Desde el sector de la derecha, los reconocidos comentadores 'conservadores' pregonan ideas propias de Ocasio-Cortez o Tlaib. ¿Seguirá el Partido Republicano el ruinoso camino del Demócrata?

Se llama pueblo Potemkin a una fachada ficticia que muestra un país al que le va mal, haciendo que la gente crea que al país le va bien. El término proviene de las historias de una aldea portátil falsa construida específicamente para impresionar y engañar visitantes en Rusia en tiempos de la emperatriz Catalina la Grande. Resulta que hace unos pocos días el famoso presentador Tucker Carlson fue a visitar Moscú, dispuesto a sentirse gratamente impresionado, así que le encantó todo: el metro, el supermercado, la calle. Carlson creó su propio pueblo Potemkin en una visita a Rusia diseñada para vender al Gobierno de Putin como una panacea social, cultural y económica y ante esa fachada se declaró "radicalizado" contra los líderes estadounidenses que no proporcionaban una vida tan agradable a su gente como lo hacía el líder ruso. ¿Que llevaba a Tucker a intentar vender este pueblo Potemkin con tanta pasión y descaro?

La respuesta, más allá de las suspicacias lucrativas, posiblemente resida en la frustración ideológica que tiene Tucker Carlson con la clase política de su país, que lo lleva a venerar regímenes totalitarios sólo por el hecho de que se presentan como enemigos de sus enemigos. Abrazar al enemigo de tu enemigo es una fórmula antigua y riesgosa, pero no por ello deja de estar vigente. Por ejemplo, luego de la invasión de Hamás a Israel del pasado 7 de octubre, en el debate político estadounidense la izquierda política y social se alineó mayormente con el reclamo propalestino en contra del derecho de defensa del Estado judío, conforme a la narrativa woke. Según esta narrativa, dentro de la ideología interseccional, el occidentalismo capitalista, blanco y opresor, en este caso representado por Israel, es el enemigo y en consecuencia los terroristas islamistas que gobiernan Gaza y están contra Israel son los enemigos del enemigo y por tanto son buenos. Hasta acá nada nuevo, la base ideológica y activista del antisemitismo que ha crecido en los campus universitarios de Estados Unidos durante las últimos años y que ha derramado en el resto de la sociedad tiene en la izquierda política, que propaga estas ideas sobre Israel, el motor clave del aumento del odio a los judíos. En lugar de que las atrocidades de Hamás del 7 de octubre dieran como resultado el reconocimiento de los peligros mundiales que implica el islamismo, el odio a Israel hizo que los terroristas cosecharan simpatías por ser enemigos del enemigo cosa que los convirtió en amigos.

El antisemitismo, el apoyo al totalitarismo y tantos otros males que la izquierda decía que eran patrimonio de la derecha encuentra en personajes como Carlson y Owens una confirmación brutal del estereotipo que parecía lejano.

Pero mientras que la mayor parte de la derecha política y social estadounidense se ha alineado con el apoyo a Israel durante la actual guerra de autodefensa, un grupo muy influyente en la derecha mediática se ha volcado contra el Estado judío proporcionando cobertura intelectual a aquellos abiertamente involucrados en la demonización de Israel y en general de los judíos. La guerra entre Hamás e Israel en Gaza estalló también entre los referentes de la derecha mediática. El ya citado Tucker Carlson y la (ex) presentadora del Daily Wire, Candace Owens, son los dos nombres más destacados de este grupo cuyas reacciones al 7 de octubre han puesto de relieve una ideología que hasta hace poco tiempo tenían disfrazada.

Carlson se convirtió en una estrella de la cadena Fox cuando se alzó como una voz conservadora líder en temas como la inmigración y luego cuando se opuso a la política totalitaria liderada por su país respecto del COVID-19. Fue además el más reconocido personaje mediático dispuesto a exponer las barbaridades de Black Lives Matter en 2020, lo que le valió la admiración del público de derecha. Por otra parte, Owens, cuyo recorrido ideológico es mucho más sinuoso, también se opuso a un importante número de narrativas identitarias convirtiéndose en el tipo de tribuno que el movimiento conservador necesitaba. Joven, mujer, negra y experta en seducir redes sociales. Por eso las posturas que Carlson y Owens están mostrando sobre Israel después del 7 de octubre importan, no sólo porque con su radicalización están apoyando a las narrativas de la izquierda, sino porque la derecha no tuvo tempranamente anticuerpos para este tipo de personajes y los tomó como referentes y portavoces. El antisemitismo, el apoyo al totalitarismo y tantos otros males que la izquierda decía que eran patrimonio de la derecha encuentra en estos personajes una confirmación brutal del estereotipo que parecía lejano.

