Los medios del establishment llevan años llamando "un peligro" y "fascista" a Trump... Ahora ha corrido sangre
Hitler es peor que una cucaracha. Al final, fue el responsable del asesinato de millones de personas. En ese sentido, si Trump es comparable con Hitler, la conclusión lógica es que cualquier acción, por más radical que parezca, es legítima para evitar una segunda Presidencia del republicano.
No se pudo haber dado el genocidio de Ruanda si los hutu no hubieran invertido tanto llamando cucarachas a los tutsis, el pueblo masacrado en 1994. Eran cucarachas, lo decían en los medios, cucarachas contaminantes, transmisoras de enfermedades.
Desde la Radio Télévision Libre des Mille Collines lo clamaban: "Hay que acabarlos, a los tutsi. Son como cucarachas. Hay que acabar con esta plaga que amenaza nuestra existencia".
El caso de Ruanda es una de las ilustraciones más importantes de la historia reciente sobre cómo las palabras vierten sangre. Hay consecuencias. Y la última gran ilustración de nuestra historia, al respecto, ocurrió este pasado sábado 13 de julio, en Butler, Pensilvania.
"¿Puede el legado de Hitler ayudarnos a entender el éxito de Trump?", titulaba la BBC en octubre del 2016, poco antes de las elecciones presidenciales en las que ganó Donald Trump. El mismo medio dijo que el tono de la campaña de Trump se asemejaba al de Hitler.
El comediante Louis C.K. hizo lo propio. En el 2016 escribió a sus fans que "el tipo [Trump] es Hitler. Y con eso quiero decir que estamos en la Alemania de los años 30". Todos recordamos a la comediante Kathy Griffin cuando, en el 2017, hizo pública una foto de ella sosteniendo una máscara que emulaba a un Trump ensangrentado y decapitado.
Glenn Beck, el ex host de Fox News, le dijo a ABC en el 2016 que Trump era "un tipo peligroso", para luego decir que se parecía al "Hitler de 1929". Y en The View, las chicas del panel aseguraron que el ascenso de Trump era similar al del dictador alemán.
Los ataques no pararon aunque se demostrara que su presidencia no tuvo nada que ver con lo que alertaban sus adversarios. No persiguió a nadie, no encarceló a nadie ni pretendió modificar las leyes y la Constitución. Por supuesto, no creó campos de concentración ni masacró en masas, sobra decir.
Pero no importaba. De hecho, hace apenas poco más de 6 meses, en diciembre del 2023, el columnista Mike Godwin del Washington Post escribía un artículo titulado Sí, está bien comparar a Trump con Hitler. No dejes que yo te detenga.
De una forma mucho más explícita, en mayo de este año, la alguna vez prestigiosa revista The New Republic lanzó una portada con Donald Trump peinado como Hitler y el famoso bigote. Abajo de su rostro, en grande: "Fascismo americano".
">We chose the cover image, based on a well-known 1932 Hitler campaign poster, for a precise reason: that anyone transported back to 1932 Germany could very, very easily have explained away Herr Hitler’s excesses and been persuaded that his critics were going overboard. After all,… pic.twitter.com/x79Rkh86O1
— The New Republic (@newrepublic) July 7, 2024
El New York Times no se ha quedado atrás, llamando a Trump "un peligro para el país". Y el mismo tono ha tenido el Partido Demócrata, sobre todo en voz de su actual candidato y presidente, Joe Biden. De hecho, el discurso Batalla por el alma de la nación del 2022 significó un hito en este sentido. En él, Biden habló de que los millones de americanos que apoyan a Donald Trump "representan un extremismo que amenaza los fundamentos de la nación".
Toda esta retórica, que se ha ido acumulando y además ha recibido la inyección de millones de dólares en campaña, ha eludido por completo el proceso natural de reflexión que debió haber hecho el Partido Demócrata tras la derrota del 2016. En cambio, los demócratas se han aferrado a la demonización y deshumanización de Trump y los trumpistas como táctica para vencerles, como ocurrió en el 2020. Entonces, dejan a un lado el autoexamen correspondiente a un país en crisis, con un presidente impopular y con capacidades cognitivas altamente cuestionadas. Para los demócratas, la apuesta es a que los hechos les den la verdad y que finalmente Trump sea condenado, para poder afirmar que siempre tuvieron la razón y que enfrentan a un criminal. El problema es que, antes que la cárcel corrió la sangre.
Hitler es peor que una cucaracha. Al final, el jefe del Tercer Reich fue el responsable del asesinato de millones de personas. En ese sentido, si Trump es comparable con Hitler, la conclusión lógica es que cualquier acción, por más radical que parezca, es legítima para evitar una segunda Presidencia del republicano.
No se sabe mucho sobre la persona que le disparó al expresidente, volándole un pedazo de oreja, asesinando a un trumpista e hiriendo a otros dos. La información es que Thomas Matthew Crooks era apenas un joven de 20 años. Sea cual sea el motivo, la bala que casi mata al expresidente salió con un impulso mayor que el de la pólvora. Es el impulso del discurso que lleva casi una década amontonándose.
Ahora que ha corrido sangre, ¿el país reflexionará?