Análisis
¿Es Trump realmente el anti-Reagan? Están más cerca de lo que muchos creen
Muchos conservadores atacaron a Trump por su política de aranceles recíprocos, incluso contrastándolo con la figura del ícono conservador. Sin embargo, según sugiere un artículo de la década de 1980, su enfoque comercial no fue tan diferente.

El cuadro de Ronald Reagan en el Salón Ovál/ Saul Loeb
Desde que Donald Trump apareció en la Casa Blanca con la ya famosa tabla de los aranceles recíprocos, las críticas no han dejado de aparecer. Desde demócratas, progresistas y hasta republicanos tradicionales, muchos cargaron contra el presidente por iniciar una “guerra comercial”. Dentro del grupo de los conservadores, no han sido pocos los que utilizaron la figura de Ronald Reagan para contrastar con la de Trump.
Reagan, quien ocupó el Salón Oval entre 1981 y 1989, fue dueño de una acaramelada retórica a favor de los mercados libres. Muchos utilizaron sus palabras para dañar con aún más fuerza al actual presidente, de alguna manera rescatando lo que hoy sería una crítica por parte de uno de los presidentes conservadores más consecuentes de la historia.
Recientemente se viralizó uno de los discursos radiales del Gipper, en el que criticaba con fiereza las prácticas arancelarias, señalando que a la larga terminan siendo perjudiciales para el propio país.
“Verán, al principio, cuando alguien dice: impongamos aranceles a las importaciones extranjeras, parece que está haciendo algo patriótico al proteger los productos y empleos estadounidenses, y a veces durante un corto tiempo funciona, pero sólo durante un corto tiempo. Lo que acaba ocurriendo es que, en primer lugar, las industrias nacionales empiezan a depender de la protección gubernamental en forma de aranceles elevados. Dejan de competir y de hacer los cambios tecnológicos y de gestión innovadores que necesitan para triunfar en los mercados mundiales”, expresó en 1987.

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Sin embargo, de la misma manera, los defensores del presidente fueron al archivo y encontraron muchas críticas hacia Reagan de parte de puristas ideológicos de los mercados libres.
En su libro 'No Trade Is Free: Changing Course, Taking on China, and Helping America's Workers', Robert Lighthizer recordó un artículo publicado por el Cato Institute, el think tank librecambista más importante de los Estados Unidos, en el que acusaban a Reagan de apoyar los mercados libres en la retórica y al proteccionismo en la práctica. Su autor, Sheldon L. Richman, lo bautizó como 'The Reagan Record on Trade: Rhetoric vs. Reality'.
Si bien no estuvo de acuerdo en todo lo esbozado por el autor del artículo, señaló que “el mero hecho de que Cato acusara al presidente Reagan de proteccionismo desmiente el mito de que era un simple librecambista que nunca interfería en las importaciones”.
En este contexto, repasamos el historial comercial de Reagan, quien, al igual que Trump, entendía los aranceles no como algo deseado o ideal, sino como una consecuencia de una política comercial “injusta” hacia los Estados Unidos.
La política comercial de la Administración Reagan
Reagan era un firme creyente de los mercados libres. Algunos de sus más grandes referentes ideológicos fueron Richard Cobden, John Bright y el francés Frederic Bastiat, quien escribió 'La Petición de los fabricantes de velas', una famosa sátira en contra del proteccionismo.
Acompañó esto en sus discursos durante sus dos mandatos. Por ejemplo, expresó lo siguiente en 1986 para resumir su lógica comercial: “Nuestra política comercial descansa firmemente sobre la base de mercados libres y abiertos. Reconozco... la conclusión ineludible que toda la historia ha enseñado: Cuanto más libre es el flujo del comercio mundial, más fuertes son las mareas del progreso humano y la paz entre las naciones”.
En efecto, lo demostró vetando muchos proyectos de ley proteccionistas que llegaron a su escritorio desde el Congreso, sentando las bases para el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), eliminando cupos de importación de la era Carter, firmando el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos e Israel (FAC), entre otras cosas.
Sin embargo, sin necesidad de opacar lo anterior y al igual que muchos de sus antecesores y predecesores, el presidente Reagan también tomó medidas para proteger ciertas industrias, lo que no lo convierte en una proteccionista, sino en un pragmático.
¿Libre comercio o comercio justo?
Ya como candidato, en 1980, criticó a Japón por su defensiva política comercial, sobre todo en la industria automotriz. “Japón es parte del problema. Aquí es donde el Gobierno puede implicarse legítimamente. Es decir, convencer a los japoneses de un modo u otro de que, en su propio interés, hay que frenar ese diluvio de coches mientras nuestra industria se recupera. Si Japón sigue haciendo todo eso es proteccionismo”.
Además de persuadir a Japón para que adoptara restricciones "voluntarias" a la importación de automóviles hasta 1985, en 1987 impuso un arancel del 100% para determinados productos electrónicos japoneses. El propio presidente defendió estos aranceles frente al Congreso, argumentando que era para “aplicar los principios del comercio libre y justo”.
En la misma línea se expresó el entonces secretario de Comercio, Malcolm Baldrige Jr.: “No tuvimos más remedio que tomar represalias contra los productos semiconductores japoneses, porque Japón se negaba a abrir su mercado y seguía haciendo dumping con los chips semiconductores en los mercados de terceros países. Las represalias no eran el resultado que queríamos. Pero tampoco podemos tolerar violaciones flagrantes de los acuerdos internacionales y una negativa continuada a abrir los mercados”.
Reagan también logró acuerdos con varios países europeos y latinoamericanos para adoptar cuotas "voluntarias" similares para las exportaciones de acero a Estados Unidos e impuso restricciones a la importación textiles, aceros especiales, productos de madera canadienses, pasta italiana y motocicletas.
En adición, el mencionado artículo del Cato Institute, escrito por Richman, enumeró otras medidas proteccionistas adoptadas durante la Administración Reagan: aumentó los aranceles sobre las tejas canadienses y maderas de cedro, endureció las cuotas al azúcar importado, les exigió a Taiwán, Alemania Occidental, Japón y Suiza que restringieran sus exportaciones de máquinas-herramienta y un “excesivo” uso de la Sección 201 de la Ley de Comercio de 1974, la cual le otorga al presidente poder para imponer barreras comerciales.
Estas medidas le valieron críticas incluso de Milton Friedman, quien en su momento habló de una “escalada de la retórica proteccionista” durante la Administración Reagan, agregando que, en ciertos aspectos, estaban “haciendo que Smoot-Hawley parezca positivamente benigno".
¿Un modelo para Trump? Los resultados de los aranceles de Reagan
El presidente Trump anunció los aranceles y pronto anunció su apertura a negociar, abriendo la puerta hacia un camino de aranceles más bajos a escala mundial. En efecto, el secretario de Tesoro, Scott Bessent, precisó que “casi 70 países se han acercado a nosotros pidiendo ayuda para reequilibrar el comercio mundial”.
Aunque todavía falta y mucho para el desenlace de esta historia arancelaria, algo similar ocurrió con los aranceles de la Administración Reagan, los cuales resultaron parte de una estrategia.


