La presión del presidente a Israel para que acepte pagar un rescate exorbitante, que además le otorgaría la victoria al grupo terrorista, no sólo esconde motivaciones electoralistas. También es una traición a los intereses estadounidenses.

Un programa de humor nocturno no es el lugar al que se suele acudir para obtener información sobre las perspectivas de estabilidad en Oriente Próximo. Pero la aparición esta semana del presidente Joe Biden en el programa Late Night with Seth Meyers nos dio algo más que otro ejemplo de las contribuciones diarias de la cadena NBC a los demócratas y su campaña de reelección.

La aduladora entrevista sirvió softballs al presidente de 81 años, con la clara intención de socavar las preocupaciones sobre su edad y el declive de sus capacidades. Sirvió, asimismo, para delinear su política internacional. Dejando de lado la vaga retórica del presidente al identificarse como sionista, sus declaraciones sobre su plan para Oriente Próximo mostraron que tiene por prioridad ganarse el favor de la izquierda interseccional de su partido, que desprecia al sionismo y que está bien representada en Hollywood. Trabajar para que los terroristas dejen de suponer una amenaza para los israelíes o los estadounidenses no figura, parece, en su lista de tareas.

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