El Gobierno argentino decidió prohibir el uso del llamado ‘idioma inclusivo’ y la perspectiva de género en la administración pública. ¿Por qué esta medida es más importante de lo que parece para el país sudamericano?

El Gobierno argentino, encabezado por el presidente Javier Milei, decidió prohibir el llamado lenguaje inclusivo y la perspectiva de género en la administración pública. 

Manuel Adorni, vocero presidencial, fue el encargado de anunciar la medida durante una conferencia de prensa: "Se va a proceder a iniciar las actuaciones para prohibir el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género", expresó. Y agregó:  "No se va a poder utilizar la letra ‘e’, el arroba o la ‘x’". 

Asimismo, el funcionario declaró que se evitará en la redacción de documentos públicos "la innecesaria utilización" del género femenino.

Adorni subrayó que el Gobierno no está dispuesto a debatir sobre el lenguaje inclusivo y aseveró que la perspectiva de género se ha usado como "un negocio de la política".

El Ministerio de Defensa, el primer órgano en implementar la prohibición del lenguaje inclusivo

El primer órgano en tomar esta decisión fue el Ministerio de Defensa, para aplicarlo en su estructura y en las Fuerzas Armadas, con el objetivo de evitar que se cometan interpretaciones erróneas sobre las transmisiones que se realicen.

De este modo, se tendrá que respetar las normas de la Real Academia Española (RAE) y los reglamentos y manuales del Ejército para no caer en una "desviación o desnaturalización del castellano no estandarizado ni avalado por un plexo jurídico correspondiente", por lo que "se impone el uso correcto del idioma castellano, que es el que se ha utilizado para el encuadre y la guía de todos los reglamentos, manuales y documentos de escritura y simbología tanto del Ejército, como aeronáuticos y navales", señaló el ministro de Defensa, Luis Petri, en una resolución.

"Lo que intenta esta medida es generar mayor racionalidad en el manejo de la comunicación"

En declaraciones exclusivas para Voz Media, Ricardo Rojas, exjuez y escritor argentino, se mostró a favor de la decisión tomada por el Gobierno de Javier Milei. "Me parece que la medida tiene que ver con que se utilice el idioma castellano en los documentos y comunicaciones de la administración pública, que es el idioma oficial que debe usarse en esas áreas", dijo.

Asimismo, el intelectual criticó duramente el lenguaje inclusivo. Al respecto, señaló: "No constituye un lenguaje propiamente dicho, es una deformación, como un argot o lunfardo. No creo que tenga nada que ver con la auténtica lucha contra la discriminación o la igualdad de géneros, sino que ha sido utilizado con móviles políticos, lo que es improcedente para reparticiones públicas”.

Rojas sostuvo que "la distorsión del lenguaje conocida como ‘lenguaje inclusivo’" no tiene ninguna relación con la discriminación. "Por el contrario, expresa claramente una postura ideológica", sostuvo. Y añadió: "La verdadera inclusión se logra tratando a todos por igual en el ejercicio de sus derechos, y eso se hace por otros medios. Cambiar una ‘o’ por una ‘e’ no tiene ninguna relevancia desde el punto de la protección de los derechos, y muchas veces actúa, por el contrario, como un distractivo para no ver los verdaderos problemas de discriminación y segregación”.

El escritor también se refirió a las dificultades que resultan del uso del idioma inclusivo. "Se ha distorsionado tanto el lenguaje, de tantas maneras, con la excusa de la ‘inclusión’, que a veces es difícil entender lo que se dice". Y agregó que "el idioma oficial para la comunicación del Gobierno en Argentina es el idioma castellano, y si se utiliza bien el castellano todos nos beneficiamos, porque nos podemos entender mejor".

No obstante, Rojas aclaró que "independientemente de que el Gobierno utilice el idioma oficial en sus comunicaciones, cada uno puede hablar como quiera, lo que no debería existir es el derecho a que me quieran imponer una forma de hablar por consideraciones políticas o ideológicas". 

Asimismo, concluyó que "quienes quieran utilizar el idioma inclusivo en sus conversaciones pueden hacerlo libremente. El problema que tendrán es que probablemente sus interlocutores no los podrán comprender. El lenguaje es una forma de comunicación, que se genera espontáneamente, por evolución, no se impone por motivaciones políticas, y cuando se lo quiere distorsionar artificialmente, deja de servir como lenguaje”.

“El verdadero control del lenguaje no lo tienen algunos individuos, sino la comunidad de hablantes”

Para profundizar en el asunto del idioma inclusivo, Voz Media dialogó con el argentino Wenceslao Grillo, experto en lenguaje. Al igual que Rojas, el intelectual manifestó su apoyo a la prohibición anunciada por la Administración Milei. "Si bien es cierto que el Gobierno tiene cosas más importantes que hacer, no creo que esta decisión afecte en nada su capacidad de hacerlas. Toda organización se ve representada por su forma de comunicarse con otras organizaciones y con el público. La administración pública no es la excepción, y un lenguaje progresista lleno de "todes" y "tod@s" lo hace ver de una manera que no se corresponde con la actitud general del Gobierno actual”.