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En su momento informaron que Japón aceptó suspender su arancel del 28% sobre las importaciones de cigarrillos y abrirse a la compra de semiconductores estadounidenses; Taiwán aceptó abrir su mercado a la cerveza, el vino y los cigarrillos después de que el presidente amenazara con represalias; la Comunidad Europea aceptó facilitar el acceso a los productores de cítricos estadounidenses; Japón eliminó los aranceles sobre 137 artículos de cuero y redujo los aranceles sobre los productos de aluminio; Corea del Sur redujo sus barreras a las películas y programas de televisión estadounidenses.
“Esta liberalización bien puede atribuirse a las amenazas de proteccionismo de la administración. Es posible que Estados Unidos ‘persuada’ a otros países para que abran sus mercados amenazando con cerrar los nuestros”, analizó Richman en su artículo.
Al igual que Reagan, el caso práctico de Trump
Emulando la retórica del presidente de Reagan, aunque con su tradicional tono directo, Trump llegó al G7 de 2018 con una propuesta clara para todos los líderes presentes: “Sin aranceles, sin barreras. Así es como debe ser. Y sin subvenciones”.
Esas palabras dieron como resultado la famosa foto en la que Angela Merkel lo mira con una indisimulable frustración, mientras él está sentado con los brazos cruzados y esbozando una leve sonrisa. En aquella oportunidad, al igual que el presidente Reagan con Japón, Trump se estrelló contra un mundo que ya jugaba con reglas proteccionistas y sin mucho ánimo para cambiar el rumbo.
Desde su regreso a Washington y sin una reelección con la que preocuparse, Trump decidió dar vuelta el comercio mundial con los aranceles recíprocos. Frustrado porque no pudo solucionar con palabras lo que entiende como problemática comercial, decidió poner las cartas sobre la mesa. Dado que el presidente cuenta con un interesante abanico de asesores, con fanáticos arancelarios y librecambistas, lo que se suma a su naturaleza transaccional, habrá que esperar a los próximos capítulos de esta novela.
Quizás la representación más gráfica de este tironeo es el cruce mediático entre Peter Navarro y Elon Musk, quienes representan ambos extremos en del espectro comercial de la Casa Blanca.
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