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 EL TIEMPO QUE LLEVA KAMALA HARRIS SIN COMPARECER EN UNA CONFERENCIA DE PRENSA

Trump debe convertirse en el coloso que la Libertad necesita

La Libertad está amenazada en el corazón de las democracias liberales del mundo. Es hora de que Trump reaccione, los pueblos veneran a quienes muestran coraje genuino frente a la adversidad.

El candidato republicano estadounidense Donald Trump es visto con sangre en la cara rodeado de agentes del servicio secreto mientras es sacado del escenario en un acto 
de campaña tras un intento de asesinato en Butler Farm Show Inc. en Butler, Pensilvania, el 13 de julio de 2024.

Donald Trump tras el atentado en su contraAFP

Cuando Thomas Matthew Crooks disparó la bala que atravesó la oreja de Donald Trump abrió una ventana de oportunidad en la que el candidato republicano mostró su esencia, esa capacidad que lo había convertido en un ícono político de alcance planetario en 2016. En el lapso del minuto posterior a que el proyectil le agujereara la carne, él, siempre de pie, levantó el puño y arengó a la lucha. 

Casi resulta una bendición que los estúpidos responsables del Servicio Secreto enviaran para protegerlo a gente tan pequeña y débil, que no pudo doblegarlo ni cubrirlo. El hombre que sangraba se erigía como un coloso entre la muchedumbre y el caos, y vencía por un suspiro a la muerte. Sobrevivir por milímetros, por segundos, a un intento de asesinato eleva el estatus del líder. Los pueblos respetan a los bendecidos por la suerte o la gracia divina, pero veneran aún más a quienes muestran coraje genuino frente a la adversidad. Un poema épico no podría haberlo imaginado mejor.

"De cada administración demócrata los Estados Unidos han salido más enfrentados".

Pero la política es veloz y en campaña lo es más. La campaña de Trump se estancó casi antes de terminar la Convención Republicana y entre tanto el Partido Demócrata se sacudió el lastre que representaban los despojos vergonzantes del (¿presidente?) Biden. Cuando la crueldad demócrata encerró en el cuartito del fondo a Joe Biden se sacó de encima muchos problemas. No sólo a un hombre senil de nefasta trayectoria, sino a su Macbethiana esposa y a su multidenunciado hijo.

Nunca hay que escupir para arriba, la veloz unción de Kamala Harris como candidata la puso en la primera plana y transformó la batalla presidencial en un terreno fangoso. Ya la victoria republicana no se podía dar por descontada y Kamala se convirtió en la protagonista política de EEUU. No importa si hablaban bien o mal, los diarios sólo hablaban de ella y ella, invariablemente, sonreía. El atentado quedó borrado de las primeras páginas, el monotema Kamala eliminó todo aquello. El delirio surrealista de esta elección es voraz, Trump y su campaña se quedaron sin el impulso necesario, los dioses no pueden estar soplando todo el tiempo.

El (no tan) nuevo plan de campaña demócrata

Es cierto que las convenciones nacionales siempre dan ese impulso porque son comidilla de todas los medios. En parte el nombramiento de Vance consiguió eso, pero fue fugaz y el candidato a vicepresidente republicano parece no haber preparado un buen equipaje para este recorrido. Los republicanos empezaron a cambiar de estrategas y especialistas en comunicación. Casi nadie había hecho la tarea en el partido, recostados como estaban en la inviabilidad de Biden. Los demócratas ahora pasaron a ser los altaneros, los bullies que se explayan con bromas sobre la virilidad y las dotes sexuales de Trump o sobre JD Vance teniendo sexo con sofás. Les empezaron a decir a los republicanos "raros" como burla. Los demócratas parecen haber descubierto las bondades de la normalidad, es bueno saberlo.

Lo cierto es que Harris deleitó a sus seguidores en Chicago en la Convención Nacional Demócrata. Les dio un espectáculo digno para su rubro, una catarata de frenético optimismo y carcajadas, que generó ese estado de alivio en la convicción de que la victoria ahora es posible. El mensaje del apparatchik demócrata, los Clinton, los Obama, y el resto de los popes más los Walz y los Harris, es que cuatro años más de gobierno demócrata pueden curar las heridas y terminar de limpiar de unir al país. Este mensaje no es nuevo, es el que usó Barack Obama en sus campañas y Biden en 2020. Se dicen la cura contra la división de EEUU, pero Estados Unidos está más dividido que nunca. De cada administración demócrata los EEUU han salido más enfrentados. El afán de complacer al ala woke y su adscripción al identitarismo desenfrenado ha empeorado mucho las cosas.

La cuestión es que la vicepresidente, convertida en candidata a la presidencia, pronunció su discurso de aceptación en la Convención Nacional Demócrata cuidadosamente ensayado. Una mezcla edulcorada de niñez llena de sabias enseñanzas, lugares comunes y líneas ambiguas o tenues tratando de contentar a grupos enfrentados. En cuanto a la política y la economía, su discurso ciertamente despegado de la realidad, ofreció definiciones vagas y sinsentidos. Prometió (siempre a la vez y sin que se le borre la sonrisa) más gasto y bajas de impuesto, un alto el fuego en Gaza y que Israel será seguro, crear empleos y castigar a los ricos. ¿Contradicciones? Todas, no importa, ella ha cambiado de postura en casi todas las ocasiones en las que ha podido, eso tampoco le quita la risa.

