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 EL TIEMPO QUE LLEVA KAMALA HARRIS SIN COMPARECER EN UNA CONFERENCIA DE PRENSA

Una elección marcada por la frontera

Tenemos que darnos cuenta de que el potencial de fraude electoral, la naturaleza acelerada de la aceptación de nuevos ciudadanos y la escalofriante crisis fronteriza son fuerzas emergentes este ciclo electoral.

Inmigrantes detenidos en la frontera sur intentando entrar en los Estados Unidos mientras la Casa Blanca no hace nada.

Inmigrantes en la frontera surCordon Press

En este año de elecciones presidenciales, es hora de hacer cuentas. No el tradicional conteo de electores, ni el cálculo de votantes en estados indecisos o el debate sobre los datos en las encuestas. No. Es hora de hacer cuentas para dirimir el asombroso aumento en la cantidad de nuevos ciudadanos que podrán votar en el ejercicio democrático de este año.

Según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS, por sus siglas en inglés) en el año fiscal 2022 juraron un millón de nuevos ciudadanos. Asegura que es la cifra más alta de naturalizaciones en 15 años. La agencia gubernamental dice que este número refleja el esfuerzo de la Administración Biden para hacer frente a la acumulación de solicitudes que había crecido durante la pandemia de COVID.

Según las estadísticas del año fiscal 2023, 878.500 nuevos ciudadanos participaron en ceremonias de naturalización que los hacen elegibles para votar. Haciendo cuentas, encontramos que las naturalizaciones en los años fiscales 2022 y 2023 constituyeron casi una cuarta parte de todas las naturalizaciones durante la última década.

Es como si Washington buscara crear conscientemente un cambio demográfico de potenciales votantes en 2024.

Un estudio de Pew desglosa de dónde proceden estos nuevos votantes. México es el principal país de nacimiento de los inmigrantes estadounidenses: más de 10 millones de inmigrantes que vivían en Estados Unidos en 2022 nacieron allí, es decir, el 23% de todos los inmigrantes. India, con el segundo mayor porcentaje, se situó muy por detrás con un 6%, seguida de China con un cinco por ciento, Filipinas con un cuatro por ciento, y la nación latinoamericana de El Salvador con un tres por ciento.

Lo que significan estas cifras es que la base electoral del país ha cambiado en los últimos cuatro años, ya sea por un cálculo político deliberado o por casualidad. Para aquellos de nosotros que no creemos en las coincidencias, esto representa potencialmente una estrategia sutil, incluso sin escrúpulos, para cambiar el resultado el día de las elecciones.

Luego, por supuesto, está el asunto nada desdeñable de la crisis fronteriza. ¿Cuántos de los extranjeros ilegales que han cruzado a Estados Unidos durante los últimos años podrían jurar como ciudadanos, contribuyendo aún más al recuento de votos de la noche electoral? Al tener en cuenta un informe del Capitolio, las matemáticas son asombrosas: millones.

Tenemos que darnos cuenta de que el potencial de fraude electoral, la naturaleza acelerada de la aceptación de nuevos ciudadanos y la escalofriante crisis fronteriza son fuerzas emergentes durante este año de elecciones presidenciales. Tienen los medios para alterar el curso de la democracia, nuestra posición global y nuestro futuro compartido como estadounidenses. 

Para comprenderlo, hay que empezar por hacer las cuentas.

© Gatestone Institute

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