Venezuela: 35 años del Caracazo, ¿el hito fundamental de la Revolución Bolivariana?

Como caídas del cielo, las revueltas del 27 de febrero fueron el elemento decisivo del relato con el que el chavismo irrumpiría en la política para ganarse a los venezolanos.

Algunos dicen que estalló en Guarenas, una ciudad satélite de Caracas. Otros, que fue en Guatire, también a pocos kilómetros de la capital. Lo cierto es que no hay certeza sobre dónde y cómo empezó. Y de allí deriva el misticismo de El Caracazo, la insurrección social que hace exactamente 35 años hizo temblar al recién juramentado Gobierno de Venezuela.

Unos días antes del 27 de febrero, Carlos Andrés Pérez —que había sido aclamado en las elecciones de Venezuela en diciembre de 1988— asumió la Presidencia. Pérez, que ya había sido presidente de Venezuela entre 1974 y 1979, era recordado como el padre de la desmesurada prosperidad y la bonanza. En el 88, los venezolanos aclamaron a Pérez, quien ahora asumía un país desgastado y que precisaba de intensas reformas económicas. El nuevo Gobierno, consciente de ello, trató de dejar atrás el modelo rentista y estatista y abrazar la liberalización de la economía.

Respaldado por un escuadrón de prestigiosos tecnócratas, Pérez impulsó un conjunto de reformas económicas que planteaban desregular la economía, levantar subsidios, descongelar precios y privatizaciones. La izquierda local calificó a las reformas como un nocivo paquete de shock.

El 26 de febrero se hizo efectivo el alza de los precios del petróleos y esa misma semana los conductores de autobuses habían acordado con el Ministerio de Transporte el aumento de la tarifa del transporte, que llevaba dos años congelada. Un aumento casi imperceptible.

Quienes afirman que El Caracazo arrancó en Guarenas o Guatire parten de la hipótesis de que fue una insurrección espontánea. A lo Rosa Parks, algún usuario se negó a pagar el pasaje, con el nuevo precio, y, como la pólvora, la rabia se regó hasta tomarse las calles de las principales ciudades de Venezuela. El saldo, al final de los tres días de revueltas, saqueos y mucha violencia, habría sido de más de 200 muertos —y cifras extraoficiales hablan de 400 muertos.

El hito fundacional

Para el momento de El Caracazo, Hugo Chávez era mayor del Ejército y había sido designado como ayudante de la Defensa del Palacio de Miraflores, la sede de la Presidencia. Para entonces, ya Chávez era un conspirador prolijo, que había fundado años atrás, en el 82, el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, con el fin de, algún día, alzarse.

Para Chávez y su grupo de conspiradores —compuesto, entre otros, por Raúl Isaías Baduel, Jesús Urdaneta Hernández y Felipe Acosta Carlés—, Venezuela precisaba de un cambio urgente. Influenciado por grupos de izquierda, veían a la Revolución Cubana como un norte moral, y aspiraban a emular en Venezuela lo que los barbudos hicieron en la isla.

Por ello, para el grupo de Chávez la revuelta de El Caracazo fue providencial. Como si la hubieran alentado, les cayó perfecto para robustecer el relato sobre el que luego se sostendría la Revolución Bolivariana: el pueblo, hastiado, salió a las calles a reclamar lo que es suyo y el Gobierno, de carácter tiránico, lo reprimió, a favor de los intereses de potencias foráneas y el Foro Monetario Internacional. Un relato ficticio, minuciosamente esculpido, pero fácil de mercadear.

Justamente Hugo Chávez le dijo a Ignacio Ramonet, para su libro de entrevistas, algo así: el Caracazo nos impulsó porque nos dimos cuenta de que en Venezuela ya no solo había fisuras profundas e injusticias sociales, sino que además teníamos al frente a un Gobierno que había perdido toda legitimidad.

Y es esa noción de que el Gobierno había devenido en dictadura, por reprimir a un pueblo presuntamente hambreado, lo que sostiene las motivaciones del cruento intento de golpe de Estado con el que Hugo Chávez debutaría en la política el 4 de febrero de 1992.