El caso de Candace Owens está ahora más de moda por la desvinculación del medio donde trabajaba, el Daily Wire y por el escándalo que provocó dicha desvinculación y que la enfrentó a otro famoso influencer mediático de la derecha, Ben Shapiro. Owens dijo que Israel aplicaba un apartheid porque la Ciudad Vieja de Jerusalén tiene un "barrio musulmán" y un "barrio judío". Su ignorancia sobre el tema la puso en ridículo rápidamente dado que no hablaba de los cuatro "barrios" de la Ciudad Vieja, omitiendo que hay un "barrio cristiano" y un "barrio armenio", y que no fueron creados por Israel sino que datan de la traza urbanística creada en el siglo XIX, y que podría ella misma haberlo constatado si le hubiera interesado el tema. Pero Owens ha cometido estos errores respecto de temas relativos a Israel con tanta liviandad como malicia.

Es posible que Carlson, Owens y la comparsa de influencers que los secundan ignoren todo sobre la historia y la geopolítica, de hecho han demostrado ser ignorantes sin pudor anteriormente, pero aún así las razones parecen otras.

Carlson siempre ha criticado la política bélica estadounidense como parte de un lobby que favorece las aventuras en el extranjero mientras descuida los problemas internos de Estados Unidos. Eso lo sitúa en contra del empeño de Biden en la guerra ruso-ucraniana y también contra el histórico apoyo de EEUU a la defensa de Israel. Si bien nunca apoyó a Hamás, su reacción se centró en argumentar en contra del esfuerzo de Estados Unidos por mantener a Irán fuera del conflicto. Incluso convocó al ex candidato presidencial Vivek Ramaswamy para arremeter contra dichos esfuerzos. En el programa de Carlson, Ramaswamy hizo gala de su frivolidad ignorante al proponer mecanismos de disuasión del terrorismo propios de un videojuego, pero lo importante para Tucker era usar al político republicano como legitimador de su sesgo.

A cara descubierta

Carlson y Owens han hecho componenda últimamente. Carlson hizo una entrevista aduladora a Owens como antes había hecho a Putin, donde ambos se mostraron asombrados por la respuesta excesivamente "emocional" de las personas a las atrocidades de Hamás, que a ellos les parecían lejanas. Ambos dijeron no saber por qué Shapiro había criticado las expresiones de Owens, dado que no les resultaban a ninguno de los dos antisemitas, aún cuando Candace había acusado a Israel de genocida y había apoyado a un famoso judeófobo y adorador de Hitler. Tiene sentido que Owens tenga tan averiada su brújula moral, ya que tiene su propio historial de hacer comentarios polémicos en torno a Hitler. En 2018, cuando se le preguntó sobre el nacionalismo, Owens condenó la forma en que los estadounidenses vinculan el nacionalismo con Hitler: "Si Hitler solo quisiera hacer grande a Alemania y hacer que las cosas funcionaran bien, está bien. El problema es que tenía sueños fuera de Alemania. Quería globalizarse”. Aparentemente, si Hitler sólo acotaba su carnicería a las fronteras alemanas la cosa no le hubiera parecido grave.

Cuando la critican, Owens inmediatamente se victimiza y alega persecución, una clásico de la retórica izquierdista. Cuando se conoció su desvinculación del periódico de Shapiro publicó que se sentía liberada, ¿quién la tenía presa? ¿quién la oprimía? Owens no es una víctima, es millonaria, influyente y famosa, al igual que Tucker. Tanto Owens como Carlson cuentan con un profundo conocimiento de sus audiencias; así fue como acumularon tanta visibilidad e influencia, saben que para atraer a los grupos antisemitas o antidemocráticos no necesitan usar las viejas narrativas ajadas y en descrédito del siglo pasado que expulsarían a muchos de sus seguidores. Habitualmente sólo necesitaban hacer guiños a los fanáticos para disimular su sesgo y no quedar al descubierto. Sin embargo, en los últimos días, dejaron de disimular sus aberrantes posturas y se exhibieron abiertamente. ¿Creerán que su público está listo para dar el salto y convertirse en el estereotipo que la izquierda siempre denunció?

En las últimas semanas se han atrevido a hacer declaraciones que borran cualquier ambigüedad, se han mostrado opuestos a la histórica alianza entre Estados Unidos e Israel, y de hecho contrarios a los esfuerzos de combatir a Irán y sus satélites como Hamás o Hezbolá. Podría decirse que estas posturas provienen del aislacionismo que defiende Carlson, principalmente, caracterizado en una versión maniquea del "Estados Unidos primero", pero uno de los enemigos más importantes de Estados Unidos es Irán. ¿Desconocen que para el terrorismo internacional guiado y financiado por Irán, EEUU e Israel son indistinguiblemente sus enemigos? ¿Pensarán que si se aíslan de la guerra de Israel contra Hamás, los islamistas dejarán de decirles Satán? Es posible que Carlson, Owens y la comparsa de influencers que los secundan ignoren todo sobre la historia y la geopolítica, de hecho han demostrado ser ignorantes sin pudor anteriormente, pero aún así las razones parecen otras.

