El multimillonario se equivoca al legitimar a extremistas anti-judíos y al señalar únicamente a la ADL por sus ataques a X (antes Twitter). Sin embargo, la seguridad de los judíos no puede garantizarse amenazando a la libertad de expresión.

Elon Musk pudo haber pensado que estaba siendo amenazado por la Anti-Defamation League (Liga Antidifamación o ADL). Pero, a pesar de que crea haber dado vuelta la situación, resulta que les ha hecho un favor invaluable.

Al apuntar todo su fuego hacia la ADL, en un intento por defenderse contra una campaña que buscaba privar de publicidad a Twitter (ahora llamada "X"), incluso culpándola de antisemitismo e involucrándose con cuentas claramente antisemitas, Musk no sólo ha permitido que la organización se haga la víctima en esta disputa. También les ha permitido cambiar el tema de discusión, de manera que pasó de ser la participación de la ADL en los esfuerzos de las Big Tech para censurar puntos de vista políticos a la habilitación del odio hacia los judíos. Al hacerlo, Musk ha jugado directamente en las manos del CEO de ADL y presidente nacional Jonathan Greenblatt, y ha dado a los críticos de su esfuerzo por usar X para proteger la libertad de expresión en internet un arma con la que desacreditarlo, así como a la causa anticensura.

La reciente polvareda comenzó en el transcurso de la semana cuando, después de una reunión entre la ADL y un ejecutivo de X, Musk comenzó a atacar públicamente a la organización por sus agresivos intentos de obligar a la compañía a prohibir ciertas cuentas. En varias publicaciones, apoyó los ataques contra la ADL por parte de antisemitas de derecha como Keith Woods y Alex Jones, alegando que el grupo es en sí mismo el "mayor generador de antisemitismo en esta plataforma". Luego siguió con un publicación que afirmaba: "Para limpiar el nombre de nuestra plataforma en materia de antisemitismo, parece que no tenemos más remedio que presentar una demanda por difamación contra la Liga Antidifamación... ¡Oh, la ironía!".

Eso, a su vez, ayudó a alimentar una oleada de viles gritos antisemitas con el hashtag #BanTheADL (#ProhíbanLaADL), que X permitió fuera tendencia en la plataforma.

Una avalancha de antisemitismo

Para la ADL, esto demuestra el punto que han estado tratando de impulsar el año pasado, desde que Musk compró Twitter. Greenblatt ha estado diciendo todo el tiempo que abandonar las políticas de censura de la compañía era una luz verde para el odio. La decisión de Musk de apuntar contra la ADL ha producido exactamente el tipo de avalancha de publicaciones antisemitas que parecen reivindicar los argumentos de la Liga Antidifamación a favor de la censura.

Como el columnista Daniel Greenfield ha señalado correctamente, hay algo siniestro en la forma en que Musk eligió señalar a ADL como el actor principal que busca desmonetizar X. Unas 40 organizaciones, incluidas ADL, GLAAD, la NAACP, Muslim Advocates, National Hispanic Media Coalition y United Church of Christ, instaron a un boicot publicitario de Twitter después de la toma de posesión de Musk, además de otros 60 grupos izquierdistas que forman parte de la coalición #StopToxicTwitter. Pero Musk sólo amenazó con demandar a ADL, y sus publicaciones amplificaron las voces de algunos de los peores extremistas, incluidos los repugnantes 'groypers' que odian a los judíos liderados por Nick Fuentes.

He escrito muchos artículos en los últimos años sobre cómo Greenblatt ha ayudado a transformar la ADL en un grupo auxiliar del Partido Demócrata, de la organización no partidista en defensa de los judíos que suponía ser. El editor del Washington Examiner, Seth Mandel, también ha sido constantemente franco en este sentido y fue objeto de una feroz campaña en las redes sociales incitada por el grupo. Pero tenía razón cuando publicó en X, después de los recientes intercambios Musk-ADL que "los groypers que tuitean que hay que 'prohibir la ADL' son malas personas con malas intenciones y malos designios. No te dejes engañar, no 'consideres su argumento', son demonios que te odian. Sin matices". También señaló que "la ADL y yo estamos discutiendo sobre cómo mantener vivos a los judíos. Los groypers quieren que no quedemos más".

Musk es una figura mercurial difícil de encasillar en cualquier espacio político. Parecía estar motivado por el deseo de revocar el régimen de censura de las redes sociales cuando pagó $44.000 millones por Twitter en un acuerdo que se completó en octubre de 2022. El precio de compra estaba muy inflado y, desde entonces, Musk ha luchado por mantener bajo control las enormes pérdidas financieras de la plataforma. Pero hay pocas dudas de que su gran gesto fuese en respuesta a un problema genuino.

Censura Big Tech

El público aprendió mucho cuando Musk abrió los archivos de la compañía a los periodistas Matt Taibbi, Bari Weiss, Lee Fang, Michael Shellenberger, David Zweig y Alex Berenson poco después de que se completara la venta. Taibbi y Weiss coordinaron la publicación de los documentos con Musk, publicando detalles de los archivos en una serie de hilos conocidos como los Archivos de Twitter. Lo que encontraron fue un patrón impactante de censura a los conservadores y los críticos con las políticas gubernamentales contra el covid, así como de colusión con la Administración Biden para silenciar las opiniones que no les gustaban. También ayudaron a desentrañar la historia de cómo las grandes compañías tecnológicas como Twitter se coordinaron con los demócratas, y otros, para silenciar informes sobre las prácticas comerciales corruptas de la familia del presidente Joe Biden en las semanas previas a las elecciones de 2020.