El plan de su campaña parece ser evitar contestar a cualquier pregunta antes de las elecciones y así ahorrarse tener que responder por su gestión como fiscal que liberó a criminales violentos, o como funcionaria que contribuyó con la fianza para los delincuentes de Antifa o para organizaciones que quieren desfinanciar a la policía, o como la zarina de la frontera en la peor crisis inmigratoria de la historia del país. La fórmula demócrata debería explicar sus posturas pro crimen, pro caos, pro Hamás, pro sexualización de niños, etc. Pero el establishment mediático parece dispuesto a ahorrarles el mal trago, todo son risas y jolgorio en el matrimonio entre las élites corporativas y un gobierno cada vez más intrusivo y extenso de Estados Unidos.

Trump, al rescate del sueño americano

La Harris candidata renueva las esperanzas de que los privilegiados permanezcan en el poder con un Estado cada vez más poderoso, dirigido por una burocracia incapaz y resentida contra el ciudadano de a pie. No sorprende que muestren una disposición febril por censurar oponentes y castigar la disidencia. El país sigue la tendencia mundial en la que la mayoría de la gente "no tendrá nada" y dependerá de la ayuda de los políticos para educarse, comer o tener un techo donde dormir. En esta tendencia es que se inscriben todos los programas de expansión del Estado de Bienestar, desde Latinoamérica a Europa. Los demócratas están dispuestos a que esa sea también la suerte de los estadounidenses de clase media y baja. Pero esa tendencia necesita, claro está, un feroz control de lo que se dice y de lo que se publica.

Si la situación del estadounidense medio sigue deteriorándose y el impulso migratorio, en lugar de encaminarse al trabajo y al progreso de la tierra de la libertad, se dirige a la búsqueda de subsidios y al amparo del Estado, los próximos estadounidenses van a demandar socialismo. Para colmo, la agenda de decrecimiento que impide el sueño americano logrará que los estadounidenses, al igual que los latinoamericanos y los europeos, renuncien a la ambición y simplemente le pidan cada vez más al Estado paternalista. Kamala Harris ha inaugurado su campaña con una plataforma que incluye planes para una expansión masiva del poder federal, aumento de los impuestos y control de precios, nada es casual.

Pero si todo este oscuro panorama es posible, resulta en parte por la cortesía de la campaña de Trump. Así como la andanada judicial contra el expresidente potenció su figura resiliente y su fortaleza; el velo hosco y de eterno resentimiento no le suma nada a su carrera presidencial. Trump es ahora el débil de la contienda, es el viejo de la batalla. Trump es ahora el que tiene que diseñar y potenciar su legado porque no tiene reelección, Trump es ahora el que tiene que dejar de proyectar pasado. La campaña de Donald Trump debe abandonar la ira, el reprochar por lo perdido y, sobre todo, el pretender que el Estado se use para más control. Debe terminar con el "pantano", no alimentarlo ni servirse de él.

Durante las cuatro noches de la Convención Nacional Republicana se presentaron cuatro consignas muy loables: "Hagamos rico a Estados Unidos otra vez", "Hagamos seguro a Estados Unidos otra vez", "Hagamos fuerte a Estados Unidos otra vez" y "Hagamos grande a Estados Unidos otra vez". Muchos países han sido ricos, fuertes, grandes y seguros, sólo uno se erigió como el reino de la libertad, resulta increíble que los republicanos abandonen esa bandera. Trump tiene que ser el que rescate el valor de la libertad en el sueño americano. Es su prerrogativa la defensa de la libertad de expresión, de la elección escolar, de la libertad religiosa, de la libertad de comercio y empresa y del resto de las libertades que están siendo atacadas en todo el mundo.

"Todavía admiramos los rasgos que históricamente han permitido a los héroes conquistar a los adversarios".

En estos mismos instantes Gran Bretaña arresta a ciudadanos por manifestarse o escribir en las redes, en Francia arrestan al fundador de Telegram por no arrodillarse frente a las órdenes censoras de las élites, en Brasil se persigue a las personas por sus opiniones y se obliga a 𝕏 a salir del país, en Australia se persigue a las redes para que controlen la información y se encarcela a las personas por no aceptar la ideología woke, la Unión Europea crea leyes estalinistas de control de la expresión. Los ejemplos son cada vez más y más aterradores y no ocurren en dictaduras sino en los países que se suponían respetuosos de los derechos individuales. La libertad está amenazada, como hace décadas no ocurría, en el corazón de las democracias liberales del mundo.

A los demócratas les encanta hablar de libertad pero eso equivale a la simple aceptación de la lista completa de sus criterios y agenda. En la convención demócrata todos hablaron de "la lucha por nuestras libertades" pero se trataba de que los estadounidenses acepten la capitulación ante todas las causas progresistas. Trump es el que debe luchar contra la imposición de futuros confinamientos y cierres de escuelas, Trump es el que debe luchar contra las restricciones a la circulación de información, contra la imposiciones de agendas, contra los controles de precios, contra las regulaciones y contra la censura. Es hora de que Trump reaccione.

Lo que necesita EEUU no es ira ni lamento. Estos años de hegemonía cultural han enfatizado los valores de la victimización, pero las respuestas profundas de las personas hacia el liderazgo no han cambiado y la admiración y la fascinación ante las narrativas heroicas siguen siendo las que prevalecen en los corazones. Todavía admiramos los rasgos que históricamente han permitido a los héroes conquistar a los adversarios. Nos cautivan las demostraciones de coraje puro y la pulsión de libertad frente a la opresión. Ese coraje es el que mostró Trump y que emocionó al mundo el día que la bala le atravesó la oreja. Porque lo vimos desafiante y arengando a la lucha. Y la lucha más importante que debe dar Trump hoy es por la libertad. EEUU y el mundo necesitan, urgente, un coloso de la Libertad.

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