'Democracia' significa muy poco sin límites bien definidos al poder gubernamental. Significa aún menos sin una protección segura de las libertades y los derechos individuales.

El sistema de gobierno estadounidense es una federación de estados soberanos que conservan poderes inherentes, no delegados específicamente al Gobierno nacional. Es una república que separa distintos poderes entre ramas de gobierno equivalentes y en competencia, a saber, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Es una democracia representativa que faculta al pueblo para votar a quienes presumiblemente servirán mejor a sus intereses. Y lo que es más importante, es un sistema constitucional que limita severamente la autoridad del Gobierno y prohíbe a sus agentes infringir las libertades que el pueblo conserva.

Para que quede indiscutiblemente claro que el Gobierno tiene prohibido reescribir los poderes que le han sido delegados de tal manera que violen las libertades que Dios le otorgó a los estadounidenses, las diez primeras enmiendas de la Constitución -la Carta de Derechos- actúan como medida de redundancia y advertencia explícita a los actores estatales para que no infrinjan ni diluyan los derechos allí delineados.

Por otro lado, una democracia pura puede ser peligrosa para cualquiera que no piense como la multitud, o no se doblegue a sus designios. Los aldeanos dispuestos a ahorcar a un presunto ladrón de caballos sin mediar juicio alguno pueden estar actuando de forma democrática, pero no dejan de ser una turba de justicieros. Si vives en una democracia en la que todo el mundo vota, como hábito, encarcelar y censurar a sus conciudadanos, sigues viviendo en un estado policial.

Que el lenguaje claro y conciso de la Carta de Derechos pueda ser tergiversado para socavar los mismos derechos que las diez primeras enmiendas de la Constitución están destinadas a consagrar, probablemente les parecería a los Padres Fundadores descorazonador y desconcertante.

Si demasiados estadounidenses no terminan de comprender por qué su sistema de gobierno es muy superior a los caprichos volubles que naturalmente envenenan la democracia, a sus representantes en el gobierno no les va mejor. Durante casi dos siglos y medio, los jueces del Tribunal Supremo, los miembros del Congreso y los presidentes han torcido y estirado la intención original y el significado llano de la Constitución. Su a veces cuestionable lealtad al documento que han jurado defender no nos ha hecho ningún favor.

Dado que los Padres Fundadores nos legaron copiosos registros escritos documentando su propósito de limitar los poderes del Gobierno federal tanto como fuera factible y salvaguardar las libertades de los estadounidenses tan claramente como fuera posible, el enorme tamaño del Gobierno actual y la amplitud de su autoridad podrían sobresaltarles. Podrían horrorizarse de que una cuarta rama del gobierno, la vasta burocracia administrativa, haya surgido de la nada y amalgamado enormes poderes que antes estaban estrictamente separados y delegados a ramas específicas.

También podría espantarles que una vasta red militar que emana del Pentágono se extienda por todo el país, además de que una quinta rama de agencias de Inteligencia, igualmente poderosas, opere con presupuestos opacos, poderes secretos y una autoridad casi sin control. Después de todo, no hay nada representativo o democrático en las agencias administrativas, los contratistas de defensa o los servicios de espionaje que ejercen prerrogativas de vida o muerte sin el consentimiento informado del público ni un escrutinio continuado.

Por último, los Fundadores podrían estar perplejos y enfadados por el hecho de que tantos derechos de los estadounidenses -en particular las protecciones de la Primera Enmienda a la libertad de expresión, la libertad de reunión y la libertad religiosa; la garantía de la Segunda Enmienda de que todo estadounidense puede defender su vida, hogar y libertad; y las prohibiciones de la Cuarta Enmienda contra los registros e incautaciones irrazonables o la emisión de órdenes judiciales sin antes establecer una causa probable- están siendo atacados de forma sostenida por demasiados funcionarios que juraron defender lo que parecen querer demoler. Que el lenguaje claro y conciso de la Carta de Derechos pueda ser tergiversado para socavar los mismos derechos que las diez primeras enmiendas de la Constitución están destinadas a consagrar, probablemente les parecería a los Padres Fundadores descorazonador y desconcertante.

La palabra "democracia" parece haberse convertido en una abreviatura de cortesía para insistir en que una minoría insular que controla el gobierno sabe siempre lo que es mejor para la inmensa mayoría no representada.

Por estas tantas razones los estadounidenses amantes de la libertad detestan los pronunciamientos enfáticos de políticos y expertos de que no hay nada tan sagrado como la democracia estadounidense. Democracia significa muy poco sin límites bien definidos al poder gubernamental. Significa aún menos sin protecciones eficaces a las libertades y los derechos individuales.

La palabra democracia se utiliza a menudo como sinónimo de una noción vaga del bien común. Sin embargo, dado que las élites financieras y políticas son con frecuencia quienes definen realmente el bien común para todos los demás, las afirmaciones sobre lo bueno para nuestra democracia suelen sonar sesgadas, cuando no directamente divisivas. Cuando defender la democracia incluye demonizar a los oponentes políticos a los que se acusa de transgredirla, los que tienen el poder se comportan de forma asombrosamente antidemocrática.

Este comportamiento antidemocrático podría incluir la censura de información veraz para ganar unas elecciones, como testificó el ex director interino de la CIA Mike Morell, nombramientos inconstitucionales para procesar a opositores políticos y repetidos casos de aplicación desigual de la ley en los que se iniciaron procesamientos aparentemente discriminatorios, enrevesados o fraudulentos contra miembros de la oposición política (por ejemplo aquí, aquí y aquí), mientras que se ignoraban o se renunciaba a perseguir delitos graves cometidos por miembros del partido en el poder (como aquí, aquí, aquí y aquí).

La palabra democracia parece haberse convertido en una abreviatura educada para insistir en que una minoría insular que controla el Gobierno sabe siempre lo que es mejor para la inmensa mayoría no representada. Peor aún, a veces no parece más que un disfraz conveniente para ocultar los abusos de poder. Puede que democracia no signifique lo mismo que aristocracia, oligarquía, imperio o dictadura, pero en los tiempos que corren, tristemente ha adquirido el mismo regusto peculiar.

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