Puede que la Revolución Bolivariana y el movimiento chavista considere otros hitos fundacionales. Pero sin El Caracazo, mucho del ecosistema y el imaginario chavista no se habría podido concibir. Precisamente el concepto de un pueblo reclamando lo propio, lo que le corresponde, es en lo que luego se basarán políticas del Gobierno chavista como las expropiaciones o los controles.

La espontaneidad versus la organización

Para que el relato chavista funcione, necesita vender la tesis de la espontaneidad del 27 de febrero. De eso depende mucho del imaginario que se ha alzado en Venezuela en los últimos 30 años. No obstante, los datos y los hechos atenuan la premisa de que El Caracazo nació orgánicamente.

En su libro sobre el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, La rebelión de los náufragos, la periodista Mirtha Rivero habla de cómo El Caracazo no empezó en un solo lugar, en Guarena o Guatires, sino que se dio en simultáneo en varios barrios de Caracas. Como si hubiera sido coordinado, usuarios del transporte público en varias zonas decidieron alzarse al mismo tiempo.

Por otro lado, Rivero habla de informes de Inteligencia previo al Caracazo que alertaban de la inminencia de una implosión social, agitada por grupos de extrema izquierda.

En otra profunda investigación, la escritora Thays Peñalver, también para un libro, recoge hechos y testimonios en torno al Caracazo que ayudan a desmontar la espontaneidad del asunto. En su obra La Conspiración de los 12 Golpes, Peñalver escribe: "En Vebezuela la Federación de Barrios de Guarenas, que agrupaba a todas las asociaciones de vecinos (...) estuvo hasta las dos de la mañana imprimiendo panfletos que de inmediato repartió en las calles. Previamente se había convocado a las asociaciones de vecinos a movilizarse desde temprano para 'tomar' la terminal de pasajeros. De acuerdo al relato de uno de los líderes que planificó aquel 'movimiento espontáneo', el comunicado entregado a la gente a partir de las cuatro de la mañana incitaba a los pasajeros a 'no pagar el aumento del pasaje'".

Más reportes se amontonan: hubo francotiradores extranjeros en los barrios, disparando a la población, según reveló el corresponsal en Caracas del diario ABC; el diario El Nacional habla de extranjeros detenidos.

Algunos llegan, incluso, como el general Carlos Peñaloza, quien para el momento era el jefe del Estado Mayor del Ejército, a decir que los extranjeros presentes en Venezuela durante El Caracazo eran cubanos y que mucha de esa logística se había importado unas semanas atrás, cuando, durante la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, Fidel Castro viajó a Caracas con una comitiva exagerada.

Esta última hipótesis ha cobrado fuerza con los testimonios de muchos más testigos, que dan fe de la presencia de cubanos en Caracas en la víspera de El Caracazo.

Lo cierto es que para tratarse de una insurrección popular, presuntamente espontánea, de amas de casa y trabajadores, terminó siendo un episodio tremendamente sangriento de la historia de Venezuela. Para la izquierda, y el chavismo, esto se debe a la represión del Gobierno. Sin embargo, los reportes de la prensa y los testimonios sugieren lo contrario.

"Mientras en Caracas se quemaban autobuses de la misma manera como ocurrió en otros países, motorizados ingresaban a los supermercados, tiendas y abastos en general para incentivar el saqueo de los transeúntes que marchaban al trabajo (...) los que aquí en Venezuela, que copiaron el modelo desestabilizador, decidieron abrir ante nuestros ojos las santamarías con la deplorable consigna: '¡Saqueos populares!'", escribe Thays Peñalver.

Y el modelo aún hoy se mantiene vigente, cuando se habla de las recurrentes insurrecciones populares, aparentemente espontáneas, en contra de reformas necesarias del mercado, como ocurrió en Chile, en Colombia, en Ecuador y parece inminente en Argentina.

Al final, como caído del cielo, El Caracazo fue el elemento decisivo del relato con el que el chavismo irrumpiría en la política para ganarse a los venezolanos. Ese ánimo revanchista, saqueador, que llevó a Chávez al poder y que aún hoy funciona como práctica sistemática de un modelo perverso.