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El dilema de Netanyahu: entre la ‘comodidad’ del corto plazo y la necesidad del largo plazo

Mientras aumenta la presión sobre el primer ministro israelí luego de que las FDI encontraran a seis rehenes asesinados por los  terroristas de Hamás en Gaza, Netanyahu se mantiene firme y está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias para llevar calma a la región de una vez por todas.

Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel.

Benjamín Netanyahu  Wikimedia Commons

El primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu debe tomar decisiones extremadamente complejas, especialmente después de que las FDI encontraran en un túnel en la ciudad gazatí de Rafah los cuerpos de seis rehenes israelíes ejecutados por el grupo terrorista Hamás.

Por si esto fuera poco, los asesinos de la organización islamista palestina demostraron todo su sadismo y crueldad extrema al difundir un video de propaganda donde aparecen los seis rehenes identificándose antes de ser ejecutados. Luego, Hamás envió una advertencia mediante la cual amenazaba con mostrar los “últimos mensajes” de las víctimas, en una especie de burla cruel contra los familiares.

Los recientes acontecimientos derivaron en protestas masivas en las calles de Israel, convocadas por la oposición y los sindicatos, y en una huelga general. Asimismo, el Gobierno de Netanyahu ha sido blanco de críticas a nivel mundial por rechazar una propuesta de Hamás para liberar a más a rehenes, según la cual Israel debe retirar a sus tropas del corredor Filadelfia, una localización estratégica ubicada en el sur de la Franja de Gaza, en la frontera con Egipto.

Netanyahu: "Nadie está más comprometido con la liberación de los rehenes que yo"

Netanyahu defendió su rechazo argumentando que se trata de “la vía de oxígeno y de armamento para Hamás. Cuando nos marchamos de Gaza y del corredor Filadelfia, la frontera entre Gaza y Egipto, no había ninguna barrera para la entrada en masa de armamento y de maquinaria para la producción de armas y la excavación de túneles, todo con el patrocinio de Irán. Si no tenemos el corredor, se crea un monstruo". Y agregó: "Nadie está más comprometido con la liberación de los rehenes que yo (...) Nadie me sermonea sobre esta cuestión".

Cabe señalar que Hamás también exigió el fin de la guerra que el mismo grupo comenzó con la masacre del 7 de Octubre y la liberación de terroristas palestinos encarcelados en Israel.

Como se mencionó anteriormente, las críticas a Israel también llegaron desde el exterior. 

El primero en hacerlo fue Joe Biden, quien, con un escueto "no", respondió a la pregunta de si creía que el primer ministro israelí estaba haciendo lo suficiente para conseguir la liberación de los rehenes.

Además, desde el Reino Unido llegó la acción más dura contra Jerusalén. El Gobierno del laborista Keir Starmer suspendió varias de las licencias de ventas de armas a Israel, alegando que supone "un claro riesgo" de que pueda cometer "una violación grave del Derecho Internacional humanitario". 

Sin embargo, es necesario prestar atención a Netanyahu, quien sostuvo que al margen de recuperar sanos y salvos a los rehenes que permanecen secuestrados por Hamás, reiteró que los otros dos grandes objetivos son acabar con el grupo terrorista y asegurarse de que Gaza no sea una amenaza en el futuro. Aquí está la clave del asunto, ya que existen dos tipos de soluciones principales a este conflicto: una que pone el énfasis en el corto plazo y otra en el largo.

Un dilema difícil de resolver

Desde el punto de vista de los familiares y amigos de los rehenes, es comprensible que se exija la liberación inmediata a cualquier costo; cualquier persona lo haría, incluido quien escribe estas líneas.

No obstante, es posible que hacerlo a cualquier precio sea peor en el largo plazo. Se trata de un dilema muy complejo de resolver. 

Por un lado, se puede optar por ceder a casi cualquier propuesta presentada por los terroristas y celebrar la liberación de los rehenes en el corto plazo, aunque en el largo plazo sigan cayendo cohetes en Israel y ocurriendo cada vez más atentados dentro de territorio israelí y nunca alcanzar la paz, con un resultado en víctimas mortales excesivamente alto de ambos lados. Por otro lado, se puede decidir ir hasta las últimas consecuencias, derrocar a Hamás, imponer un control militar transitorio en Gaza hasta que surja un liderazgo que reconozca a Israel como un Estado judío y abandone el terrorismo y el adoctrinamiento en el odio antisemita para lograr calma o paz en el largo plazo.