Grillo explicó que "es común que una organización o empresa dicte a sus miembros o empleados la forma en la que desea que sus representantes se comuniquen con el público; el Estado no tiene por qué ser una excepción".

Además, el experto expresó duras críticas contra el idioma inclusivo. Desde el punto de vista de los detalles de implementación, señaló que "cosas como ‘tod@s’ o ‘todxs’ son indefendibles porque la '@' no tiene pronunciación asociada y una 'x' entre dos consonantes no es compatible con la fonotáctica, es decir con la pronunciación del español. Similarmente, se intenta decir que escribir ‘abogado’ o ‘abogada’ está mal y debe preferirse ‘abogade’ para no enfatizar ningún género, pero a la vez se pretende que una mujer, en vez de ‘presidente’, que ya tiene la 'e', sea ‘presidenta’".

Grillo sostuvo que los defensores de este tipo de lenguaje "suelen tener ideas bastantes confusas en cuanto a la relación entre género gramatical y sexo biológico". No obstante, señaló que "el español es un lenguaje con género gramatical real, asociado con cada sustantivo, y no con su referente (la cosa o persona que menciona)”. 

"En español tenemos algunas reglas que, por ejemplo, dictan el uso de pronombres de género gramatical femenino para referirse a personas determinadas de sexo femenino, es decir Mafalda es ‘ella’, y no ‘él’", continuó Grillo. "Pero muchas veces, para la misma cosa, tenemos un sustantivo de cada género, por ejemplo: una cosa y un objeto. Y esto muchas veces nos hace usar, de manera correcta, un género gramatical que no condice con el de la persona a la que nos referimos. Por ejemplo, Arnold Schwarzenegger es claramente un hombre muy masculino, pero podemos decir sin problema que es una persona maravillosa", añadió.

"Intentar asociar sexo biológico con el género gramatical más fuertemente de lo que el lenguaje exige no puede llevar nunca a buen puerto", subrayó.

El especialista argentino también aseveró que el mayor error que cometen los defensores del lenguaje inclusivo es, quizá, la falta de conocimiento de otras lenguas. "En el mundo existen muchos idiomas en los que no hay género gramatical. Algunos ejemplos son el chino, el finlandés y el húngaro, en los que no hay una palabra para decir 'él' y otra para decir 'ella'. Tampoco los adjetivos tienen forma masculina ni femenina". Por lo tanto, señaló que "en la mayoría de los casos, si por algún motivo es importante señalar el sexo de la persona, hay que decir cosas como ‘profesor mujer’". 

Grillo dijo que “si fuese cierto que al eliminar las diferencia de género gramatical del idioma, eliminaríamos a la vez el machismo, entonces en países donde se hablan idiomas sin género gramatical no existirían diferencias entre los sexos. Sin embargo, vemos que esto no es así. Finlandia tiene una actitud muy igualitaria en cuanto a los sexos, Hungría es un intermedio y en China se ven unas claras diferencias entre hombres y mujeres”.

"Una función importante, aunque muchas veces pasada por alto del idioma", prosiguió el especialista, "es mostrar los grupos de pertenencia del hablante. El que habla con acento porteño, por ejemplo, muestra con eso que es porteño o que ha vivido en Buenos Aires muchos años. Similarmente, los relativamente pocos que usan el lenguaje inclusivo muestran que pertenecen a una cierta comunidad ideológica. Para eso sí sirve el lenguaje inclusivo. Y obligar a hablantes que no comulguen con esa ideología a usar ese idioma podría servir para hacer creer que esa ideología goza de más apoyo del que realmente tiene, con las consecuencias que eso pueda entrañar".

En cuanto a si es plausible que se produzcan modificaciones en el lenguaje, Grillo explicó que, en realidad, "el lenguaje cambia todo el tiempo. Las nuevas generaciones buscan distinguirse de sus mayores e inventan palabras nuevas. También aparecen nuevas tecnologías y requieren vocabulario nuevo para poder referirse a ellas. Además, elementos poco usados dejan de ser comprensibles, la lógica de algunas reglas ya no se entiende y los hablantes empiezan a usar otras, etcétera". Por lo tanto, señaló que el lenguaje necesita ser modificado "para mantenerse vigente, para reflejar las diferencias generacionales, como así también para mantenerse comprensible y manejable para los hablantes".

Sin embargo, Grillo aclaró que las modificaciones no pueden forzarse para imponer una agenda política. "La única manera en la que un idioma cambia o se conserva es que la mayoría de los hablantes hagan el cambio o mantengan la forma conservadora, y es muy difícil imponer una forma de hablar a una comunidad. En el mejor de los casos, se termina generando una situación de diglosia, es decir la convivencia de dos formas del mismo idioma en una población: por un lado la forma del idioma que los hablantes realmente usan cuando están a gusto y se sienten libres, con su familia y sus amigos, aunque se la considere incorrecta o esté prohibida, y por el otro lado, la forma formal, aprobada o legalmente sancionada del idioma, que usan en comunicaciones más formales". 

Y concluyó que "una minoría dictando a la gente cómo tiene que hablar en sus casas es algo que no funciona. Sólo logrará dictar cómo deben expresarse en entornos más o menos formales. El verdadero control del lenguaje no lo tienen algunos individuos, sino la comunidad de hablantes".