El martillo de protesta de Aharon Barak
El anciano del Tribunal Supremo responsable de la "revolución constitucional" de Israel, que dura ya décadas, no se limita a predecir una guerra civil; la está incitando.

El ex presidente del Tribunal Supremo Aharon Barak
En una serie de entrevistas el jueves pasado, el expresidente del Tribunal Supremo Aharon Barak salió blandiendo su proverbial martillo. Su objetivo era el primer ministro Benjamín Netanyahu, esta vez por despedir al jefe del Shin Bet, Ronen Bar, y prepararse para deshacerse de la fiscal general, Gali Baharav-Miara.
Dado que perseguir a Netanyahu era lo que la prensa de izquierda esperaba del estimado anciano, el juez retirado convertido en oráculo no decepcionó. En todo caso, fue más allá de su deber.
"El primer ministro", dijo al Canal 13 de Israel, "tiene que entender que la situación es muy mala y que... nos dirigimos hacia un derramamiento de sangre, hacia una guerra civil".
El cisma entre los israelíes, declaró al periódico israelí Ynet, "está empeorando y, al final, me temo, será como un tren que se sale de las vías y se precipita en un abismo, provocando una guerra civil".
Y esto al Canal 12 de Israel: "La brecha en la opinión pública es inmensa, y no se está haciendo ningún esfuerzo por cerrarla. ... Hoy hay manifestaciones ... pero mañana habrá tiroteos y pasado mañana habrá derramamiento de sangre".
Esto es solo una muestra de la embestida mediática de Barak. Aunque sus defensores lo describieron como una "advertencia" al gobierno liderado por Netanyahu de que cualquier medida contra Bar y Baharav-Miara desgarraría el país y destruiría la democracia israelí, su pontificado tenía dos motivos principales.
El primero era amenazar a Netanyahu con que si procedía con las destituciones -cuya legalidad es indiscutible- las manifestaciones en las calles de Jerusalén y Tel Aviv se tornarían violentas. La advertencia llevaba implícita la idea de que ese peligroso repunte del malestar social sería inevitable y estaría justificado.
El segundo objetivo de la prédica de Barak era mostrar su apoyo a la negativa de Bar a abandonar su puesto y al abuso de autoridad de Baharav-Miara, al tiempo que daba instrucciones al Tribunal Supremo para que desautorizara al Gobierno en cada uno de los casos. Como si hiciera falta persuadirle.
Sin embargo, un guiño del padre de la "revolución constitucional" israelí -que justificó su acceso al poder hace más de 30 años alegando que "ningún ámbito de la vida está fuera de la ley"- es un bien preciado entre las élites togadas. Aunque se jubiló hace 18 años, a la edad obligatoria de 70, sigue siendo un gigante de la jurisprudencia a los ojos de la comunidad jurídica, dentro y fuera de su país.
De hecho, incluso quienes consideran excesivo su activismo suelen alabar de boquilla su pensamiento ostensiblemente original y su supuesto intelecto superior. Debido a esta reputación, por muy inmerecida que sea, Netanyahu lo eligió para ocupar el cargo de juez ad hoc de Israel en la Corte Internacional de Justicia en enero de 2024, para conocer de los procedimientos iniciados por Sudáfrica en los que se acusa al Estado judío de violar la Convención sobre el Genocidio.
La elección de Barak levantó ampollas en la derecha. Después de todo, había sido una figura clave para ayudar a la oposición a socavar los planes del Gobierno de reformar el sistema judicial.
Durante los meses previos a la invasión de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la consiguiente guerra en Gaza, Barak -que se refirió a la victoria de la derecha en las elecciones de noviembre de 2022 como una "tiranía de la mayoría"- dio crédito a la mentira de que cualquier reforma judicial supondría el fin de la democracia israelí. Entonces, como ahora, la prensa peregrinó a su casa para amplificar la falsa acusación.
Netanyahu debió de pensar que enviar a La Haya al internacionalmente conocido anti-Bibi (apodo del primer ministro israel) Barak era una maniobra inteligente. Pero en realidad fue demasiado inteligente, y por eso le salió el tiro por la culata.
En lugar de representar plenamente la posición de Israel, Barak votó a favor de dos de las seis medidas propuestas por Sudáfrica: la "facilitación de la ayuda humanitaria" a Gaza y la "prevención de discursos incendiarios que puedan incitar a más violencia".
La juez Julia Sebutinde, de Uganda, le puso en aprietos al disentir en las seis medidas antiisraelíes. No es que sintiera remordimientos por su vergonzosa actuación. Al contrario, claramente se enorgulleció de demostrar al tribunal canguro antisemita que no estaba manchado por la lealtad a su pueblo.
Afortunadamente, dimitió en junio pasado del inútil cargo, alegando "razones familiares personales" y agradeciendo a Netanyahu "la confianza que depositó en mí".
Ninguna mención a su traición a esa confianza, salvo la de aquellos de nosotros a los que no nos sorprendió lo más mínimo. Teniendo en cuenta su escandalosa conducta antes y durante el proceso.

JNS
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JNS (Jewish News Syndicate)
Tampoco nos sorprendió que la semana pasada lo desempolvaran y lo pusieran delante de las cámaras para reiterar su acusación contra el escalafón político elegido democráticamente y fomentar la peor forma de lucha intestina, nada menos que en un momento en que el país está inmerso en una batalla existencial por su supervivencia.
Hanoch Milwidsky, parlamentario del Likud y portavoz adjunto de la Knesset (Parlamento israelí), lo calificó de "sumo sacerdote del progresismo" y resumió con acierto el mensaje del reciente bombardeo televisivo de Barak: "Sométanse a nosotros o habrá derramamiento de sangre. Hagan lo que queremos o habrá una guerra civil".
Barak, señaló en X, es un "hombre peligroso y oscuro. Espero que viva lo suficiente para ver cómo se abandona su "revolución constitucional" en favor de una verdadera democracia en el Estado judío de Israel".
Amén.
© JNS
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