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Dominó: el juego que cautivó a los monjes medievales y causa furor en el Caribe

Al tener que jugar en comunidad, discutir las reglas, practicar la prudencia y aprender a perder, es muy recomendable para todas las edades.

(George Hodan / PublicDomain)

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Créanlo o no, la más antigua versión de lo que hoy llamamos dominó se remonta a la dinastía Yuan. En efecto, las pequeñas fichas planas y rígidas encuentran su primera mención registrada en los Hechos antiguos de Wulin, escritos por un tal Zhou Mi en el s. XIII y donde se alude a las pupai (fichas) –y a los dados– que vendían los mercaderes en tiempos del emperador Xiaozong (1162-1189).

De China pasará a Europa de manos de misioneros cristianos, sobre todo italianos y franceses. Hay de hecho quien sugiere que la palabra dominó remite a unos monjes que lo practicaban para combatir el tedio sin romper la regla de silencio, porque el ganador se limitaba a repetir el inicio del salmo 110, “Dixit Dominus Domino Meo”, “Dijo el Señor a mi Señor”, para indicar que se acababa el descanso y tocaba volver al rezo.

En las versiones más antiguas se jugaba con 32 fichas, mientras que en el moderno se usan 28.

Hoy en día el dominó se ha extendido por todo el mundo, pero sobre todo por América Latina y el Caribe. En cualquiera de las islas del célebre mar americano, cuando caminas por sus calles, es muy frecuente oír el ruido de las fichas sobre alguna mesita de madera, y las risas, carcajadas y arrebatos de efusión o los exabruptos de enojo causados por este cálido y vivo juego.

Pero el dominó es mucho más que un pasatiempo social, se ha convertido en un juego muy competido. De hecho, la Conferencia Mundial de Federaciones de Dominó (WCDF) organiza torneos anuales.

El dominó es un juego que fomenta la paciencia y lo pueden jugar hasta los niños, a los que ayuda a desarrollar el cálculo. Su carácter social promueve una atmósfera muy familiar y amistosa. Ayuda mucho a manejar el estrés y la ansiedad, porque requiere atención y enfoque. Los jugadores necesitan permanecer alertas, para que los otros no les puedan tomar la delantera, lo cual es muy beneficioso para la memoria y la retentiva.

Aunque hay multitud de versiones, como el dominó mexicano y el matador, en lo común el objetivo es juntar las piezas por los números de lunares alineados, y gana quien se quede finalmente sin fichas o con una menor puntuación en las fichas que conserve.

Al tener que jugar en comunidad, discutir las reglas, practicar la prudencia y aprender a perder entre conocidos y socios, se crece y se aprenden modales, y también a solucionar problemas. Por eso es muy recomendable para gentes de todas las edades.

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