Los errores de diagnóstico, el desconocimiento o desinterés, la falta de motivación y de aptitud, sumado al fracaso de las estrategias de promoción e incentivo, son un cóctel explosivo para la formación de las Fuerzas Armadas del país más poderoso del mundo.

El ejército de EEUU enfrenta una crisis recurrente: el número cada vez menor de estadounidenses que quiere y puede servir en sus filas. El Pentágono debe reforzar las estrategias para reclutar y retener tropas, si es que desea librar guerras futuras con una fuerza competitiva. Desde hace varios años los problemas de reclutamiento militar ponen en peligro la seguridad nacional y, teniendo en cuenta las tendencias actuales, las perspectivas son preocupantes. Es posible que se logre paliar parte de la situación con inversiones en sistemas de armas no tripuladas, municiones de mayor precisión y otros artilugios que le permitan reducir las necesidades de mano de obra, pero eso no revierte el problema.

No es posible tapar el Sol con una mano y la crisis solo tiende a empeorar. Combatir las amenazas a escala mundial requiere un ejército de alto nivel, un objetivo mucho más importante que la adecuación a normas DEI y otras intervenciones del progresismo que se vienen denunciando tanto desde los medios como desde distintos ámbitos políticos. Para cubrir el vacío cada vez más profundo, el Ejército ofrece incentivos para atraer reclutas, como relajar los estándares de aptitud física o facilitar que los reclutas obtengan exenciones por uso previo de drogas. Las bonificaciones financieras, las oportunidades de ascenso más rápidas y ampliar su grupo de alistados potenciales colocando más reclutadores en comunidades con bajos niveles de participación militar, son sólo algunas de las estrategias que se están implementando para transformar la tendencia.

Se han incorporado todo tipo de incentivos que incluían más medallas, reconocimientos tempranos y ascensos, así como simplificar el proceso de naturalización para que los reclutas puedan convertirse en ciudadanos durante el entrenamiento militar básico, bonificaciones para aviadores con servicios anteriores, un programa de pago de préstamos universitarios para alistados, permitir tatuajes en las manos y el cuello e incluso permitir que quienes den positivo en THC (el componente psicoactivo de la marihuana) tengan la oportunidad de volver a realizar la prueba bajo un nuevo programa piloto, pero nada dio los resultados esperados.

Lo cierto es que las Fuerzas Armadas de EEUU no han logrado reclutar a los más de 40.000 soldados que constituían el objetivo del 2023. El subsecretario de personal y preparación del Pentágono dijo que la cifra "subestima el desafío que tenemos ante nosotros, ya que los servicios redujeron sus objetivos en los últimos años, en parte debido al difícil entorno de reclutamiento". Dado que no se cumplió con los objetivos de reclutamiento para 2023 y la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA) redujo el tamaño de su fuerza a 1.284.500 efectivos, la fuerza militar alcanzará sus niveles más bajos desde antes que el país ingresara en la Segunda Guerra Mundial y a algunos funcionarios les preocupa las dificultades continúen en 2024.

De las cinco ramas de servicio del Departamento de Defensa, solo dos cumplieron sus objetivos: el Cuerpo de Marines y la Fuerza Espacial.

Frente a este panorama, las autoridades sostienen que la fuerza totalmente voluntaria enfrenta uno de sus mayores desafíos desde inicios en la década de 1970, debido a que las jóvenes generaciones tienen poca confianza en las instituciones y se inclinan cada vez menos por caminos tradicionales de vida y carrera. La caída en los niveles de interés y participación han hecho que se relajen las exigencias, lo que no parece ser un camino óptimo, ya que podría enviar un mensaje peligroso a adversarios potentes como China y Rusia.

El ejército ha intentado llegar a los jóvenes estadounidenses de varias maneras, por ejemplo eliminando requisitos básicos de estudios y reduciendo otros estándares de aptitud física y mental. Debido a las alarmantes tasas de obesidad y adicciones, la proporción de estadounidenses de 17 a 24 años que son elegibles para servir, sin una exención, ha caído a mínimos históricos. El ejército estima que, de entre aquellos que son elegibles, apenas el 9% tiene una "propensión" a servir, la más baja desde 2007, durante la guerra de Irak.

La Infantería de Marina fue el único servicio que alcanzó sus objetivos de reclutamiento para 2023 en todas las categorías. Pero a pesar de una avalancha de bonificaciones, requisitos de alistamiento flexibles e incluso la creación de programas para seducir a los reclutas en los campos de entrenamiento, el Ejército no logró que más estadounidenses ingresaran a las fuerzas armadas. De las cinco ramas de servicio del Departamento de Defensa, solo dos cumplieron sus objetivos: el Cuerpo de Marines y la Fuerza Espacial. Los demás, el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada se quedaron cortos. La tendencia parece ser similar en muchos países de occidente. Por ejemplo, las fuerzas armadas de Canadá actualmente tienen una escasez mucho más grave, y una cantidad significativa de los puestos de su ejército están vacantes.