Son una cohorte que desde la derecha se convierte en cómplice del wokismo, comprando y legitimando su narrativa en lo que se refiere ya no sólo al Estado de Israel sino a los judíos en general.

Para entender la posición de estos personajes es necesario prestar atención a una artimaña en la que se escudan: anteponen a cualquier declaración contra Israel, o que saben que va a levantar críticas, el comodín de que simplemente están planteando una "pregunta obvia". Luego, mientras simulan mostrar preocupación por el tema, tergiversan la pregunta. La estrategia se basa en no reconocer que sus "simples preguntas" en realidad se alinean con la izquierda a la que, en teoría, se oponen en otros temas. Pero se hacen eco de todas las teorías de conspiración de la izquierda, desde los delirios judeófobos medievales hasta la más actual, que es afirmar que quienes apoyan a Israel anteponen los intereses del Estado judío a los de su país. Y no están solos ni son pocos. Se trata de un importante grupo de influencia que racionaliza el antisemitismo para volverlo más digerible a las enormes masas a las que le hablan día a día.

Es cierto que no son The Squad, ese grupo de miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de destacada performance antiisraelí como por ejemplo Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar o Rashida Tlaib, pero vergonzantemente para todos ellos comparten puntos de vista relevantes. Ni Candace ni Tucker ocupan cargos políticos y por ser de derecha carecen del apoyo de Hollywood, del mainstream mediático o de los grupos de activistas callejeros de la izquierda woke. Pero acaso sean más perjudiciales, porque no influyen sobre la base demócrata, sino entre los republicanos. Tienen un gran número de seguidores en las redes sociales, mucho dinero y suelen marcar la agenda de la política republicana.

Son una cohorte que desde la derecha se convierte en cómplice del wokismo, comprando y legitimando su narrativa en lo que se refiere ya no sólo al Estado de Israel sino a los judíos en general. Comparten el mismo enemigo y por eso ven con simpatía a los enemigos de su enemigo. Mientras sigan siendo voces importantes de la derecha usarán su influencia para colar su visión de un EEUU encapsulado, un Israel culpable de sus tragedias y de un Irán inocuo. Hablen de lo que hablen, sus posturas hacia los judíos e Israel se mezclarán. Candace Owens y Tucker Carlson saben exactamente que esto está pasando, tal vez en su postura aislacionista e indolente quieran equipararse a la línea paleoconservadora de Pat Buchanan, pero lo cierto es que terminan engrosando el bando de Barack Obama y por supuesto favoreciendo a Biden. Tal vez no sea inocente, es cuestión de sopesar enemigos y posiblemente Israel les caiga peor que Rashida Tlaib.

¿Tras los pasos del Partido Demócrata?

El trumpismo pone en un brete a la derecha antisemita y proputinista. Los obliga a hacer equilibrio entre el apoyo a Trump, que a su vez siempre apoyó a Israel, y sus ideas sobre la ilegitimidad del Estado judío, pero también sobre otras cuestiones como las bases de la democracia y la libertad en general. Consideran que para solucionar los muchos problemas que aquejan a la sociedad norteamericana es necesario privar a dicha sociedad de los que la hizo próspera y en cambio pregonan las bondades de los totalitarismos y avalan el antisemitismo. Se montan sobre un comprensible diagnóstico de que la cultura occidental y sus valores están siendo atacados y lo tergiversan para convertirlo en una nueva versión del antisemitismo clásico, mientras afirman estar siendo perseguidos por denunciar este hecho y "sencillamente hacer preguntas".

En los años en los que creció exponencialmente la cultura woke el aparato político y mediático de la izquierda estadounidense impuso una ideología que juzga a las personas o sus argumentos no por su contenido sino por la identidad de dichas personas o argumentos. Su visión dialéctica del mundo está planteada entre opresor y oprimido, entre blancos colonizadores capitalistas heterosexuales y todo el resto (o el autopercibido resto) y así han destrozado al Partido Demócrata, convertido en un partido de élites reaccionarias convencidas de su propia superioridad moral. Pero si la derecha se deja influenciar por la misma ideología identitaria y resentida, si el pregón de personalidades como Owens o Carlson ganan apoyos fomentando la animosidad contra los judíos y se dejan marcar la agenda, correrá una suerte aún peor que la del partido Demócrata. Porque no sólo van a padecer la colonización partidaria a cargo de personajes nefastos sino que se convertirán en la profecía que para ellos elaboró la izquierda: la de ser un partido autoritario, fascista y antisemita. Y eso, necesariamente, atentará contra sus opciones políticas en pleno año electoral.