Sudáfrica racista, otra vez

En lugar de centrarse en la transparencia de su propio partido el Congreso Nacional Africano ha vuelto a recurrir a los chivos expiatorios más antiguos del mundo: los judíos.

En el año 1992 cayó el nefasto régimen del Apartheid en la República Sudafricana y el mundo creyó que se iniciaba una convivencia social y política en donde todos fueran iguales ante la ley sin importar sexo, religión, opiniones políticas y características físicas. Pero fue un espejismo.

El apartheid en Sudáfrica gobernaba todos los aspectos de la sociedad mediante una segregación basada en una ideología supremacista, el objetivo del movimiento antiapartheid, personificado por el gran Nelson Mandela, era una sociedad socialdemócrata en la que todos los ciudadanos fueran iguales bajo un sistema legal. Pero la realidad del gobierno del Congreso Nacional Africano no ha estado a la altura de la visión de su legendario líder y treinta años después del fin del apartheid, el ANC no ha cumplido ninguna de sus promesas básicas, mientras la gran mayoría de los sudafricanos siguen viviendo en la miseria. El ANC está lidiando con una aprobación pública muy baja antes de las elecciones de 2024, debido al descontento por la ola de crímenes violentos y de su infraestructura que se desmorona. La corrupción rampante entre los dirigentes del partido gobernante está fuera de control, lo que la convierte en uno de los peores gobiernos del mundo.

Sudáfrica ha estado gobernada desde 1994 por el Congreso Nacional Africano (ANC), una formación de la Internacional Socialista que gobierna el país en una alianza parlamentaria con el Partido Comunista Sudafricano (SACP) y el sindicato COSATU. En 2023, volvió a figurar entre los diez países del mundo con las tasas de homicidio más altas, con decenas de miles de asesinatos anuales y servicios básicos inadecuados como electricidad, nutrición, vivienda y empleo. Sin embargo, en lugar de centrarse en la transparencia de su propio partido el ANC ha vuelto a recurrir a los chivos expiatorios más antiguos del mundo. Sudáfrica a saltado a las tapas de los diarios en estos días porque el gobierno sudafricano presentó una denuncia por "genocidio" contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia, sobre la que no ha aportado ninguna prueba.

Las afirmaciones que ha hecho el gobierno sudafricano en La Haya son nada menos que un libelo de sangre moderno. El actual gobierno del ANC se está desviando de sus propios fracasos atacando al único Estado judío y amenazando con prisión a los judíos sudafricanos por ejemplo por servir en el ejército de Israel.

ANC no ha tenido reparos en exhibir sus buenas relaciones con los terroristas de Hamás. En octubre de 2015, recibió a uno de los cabecillas de Hamás, Jaled Meshal, tratándolo como a un importante dirigente extranjero, en una reunión que recibió duras críticas tanto de la oposición sudafricana como de otros gobiernos. El 27 de octubre de 2023, 20 días después del ataque terrorista de Hamás contra Israel, Sudáfrica fue uno de los países que apoyaron un infame texto en la ONU que no condenaba ese ataque terrorista y omitía toda referencia a los rehenes secuestrados por Hamás. Incluso después de ese ataque terrorista, el 5 de diciembre el ANC recibió en Sudáfrica a una delegación de Hamás, en un evento dirigido a exhibir el apoyo a la causa palestina.

Las afirmaciones que ha hecho el gobierno sudafricano en La Haya son nada menos que un libelo de sangre moderno. El actual gobierno del ANC se está desviando de sus propios fracasos atacando al único Estado judío y amenazando con prisión a los judíos sudafricanos por ejemplo por servir en el ejército de Israel.

Está muy claro que Sudáfrica, identificada durante mucho tiempo con el racismo institucionalizado y luego con la lucha contra este flagelo, es ahora un líder mundial en la promoción del racismo y la violencia racista contra Israel y el pueblo judío en su conjunto. De hecho, las acusaciones falsas de Sudáfrica no sólo representan un peligro para la posición internacional de Israel, sino que también darían luz verde a los antisemitas de todo el mundo, que han aprovechado cada oportunidad en los últimos meses para arrojar propaganda judeófoba e incitar a la violencia contra los judíos.