El problema es de larga data, cuando los líderes del Ejército proyectaron a fines del año pasado que el número de tropas activas para 2023 tendría un déficit de casi 20.000 de las 485.000 proyectadas, esto llevó rápidamente a la fuerza a tomar un nuevo curso de acción y ​​a un debate importante en la conversación pública. Se destinaron cientos de millones de dólares en programas de marketing, pero los resultados fueron aún más deprimentes. El servicio gastó millones en anuncios de alto perfil y en eventos como el Super Bowl, además fue muy generoso en otorgar excepciones "para considerar a personas que pueden haber sido descalificadas previamente". La Marina incluso elevó la edad máxima de alistamiento a 41 años y flexibilizó las reglas del examen de ingreso.

Lo más probable es que la problemática continúe a medida que el Ejército se reduzca y la familiaridad con el servicio se vuelva inusual y lejana.

Para el Departamento de Defensa está claro que la Generación Z, los nacidos entre 1997 y 2012, son clave para el futuro de la fuerza militar, pero no logra conectar con sus intereses y motivaciones para que decidan alistarse. Ya hace medio siglo que el Ejército estadounidense es una fuerza totalmente voluntaria, eliminando el reclutamiento obligatorio y las loterías de jóvenes para el servicio. El Pentágono ha publicado estudios que muestran que sólo el 23% de los jóvenes estadounidenses son elegibles para servir, debido a las epidemias de obesidad, adicciones y enfermedades mentales. De ese 23%, es posible que muchos no se sientan alentados a alistarse por los cambios de paradigmas sociales que hacen que no tengan las mismas motivaciones que las generaciones de sus padres o sus abuelos.

Por ejemplo, sólo el 13% de los estadounidenses en edad de ingresar tienen un padre que sirvió en el ejército, frente al 40% en 1995. En el 2018 el 74% de los adultos estadounidenses tenían mucha confianza en el Ejército, pero para el 2022, esa confianza se había reducido al 64%. Entre los jóvenes de 16 a 21 años, la proporción con una opinión muy favorable de la institución cayó del 46% en el 2018 al 35% en el 2022. La confianza general en las instituciones gubernamentales estadounidenses también está disminuyendo, y eso claramente afecta al Ejército estadounidense. En el 2021, la Encuesta Anual de Defensa Nacional realizada por el Instituto Presidencial Ronald Reagan, encontró que sólo el 45% de los estadounidenses tenían una gran confianza en el Ejército, 25 puntos menos que en 2018.

Muchos analistas también adjudican responsabilidades al programa GENESIS, un sistema de información médica automatizado e integrado que ayuda a gestionar exámenes médicos más exhaustivos y aumentan su eficiencia, pero que ha causado importantes retrasos en el procesamiento de los solicitantes. Una vez que un solicitante firma su consentimiento, GENESIS procesa todo su historial médico, señalando problemas de salud pasados ​​y presentes. Los reclutadores sostienen que los retrasos más comunes incluyen medicamentos para el TDAH, antidepresivos y asesoramiento. La salud mental es una razón recurrente por la que los solicitantes pidieron exenciones médicas, según datos proporcionados por el Departamento de Defensa. Los diagnósticos de problemas de salud mental son mayores para la Generación Z que para las generaciones anteriores. En este sentido, la Asociación Estadounidense de Psicología informó en 2019 que la Generación Z y los millennials tienen más probabilidades de considerar que su salud mental es regular o mala, y que más personas dicen recibir tratamiento o terapia, en comparación con la Generación X o los baby boomers, y este problema se vio amplificado por las medidas de aislamiento implementadas durante el bienio covídico.

Lo más probable es que la problemática continúe a medida que el Ejército se reduzca y la familiaridad con el servicio se vuelva inusual y lejana. En 2021, un estudio del Ejército descubrió que el 75% de los estadounidenses de entre 16 y 28 años sabían poco o nada sobre sus fuerzas armadas. Errores de diagnóstico, desconocimiento, desinterés, falta de motivación y de aptitud, sumado al progresivo fracaso de las estrategias de promoción, marketing e incentivo son un cóctel explosivo para la formación de las fuerzas armadas del país más poderoso del mundo. La historia es prolífica en ejemplos de cómo caen los imperios, toda decadencia es precedida por la degradación de sus ejércitos.