Como escribí en las semanas posteriores a la compra de Musk, el rechazo que recibió de la ADL -y otros grupos izquierdistas y liberales- fue supuestamente debido al discurso de odio, pero realmente tuvo otra causa. Como parte de su disfraz actual, más de grupo partidista de ataque que de defensor de los judíos, la ADL formó parte del esfuerzo por censurar puntos de vista de la derecha.

Su trabajo de consultoría con gigantes de Silicon Valley como PayPal, Facebook y Twitter demostró que participó de un asalto combinado -formado por activistas liberales, corporaciones y el gobierno- contra la libertad de expresión y no de una defensa de la democracia, y mucho menos una campaña dedicada a eliminar el odio de internet. Como tal, aunque se presenta a sí misma como una luchadora incansable contra los extremistas, el impacto de sus esfuerzos planteó tal amenaza a la libertad como muchos de los chiflados a los que señala como argumentos a favor de la censura. Sin embargo, seguir este camino fue inmensamente rentable para la ADL, tanto en términos de las contribuciones corporativas que pudo solicitar como del poder que les granjeó.

Al mismo tiempo, es importante tener en cuenta que en los 11 meses desde que tomó el control de Twitter, Musk ha demostrado ser cualquier cosa menos un firme defensor de la libertad. Hizo sonar las notas correctas al principio, indicando que entendía que la propiedad de la plataforma le daba un control efectivo de la plaza pública virtual del mundo. Esa es una posición de enorme poder que, como habían demostrado sus predecesores en la compañía, podría causar un gran daño.

Pero desde entonces ha roto con los periodistas con los que colaboró para hacer públicos los archivos de Twitter. Tampoco está nada claro que los problemas que plagaban Twitter hayan sido descartados junto con gran parte del personal anterior. El baneo en la sombra -el silenciamiento de algunas voces, ya sea por un algoritmo o una acción individual, sin el conocimiento de la persona afectada- de las cuentas de opinión conservadoras parece haber continuado.

Y en lugar de enfrentarse a algunos de los grupos izquierdistas más grandes que han estado presionando por boicots publicitarios a la plataforma, prefirió aliarse con antisemitas tratando de argumentar únicamente contra la ADL.

Es el mismo tipo de mal juicio que lo llevó a cambiar el nombre de la compañía de Twitter, y sus epónimo tuits, a X, un extraño error que puede estar entre las peores decisiones de marketing en la historia de los negocios modernos.

¿En quién podemos confiar?

En resumen, está claro que no se puede confiar en que Musk sea el guardián de la libertad de expresión que quiere pensemos que es. Sin embargo, no importa cuán decepcionante haya resultado ser su conducta, nada de eso justifica el deseo de la ADL de restablecer la vieja censura de Twitter contra los conservadores.

Este es un debate que se ha estado librando durante los últimos cuatro años desde que el actor/comediante Sacha Baron Cohen recibió una plataforma de la ADL para presionar por más censura en Facebook en nombre de la erradicación del antisemitismo. Argumentó que las compañías de redes sociales deberían expulsar a los que odian a los judíos de sus plataformas y que su fracaso en hacerlo estaba alimentando un aumento del antisemitismo.

El problema con ese punto de vista se demostró en los años siguientes cuando las Big Tech comenzaron a escucharlo. En lugar de simplemente prohibir a lunáticos y trolls como los groypers, los oligarcas de Silicon Valley que dirigen estas compañías pusieron en marcha prácticas que permitieron una amplia censura de puntos de vista conservadores, incluido el rechazo a las políticas gubernamentales autoritarias e inútiles que tenían como objetivo frenar la pandemia del coronavirus.

A pesar de todos mis desacuerdos con Greenblatt y la ADL, no puede haber compromiso con personas como Jones, Woods, Fuentes y sus groypers. Aún así, eso no debe interpretarse como una justificación de la posición de la ADL sobre la censura en internet. Si bien las plataformas de redes sociales están en su derecho cuando cierran cuentas que promueven el odio, parecen incapaces de hacerlo sin participar en la censura de posturas políticas legítimas.

Los propios ataques de la ADL a la opinión conservadora en internet, como la de los Libs de TikTok de Chaya Rachick, desmienten cualquier afirmación de la organización de que apoyan la libertad de expresión de aquellos que tienen puntos de vista distintos de los suyos.

El mundo estaría mejor si los que odian a los judíos fueran silenciados, pero no podemos confiar en que lo hagan los censores de ADL o las Big Tech sin participar en una conducta que socave la libertad de expresión que es esencial para la democracia. Es difícil sopesar el equilibrio correcto entre estas dos preocupaciones, pero por mucho que Musk merezca críticas por una conducta que puede describirse justamente como habilitadora del antisemitismo, eso no debe tratarse como una reivindicación de la posición de la ADL o su postulación como árbitro de lo que debería o no debería permitirse que se publique en línea. La seguridad de los judíos no se puede obtener a costa de sacrificar la libertad de expresión.

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