Los estadounidenses han perdido la fe en un Washington que parece haberse disuelto en una colección disfuncional de políticos alejados de los problemas que enfrentan sus gobernados.

La Gran Depresión arrasó la nación hace unos 90 años, dejando a su paso un grado de desesperación que casi destruye Estados Unidos.

De pie, mudos y estupefactos en una fila para pedir pan, decenas de miles se convirtieron en 'hombres olvidados', despojados de sus empleos, su dignidad y su futuro. Washington se mostró indiferente o inepto a la hora de responder a una calamidad que amenazaba los cimientos mismos de la república.

Algunos de estos hombres olvidados buscaron refugio en Dios y consuelo en la Biblia, rezando por la salvación o por, al menos, un camino que les condujera a una vida mejor. Otros estuvieron a la caza de un presidente vibrante y dinámico, que inspirara en las víctimas de semejante catástrofe nacional la esperanza de que todavía éramos una nación capaz de grandeza, capaz de rescatarse del devastador desempleo.

Aquellos últimos encontraron a ese salvador en la figura del presidente Franklin Delano Roosevelt, cuya confianza en América resonó en todos sus conciudadanos sin importar a qué comunidad pertenecían ni cuál era su origen. Elevó a los hombres olvidados y les recordó que como estadounidenses tenían una nación que reconstruir y que ellos eran los indicados para hacerlo.

Hoy tenemos una nueva generación de hombres olvidados, y mujeres olvidadas. Ellos también han perdido la fe en un Washington que parece haberse disuelto en una colección disfuncional de políticos alejados de los problemas que enfrentan nuestros ciudadanos. Igual de preocupante es su aparente indiferencia ante la aplastante deuda nacional de 32,6 billones de dólares que amenaza la economía de nuestra nación.

No es de extrañar, por tanto, que muchos de nuestros ciudadanos olvidados estén buscando un salvador, ya sea en una casa de culto o en la papeleta electoral de noviembre, que ayude a trazar un curso que eleve a aquellos de nosotros que nos encontramos alarmados por el asedio que sufre nuestro país desde el extranjero y desde dentro de nuestra propia casa.

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