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Amenazas a la seguridad nacional: otro país latinoamericano elige a China

El caso hondureño demuestra que, finalmente, los pueblos de América Latina se han decantado por Pekín.

El dictador chino Xi Jinping.

(Cordon Press)

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Honduras ha cortado recientemente sus lazos con Taiwán y establecido relaciones diplomáticas con China. Su ministro de Asuntos Exteriores, Eduardo Reina, dejó claro que la decisión tenía que ver con el "pragmatismo", "no con la ideología", y que estaba motivada por la deuda del país, que asciende a 20.000 millones de dólares, así como a la necesidad de hacer frente a las necesidades energéticas y de otro tipo que tiene planteadas.

La decisión de Honduras se produjo pocas semanas después de que Tegucigalpa anunciara que estaba negociando con China la construcción de una presa hidroeléctrica, denominada Patuca II. China ya ha invertido 298 millones de dólares en una primera presa en el este del país centroamericano, inaugurada en enero de 2021.

Honduras "tenía que tomar esa decisión", dijo Reina. "La idea es buscar mecanismos para una mayor inversión [y] comercio".

La decisión hondureña deja aún más de manifiesto el estatus y la influencia que el Partido Comunista Chino (PCC) tiene en América Latina. Pekín se ha convertido en la potencia a la que acuden los países de la región necesitados de inversiones en construcción y desarrollo, y de satisfacer el servicio de sus deudas. El hecho de que se dirijan a China y no al vecino Estados Unidos es también muy revelador de lo mermados que han quedado el poder y la influencia estadounidenses en el continente.

Honduras no será el último país en recurrir a China. La oposición paraguaya anunció recientemente que, si gana las elecciones de abril, hará lo mismo. La tendencia es reconocible desde hace tiempo: "En los últimos cuatro años, República Dominicana, El Salvador y Panamá han cambiado su reconocimiento [diplomático] de Taiwán a China", informó la revista Time en febrero de 2021.

Todo esto sucede a pesar de que el presidente de EEUU, Joe Biden, prometió en marzo de 2020, en plena campaña electoral, que restauraría el liderazgo estadounidense en Latinoamérica y contrarrestaría la creciente influencia de China en la zona:

La ausencia actual de liderazgo estadounidense en el Hemisferio Occidental es la principal amenaza para la seguridad nacional de EEUU. Rusia y China no pueden igualar nuestros extraordinarios vínculos y nuestra historia común con los pueblos de América Latina y el Caribe.

Evidentemente, pueden hacerlo, en ausencia de un liderazgo estadounidense perceptible. El caso hondureño demuestra que los pueblos de América Latina se han vuelto definitivamente hacia China, mientras EEUU permanece pasivamente al margen, política y económicamente, viendo cómo aquélla convierte el continente americano en su vasallo.

En junio de 2021, Biden lanzó el proyecto Build Back Better World para hacer de contrapeso a China, pero este proyecto –a diferencia de la Nueva Ruta de la Seda china– depende en gran medida de inversores privados. Un año después, en junio de 2022, en la Cumbre de las Américas, Biden anunció la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica, una nueva asociación económica de EEUU con América Latina lanzada igualmente para contrarrestar el creciente poder de China en la región. La iniciativa prometía revitalizar las instituciones económicas regionales y movilizar la inversión, entre otros objetivos.

Pero ¿qué sentido tienen estos programas si no son capaces de evitar que los países latinoamericanos se vean obligados a recurrir a China en busca de liderazgo o, al menos, de contrarrestar otra futura toma de poder china en América Latina? Hay más de 1.000 funcionarios del Departamento de Estado en Perú, por ejemplo, según fuentes que han prestado servicio allí pero que han pedido confidencialidad. ¿Qué hacen allí? ¿Es sólo otra burocracia hinchada del Departamento de Estado?

La Administración Biden parece adicta a lanzar grandes planes que hagan parecer que está haciendo algo para contrarrestar a China en América Latina, pero el liderazgo estadounidense luce totalmente ausente. Esta ausencia de liderazgo se ha vuelto crítica. Altos mandos militares advierten de que las acciones de China en América Latina plantean riesgos cada vez mayores para la seguridad nacional. La general Laura Jane Richardson, comandante del Mando Sur, expuso este mes ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes sus temores sobre las actividades de China en la región. Entre ellas cabe citar la reciente financiación de un puerto de contenedores en Perú por valor de 3.000 millones de dólares y el establecimiento de una estación de vigilancia espacial cerca del Estrecho de Magallanes.

Lo que me preocupa como comandante en combate es la miríada de formas en que la RPC [República Popular China] está extendiendo su influencia maligna, esgrimiendo su poderío económico y llevando a cabo actividades en zonas grises para ampliar su acceso e influencia militar y política (...) La RPC está invirtiendo en infraestructuras críticas, como puertos de aguas profundas o instalaciones cibernéticas y espaciales que pueden tener un doble uso para actividades comerciales y militares malignas. En cualquier posible conflicto mundial, la RPC podría aprovechar los puertos regionales estratégicos para restringir el acceso de buques [militares] y comerciales estadounidenses. Se trata de un riesgo estratégico que no podemos aceptar ni ignorar.

Por desgracia, ignorar esos riesgos parece ser exactamente lo que está haciendo la Administración Biden, concluyó Richardson:

En la actualidad, la RPC tiene tanto la capacidad como la intención de eludir las normas internacionales, promover su autoritarismo y acumular poder e influencia a expensas de las democracias existentes y emergentes de nuestro Hemisferio. Esta es una década decisiva y nuestras acciones u omisiones respecto a la RPC tendrán implicaciones durante décadas.

© Gatestone Institute

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