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Rogan vs Murray, la guerra civil de la derecha digital

La guerra civil desatada en el seno de la derecha entre Murray y Rogan es un evento relevante porque involucra a dos posturas que durante demasiado tiempo fingieron demencia sobre las diferencias que tarde o temprano las iban a enfrentar.

Joe Rogan Experience #2303

Joe Rogan Experience #2303YouTube/PowerfulJRE.

Una resonante, más no inesperada, controversia se ha abierto dentro del planeta de los influencers más emblemáticos de la derecha (metiendo dentro de ese conjunto a podcasters, periodistas, intelectuales y opinadores varios). Más allá de la picante coyuntura, la polémica ha develado las profundas diferencias dentro de una familia que tal vez permanecía unida sólo por conveniencia.

Ocurrió que Douglas Murray fue invitado recientemente al programa Joe Rogan Experience, el podcast más exitoso de Estados Unidos, donde los invitados hablan durante horas para millones de oyentes. En teoría fue a promocionar su último libro On Democracies and Death Cults: Israel and the Future of Civilization, pero una discusión áspera desvió toda la atención. Rogan invitó también al programa a otro podcaster, el humorista y encendido denostador del Estado de Israel, Dave Smith. El objetivo era que ambos, Douglas y Dave, confrontaran sus puntos de vista sobre las guerras de Gaza y Ucrania.

Gran parte de la conversación Murray debió dedicarla a desmentir los prejuicios de feria que Smith vuelca a cotidiano, con argumentos calcados de la narrativa de la izquierda radical antioccidental y proislamista. Las mismas consignas que esgrimen Greta Thunberg o Bernie Sanders, pero presentadas desde una simulada asepsia aislacionista. Esta comunión ideológica con el wokismo es lo que en el ecosistema político se ha dado en llamar la derecha woke.

Durante el podcast Murray logró, con holgura, desmontar las superficiales tonterías de Smith, ensambladas en los pasillos de Al Jazeera, pero en determinado momento la templanza lo abandonó… y frente a los bullies el que se enoja, pierde. Es en ese momento en donde comenzó a cuestionar la autoridad de Smith para hablar de lo que claramente desconocía y a exponer su propensión al relativismo moral que lo lleva sistemáticamente a establecer una equivalencia ética entre Estados Unidos y todos los regímenes totalitarios del mundo.

"Smith no buscaba otra cosa que la provocación a cualquier costo… y lo logró".

El ambiente se caldeó rápidamente porque Murray, incisivo, le preguntó a Rogan si no había una desproporción y un sesgo en favor de los invitados a su programa contrarios a Ucrania e Israel y destacó su tendencia a invitar, para sostener dichos sesgos, a "personas que se han autoproclamado expertos pero que no son expertos" para hablar sobre historia o geopolítica. De hecho, Murray pareció sugerir, al cuestionar la presencia de Smith, que Rogan se apalancaba en Dave Smith para que, durante su episodio, hiciera el trabajo sucio que Rogan no se atrevía a encarar, escudado en su rol de anfitrión.

Murray cuestionó a Rogan sobre si esta actitud era una buena idea y, aunque no argumentó en contra de la libertad de expresión, criticó la postura de estos personajes que enarbolan la artimaña de "solo hacer preguntas", con la que difunden libelos de sangre, leyendas negras, mentiras acerca de datos históricos y narrativas nacidas desde las usinas de Qatar e Irán. Una postura que abreva al conspiracionismo por defecto, por el conspiracionismo mismo. Murray sostuvo que la audiencia debería considerar esas opiniones especialmente con pinzas dado que no se basan en evidencia, conocimiento especializado o datos concretos.

Llegados a este punto, resulta evidente que este grupo de famosísimos influencers de la derecha digital, que han estado durante mucho tiempo luchando en la misma trinchera, han evitado aceptar que tienen poco en común fuera de esa trinchera. Han esquivado mirarse a sí mismos y han preferido fingir demencia respecto de quienes son y qué piensan realmente sus antiguos compañeros de la lucha cultural. Sólo así se explica que Murray (o personas como Jordan Peterson o Gad Saad) sigan yendo al programa de Rogan.

