingresaron a la mansión en la que vivía el líder de la organización de mercenarios, Yevgueni Prigozhin. En ese momento, se me vinieron a la memoria la infinidad de propiedades de lujo que posee Cristina y su entorno de funcionarios y empresarios súbditos. Todo obtenido, claro está, de forma absolutamente injustificada, por decirlo de un modo extremadamente elegante.

Ahora bien, ¿podemos culpar a los líderes populistas de todos los males? ¿Será que los mercenarios están solamente en el poder o será que en la sociedad argentina también abundan los esclavos voluntarios que se venden por migas de pan y promesas vacías?

Si, como se dice, la locura consiste en hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes, ¿qué se puede decir de un país donde se hace siempre lo mismo a sabiendas de que el resultado será siempre igual de catastrófico?

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