El jovencísimo Estado judío enfrentó decenas de conflictos que apuntaron a su desaparición. ­Si hiciera caso al concierto de indicaciones de la progresía internacional, hace tiempo que habría dejado de existir.

Apenas comenzara el día 15 de mayo de 1948 iba a finalizar el Mandato Británico de Palestina. Se trataba de una administración territorial encargada por la Sociedad de las Naciones al Reino Unido como parte de la partición del Imperio Otomano luego de perder la Primera Guerra Mundial. Entre sus obligaciones se encontraba "asegurar el establecimiento de un hogar nacional judío'', y "salvaguardar los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina''. Pero justo el 15 caía sábado, era sabbat, de modo tal que fue el 14, un día antes, que David Ben Gurión leyó, en el Museo de Arte de Tel Aviv, la Declaración de la Independencia del Estado de Israel. Hacía tan sólo un año la Asamblea General de las Naciones Unidas había aprobado el Plan de dos Estados, uno árabe y otro judío, plan que había aceptado la comunidad judía pero no la árabe.

No había transcurrido un día desde la creación del flamante Estado de Israel cuando Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak lo invadieron. Los habitantes de Israel, que venían desde hacía siglos siendo exterminados o echados de distintos países del mundo, estrenaron su país con una Guerra de Independencia, como tantos otros países del mundo, con un ejército pobre en todos los sentidos posibles. Por 15 meses lucharon contra todos sus vecinos y vencieron. Desde entonces no han dejado de luchar

Criticar las políticas de una Nación no significa odiar a esa Nación ni a sus habitantes. Negar el derecho de esa Nación a existir y desear que sus habitantes sean tragados por el mar, sí es odiar. Hoy, nuevamente, Israel está bajo el ataque de una organización terrorista cuya finalidad es la desaparición de los judíos y de su Nación de la región que habitaron desde hace casi 40 siglos. Vale decir, al menos 18 siglos antes que un alma católica y 25 siglos antes de que un alma musulmana pisaran esa tierra. Que conste la evidencia arqueológica para disipar debates acerca de quién llegó primero.

­Sin embargo, cada vez que Israel es atacada y se defiende, surgen las voces que justifican los ataques terroristas en función de considerar que está usurpando una tierra que es de otro, o sea que la solidaridad con los terroristas es una aceptación del precepto de estos, de que está donde no debería estar. De nada ha servido explicar mil veces la historia reciente y dar cuenta de que jamás hubo un Estado Palestino (y que actualmente tampoco lo hay). La visión de que Israel y el sionismo son los genocidas de la región ha sido abrazada por gran parte de la opinión pública mundial, baste ver el profuso uso que de este adjetivo hacen la prensa y las redes sociales.

Esta difundida visión no siempre fue así, pero creció y tomó cuerpo gracias al exótico matrimonio entre las cosmogonías de la izquierda y el islamismo, que se forjó cuando muchos intelectuales y políticos vieron con buenos ojos y apoyaron el integrismo del Ayatolá Jomeini en Irán hacia fin de la década del 70. El fundamentalismo islámico tenía en común con el deconstructivismo y el activismo socialista, el deseo de terminar con el capitalismo y la burguesía. Los enemigos del enemigo se transformaron en amigos en nombre del poscolonialismo, el antimperialismo y otros ismos que fueran surgiendo. Cuesta entender el matrimonio así forjado, toda vez que las premisas identitarias del socialismo setentista, como las que promulgaban las liberaciones sexuales, se daban de bruces con la imposición de la sharía, pero es por allí que el pragmatismo semántico ideó una frase narcótica para las mentes progresistas: es otra cultura, en virtud de preservar a su potente aliado terrorista.

En 1987 se forma la organización terrorista Hamás con el objetivo de "establecer un Estado Islámico Palestino en lugar de Israel''. Se entiende, ¿verdad?

Israel ha tenido desde entonces decenas de conflictos que apuntaron a su desaparición como Estado. Guerras en 1956, en 1967, en 1973, en 1982, en 2014 y un sinfín de hostilidades de distinta intensidad y modalidad pero siempre con el mismo objetivo: su desaparición. Esta realidad fue la que llevó a Israel a dormir constantemente con un ojo abierto. Lleva, también desde entonces, enfrentando la hostilidad de los medios de comunicación y de otros ámbitos de formación cultural y si bien es cierto que ha ganado en el campo militar, ciertamente ha perdido la batalla en gran parte de la opinión pública del mundo.

La manipulación de titulares y de hechos tiene una forma curiosa: suele instalar la primera piedra en un corte maniqueo de la sucesión lineal de acontecimientos de forma tal que justifique el accionar terrorista como la consecuencia de un detonante acto de agresión israelí. El justificativo de estas horas es que Israel es responsable del ataque con drones de ayer por su ataque aéreo en Damasco, justificativo que olvida el ataque constante contra Israel de Hamás, los hutíes y Hezbollah financiado y organizado por la dictadura iraní. Desde el 7 de octubre, día en el que el Gobierno de Gaza invadió Israel, todos y cada uno de los días hasta la fecha Israel ha recibido ataques aéreos de alguno de estos tres proxies iraníes. El objetivo de Damasco era el cuartel general del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria iraní y allí murieron altos jerarcas militares del régimen de los ayatolas responsables de la orquestación de ataques contra Israel. Era un objetivo militar situado arteramente junto a la embajada.