Lo cierto es que la masacre del 7 de Octubre ha sido un punto de inflexión. Israel, con el liderazgo de Netanyahu, ya no piensa en el corto o mediano plazo, sino en el largo. Sabe que el precio a pagar será caro pero momentáneo y para alcanzar la calma en la región es necesario obtener una victoria contundente en todos los frentes, no solo en Gaza.

Israel debe "hablar en árabe"

El activista árabe-israelí Yoseph Haddad suele decir que “Israel tiene que hablar en árabe”, ergo, el Estado judío debe aplastar a sus enemigos de la región, sin miramientos, ya que sus vecinos sólo entienden un idioma: la fuerza. Parece que el Gobierno de Netanyahu está siguiendo por ese camino y dejó de eludir la victoria total.

Es necesario señalar que la paz alcanzada por Israel con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994 no estuvo relacionada con un repentino sentimiento pacifista de los líderes árabes, sino con las victorias israelíes en las guerras que hubo antes de los acuerdos.

Israel pagó un alto precio en los conflictos armados en los que se vio envuelto en reiteradas ocasiones debido a que sus vecinos buscaban borrarlo del mapa, pero sus enemigos pagaron un precio aún mayor, especialmente en la Guerra de los Seis Días, en 1967. Y fue por este motivo que la paz llegó. 

La situación con sus vecinos incluso había dado otro salto positivo a principios de esta década, cuando Israel alcanzó acuerdos de paz con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán, y todo parecía indicar que, antes del 7 de Octubre, el Estado judío estaba por firmar un pacto similar con Arabia Saudita, el principal rival de Irán en la región, lo que seguramente hubiera derivado en que otros países árabes y/o musulmanes se unieran al camino de la paz con Israel.

Meses antes de la masacre del 7 de Octubre, cuando Israel sufría una ola de terrorismo que incluía atentados terroristas palestinos y ataques con cohetes desde Gaza, Líbano y Siria, Haddad advirtió, en un artículo publicado en el medio israelí Mida, que la división de los israelíes debido a las luchas internas en torno a la reforma judicial propuesta por el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu estaba llevando a que el Estado judío perdiera su “capacidad de disuasión”

“Es hora de recalcular la ruta y permitir que las FDI hablen en árabe”, expresó Haddad. Y añadió: “La política de contención sólo pospone el final, y cuando llegue el momento de pagar, el precio será más alto. En Medio Oriente, toda contención se percibe como rendición y debilidad”.

Haddad, quien fue herido gravemente mientras combatía a Hezbolá en la Segunda Guerra del Líbano en 2006, se refirió en su escrito a las contraofensivas limitadas de Israel que buscaban no escalar el conflicto en ningún frente, por lo que, cual pitonisa, pareció predecir lo que llegaría después: la masacre del 7 de Octubre, la cual derivó en lo que considera “la Segunda Guerra de la Independencia de Israel”, tal como declaró en una entrevista con VOZ días después del ataque terrorista. 

O tal vez sea como dijo Dor Shahar, un valiente hombre que nació en Gaza en una familia musulmana y luego se convirtió al judaísmo y actualmente reside en Israel, quien en declaraciones para VOZ afirmó que “el 99% de los gazatíes apoyan el terrorismo” y señaló que el Estado judío debió haber terminado la guerra en pocas horas y sin arriesgar las vidas de tantos soldados. Según él, de esta manera, todos o la mayoría de los rehenes hubieran vuelto a casa sanos y salvos y Hamás hubiera sido derrocado. Para Shahar, la tan criticada respuesta israelí por la comunidad internacional, que la considera ‘desproporcionada’, es demasiado débil.

De todas maneras, más allá de si se está a favor del largo o del corto plazo, el mundo no debe perder el foco de la brutalidad del terrorismo de los dementes asesinos de Hamás y tiene que comprender la complejidad de esta guerra y permitir que Israel “hable en árabe”, como afirma Yoseph Haddad. 

Las falsas razones humanitarias esgrimidas para detenerlo sólo generan la perpetuación de este conflicto. Espero que ese no sea su objetivo.

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