Desde octubre pasado se ha desatado una ola de violencia antisemita cuando Hamás afirmó falsamente que Israel había bombardeado un hospital en Gaza, los medios internacionales se sumaron a esa acusación sin cuestionar la fuente que era el propio Hamás. Después de que las afirmaciones de Hamas resultaran infundadas, los medios acusaron un mero error periodístico. Dada la explosión de antisemitismo global que siguió a las noticias falsas sobre el bombardeo del hospital, la magnitud potencial de la reacción que se produciría si un organismo de las Naciones Unidas acusara de genocidio a Israel es enorme. Pero no sorprendería ya que ONU está llena de engaños, adoctrinamiento y prejuicios a través de su agencia exclusiva para los refugiados palestinos que ha demostrado ser un centro de adoctrinamiento antiisraelí. Pero la acusación de Sudáfrica contra Israel no es su única manifestación racista. En 2016 el gobierno superó todos los límites al poner en la mira a la minoría blanca asegurando que los dueños legítimos de la tierra son las personas negras y que ninguna persona blanca es dueña legítima en todo el continente africano.

En 2016 el gobierno superó todos los límites al poner en la mira a la minoría blanca asegurando que los dueños legítimos de la tierra son las personas negras y que ninguna persona blanca es dueña legítima en todo el continente africano.

Esa retórica racista crece y tiene consecuencias en Sudáfrica, entre julio de 1994 y 2012 más de 3.000 granjeros blancos fueron asesinados mientras que las fuerzas de seguridad dejan estos crímenes, que son acompañados a menudo de espantosas torturas, impunes. Sólo a modo de ejemplo: en octubre de 2011 asesinaron a tiros a un matrimonio tras violar a la esposa, y después mataron a su hijo de 12 años hundiéndole en agua hirviendo. En marzo de 2016, una familia de cuatro personas fue brutalmente asesinada, eran un hombre de 73 años, su hijo de 42 y su esposa de 46 más la hija de ambos, de sólo 9 años. En enero de 2017, Hannes Kidson y su esposa, Ester, ambos de 69 años, fueron brutalmente degollados. En febrero de 2017, en su propia granja Robert, de 66 años y Sue, de 64 fueron atados, apuñalados y torturados con un soplete durante varias horas. Finalmente, a ella la asesinaron de dos disparos en la cabeza, y a él le dispararon un tiro en el cuello. Cuando la policía encontró el cadáver de la esposa, estaba casi irreconocible, con fracturas en el cráneo, heridas de bala y horribles quemaduras en sus pechos provocadas por el soplete.
También Fanie y Colleen Engelbrecht, un matrimonio de granjeros de 78 y 74 años, fueron degollados en su casa.

La Constitución sudafricana de 1996 establece que el Estado no puede discriminar a nadie, por motivo de raza, pero una propuesta aprobada por el Parlamento de Sudáfrica por una abrumadora mayoría en 2018 permite confiscar tierras a los agricultores blancos sin compensación. Los críticos han comparado la medida con la desastrosa redistribución de la tierra en el vecino Zimbabwe que estuvo acompañada de violencia y dejó granjas abandonadas. En Sudáfrica, la corrupción y la falta de capacitación de los agricultores siguen siendo obstáculos para la redistribución de la tierra. La política de reforma agraria del gobierno ha sido criticada a lo largo de los años, ya que muchas granjas transferidas a agricultores negros permanecen en barbecho y son improductivas.

El gobierno sudafricano, corrupto y racista, se ha aliando con Hamás a sabiendas de que sus propios estatutos exigen el genocidio de los judíos, y que piden la destrucción de Israel y el asesinato de todo el pueblo judío. Sudáfrica se juega todo por Hamás, atrayendo a los antisemitas y racistas más repugnantes del mundo para que los representen en La Haya. En un momento en que los sudafricanos enfrentan una enorme crisis social y económica, con la tasa de desempleo más alta del mundo según el Banco Mundial, y los índices de criminalidad y asesinatos fuera de control, el gobierno sudafricano debería centrarse en los problemas de su pueblo. Sin embargo eligen embarcarse en una acusación miserable y, otra vez, como hace décadas, Sudáfrica elige ser racista.