Pero cada vez que la falsa narrativa y la manipulación de la información por parte del terrorismo es desmentida por la evidencia, los justificadores del islamismo van para atrás en la sucesión de acontecimientos hasta encontrar otro acto detonante del que se pueda responsabilizar a Israel; hasta llegar (siempre) a la conclusión de que la Nación judía no debería estar allí y vuelta a empezar a culparla de la escalada. ­Así las cosas, en 1987 se forma la organización terrorista Hamás con el objetivo de "establecer un Estado Islámico Palestino en lugar de Israel'', se entiende, ¿verdad? Desde entonces realizan ataques suicidas, apuñalamientos, ataques con armas de fuego y con cohetes. Desde su surgimiento enseñaron la violencia en sus calles, escuelas y destruyeron la vida cívica para convertir en algo deseable el ser un mártir de la causa. Desde los años 90, intensificaron los ataques suicidas, matando con este método sólo en 1996 a 60 israelíes. Del 2000 hasta 2004 se registraron 425 ataques en los que, con tal de segar la vida de judíos, se cargaban también vidas de los propios.­

En 2007 Hamás tomó poder de la Franja de Gaza invirtiendo millones de dólares en la construcción de túneles para traficar armamento, gracias a los cuales han disparado decenas de miles de cohetes contra ciudades israelíes. La política fiscal es otro calvario como corresponde a una economía que extrae todo para la guerra. Son públicas las ejecuciones para quienes desafían sus reglas y demás está decir que se trata de una tiranía sin derechos. Equiparar a Hamás con un Estado es un insulto, en primera instancia, para los palestinos. Hamás es una organización criminal que destina todos sus recursos y esfuerzos a borrar de la faz de la Tierra a Israel, de suerte tal que no hay inversión en la protección o el desarrollo de sus habitantes. Por esto viven en la peor miseria e inseguridad a pesar de los muchos fondos y ayuda humanitaria que reciben. Es más, son los mismos habitantes instrumentales a su guerra. Están los palestinos para proteger armas y equipamiento militar y no al revés.

Si querés que un país se deje matar es porque querés su exterminio, no le demos más vueltas.

No es casual que sus comandos operativos y depósitos estén en zonas residenciales, los cohetes se disparan desde allí y las fallas que lógicamente se producen hacen que caigan en la propia Franja de Gaza matando civiles, además de convertirlos en un blanco militar si se quiere neutralizar la base de lanzamiento. El drama humanitario existe, y consiste en tener a una población gobernada por terroristas con una idea acérrima que legitima cualquier procedimiento para ser alcanzada.

En menos de un siglo Israel se convirtió en una nación rica y poderosa, pero sobre todo democrática. De hecho, es el único país de la región que puede ostentar tal medalla. En tanto a Palestina la desventran dos bandos enfrentados, que no han logrado conformar un Estado. Por un lado Hamás y por el otro la Autoridad Nacional Palestina gobernada por Al Fatah, un partido socialista fundado por Yasser Arafat y cuyo líder actual es Mahmoud Abbas, formalmente presidente de la Autoridad Nacional Palestina desde 2005.

La doble vara progresista

Como ocurrió luego de la masacre del 7 de octubre y como ocurre ahora cuando no han pasado 12 horas del ataque de Irán con cientos de drones y misiles, ya se escuchan las voces que reclamaban "proporcionalidad'' en la respuesta de Israel. La doble vara y el cinismo son enormes. Los culpables pasan a ser las víctimas, de nuevo, buscando causales del ataque en algún lugar de la cadena de sucesos. De nuevo, el pecado original de Israel por existir. Sólo el prejuicio antiisraelí puede explicar estos razonamientos, una especie de "se la buscaron por estar ahí''.

El pedido de proporcionalidad jamás incluye a las autoridades terroristas de Gaza, de Irán o de Yemen. El famoso sistema antiaéreo que protege Israel es eficaz pero no infalible, y muchos misiles impactan en suelo israelí. Si Israel hiciera caso al concierto de indicaciones de la progresía internacional, el país habría dejado de existir. Se le pide a Israel que negocie con terroristas, y para mayor abundamiento se la trata de equiparar con una organización que no cumple ni medio estándar moral de los que se le exige a la propia Israel. Se pretende, además, que cuando gana una contienda diga: "Bueno, gané, me retiro a dejar que mis enemigos recuperen fuerzas y me voy. Aquí no ha pasado nada''. De nada le sirvió a Israel esa actitud en Gaza en 2005, más que para que los líderes del Hamás la hayan convertido en un arsenal repleto de misiles. Pactar con terroristas es entregar a los israelíes a la muerte. Está en los documentos fundacionales de Hamás, no hay más que leerlos, está todo ahí.

Hamás no quiere dos Estados, nunca se interesó en construir uno para los palestinos con instituciones que protejan sus libertades y a sus familias. En cambio, Israel es un Estado jovencísimo nacido de una lucha que es la de siempre, la de siglos. Si el pueblo judío no desfalleció cuando les mataron a 6 millones de hermanos en las cámaras de gas y si fueron capaces de ganar una guerra en menos de una semana, no van a dejar de defenderse ahora, porque dejar que gane el terrorismo sería acostumbrarse al mal y eso no lo van a hacer. Israel va a prevalecer porque aprendieron que la resistencia nunca debe decaer. Aprendieron a dormir con un ojo abierto y si tienen que repetir lo obvio por 20 siglos más, así será.