En defensa de los 'no expertos'

La Joe Rogan Experience expone un muy particular criterio al elegir las voces y temas para cada episodio y Murray es muy perspicaz para detectar las corrientes subyacentes en ciertos sectores de la derecha que juegan al borde del delirio místico y la apología nazi, y de cierto nihilismo paranoico cercano al antisistema sesentayochista. La razón por la que Smith y otros disfrazan los argumentos woke como la verdad revelada de la derecha es terminar convergiendo ambas corrientes, izquierda y derecha woke, hacia el dogma iliberal antioccidental.

La evidencia asiste a Murray, en particular hay dos invitados de Rogan que han generado crítica y polémica, Darryl Cooper e Ian Carroll, sobre los que vale poner atención: Cooper es un ¿narrador?, ¿opinador? que sostiene que Churchill era el villano de la Segunda Guerra Mundial y que Hitler quería la paz. Carroll es un YouTuber que propala diversas teorías antisemitas a modo de troleo y provocación. El caso de Smith es similar, se trata de un propagandista antiisraelí que trata de disfrazarse de antibelicismo. Por cierto, un antibelicismo tan infantil como profundamente ignorante de la historia y la naturaleza de la guerra, una auténtica caricatura.

Pero Murray ha pasado mucho tiempo en los frentes de guerra y desde ese lugar de experiencia defendió firmemente a Israel y criticó a Smith por comparar Gaza con campos de concentración. Con ese tipo de analogías, Smith no buscaba otra cosa que la provocación a cualquier costo… y lo logró. Rogan, a su vez, admitió que sus invitados podrían tener sesgos e ignorar la profundidad de lo que hablaban, pero rechazó la idea de que deba limitar a quién invita, afirmando que su objetivo es explorar ideas diversas, incluso si provienen de figuras controvertidas o personas excéntricas, no necesariamente expertas.

"Sugerir que sólo los argumentos de autoridad son válidos es una tontería, mucho más luego del uso y abuso que se ha hecho de la figura del experto".

Smith y Rogan tienen razón en defender el hecho de que esa nueva plaza pública, que es el formato podcast, sirva para decir cualquier cosa y que los no expertos tienen derecho a opinar sobre temas políticos sin necesitar un título académico. Habían además logrado su objetivo, enojar a Murray y atacar su argumentación a la que calificaron como un "no argumento". Rogan pareció alinearse con Smith en este intercambio, molestándose cuando Murray expresó su desconcierto por el hecho de que Smith se haya convertido en una voz prominente en el debate sobre la guerra en Gaza sin haber visitado jamás Oriente Medio.

Y si bien Murray tiene razón en que Smith podría informarse mejor conociendo la región sobre la que opina con tanta regularidad, cometió dos errores graves: sugerir que ciertas personas no deberían hablar sobre ciertas cosas y que debería haber alguna jerarquía. Claro que es buena idea visitar un lugar sobre el que se escribe, pero no es imperioso estar en una escena para entenderla, analizarla y describirla. Por cierto, Murray no ha estado en la Alemania de 1939 y sin embargo puede hablar con conocimiento de la Segunda Guerra. Vale decir, que Smith sea un improvisado no convierte a toda la gente que tiene un conocimiento producto de la experiencia indirecta en improvisada.

Murray comete un error aún más grave: creer que el mundo del podcast se rige por la búsqueda de la verdad y que todos están en la misma sintonía que él. Le falta comprender que las opiniones controversiales de los podcasters autopercibidos disidentes son simplemente narrativa sensacionalista y rancia reenvasada para encajar en el nuevo formato. El podcast no es distinto que otro soporte y los charlatanes de feria están allí como en cualquier otro lugar.

Un nuevo formato con viejos vicios: escenario de la guerra civil de la derecha

Rogan se ha convertido en un gigante mediático que ha construido su imperio apoyándose en la controversia. Parte de lo que lo ha hecho tan popular es que fue un oasis durante el bienio covídico, cuando los principales medios de comunicación se aferraron a un dogma falsario, al confinamiento totalitarista y a censurar el debate serio sobre las teorías de fugas de laboratorio o la dictadura de los pases sanitarios. Rogan permitió que voces contrarias al establishment hablaran durante muchas horas ininterrumpidas.

Los podcasts son un nuevo ágora, pero no dejan de ser una simple herramienta de entretenimiento, con las mismas virtudes y defectos que los derrotados medios tradicionales. Murray se ofusca en vano por la falta de responsabilidad de dar micrófono. Esto nos lleva al punto más amplio de su queja: que en la carrera de los podcasters por llamar la atención, se ha desdibujado la línea entre informar, tener opiniones y escandalizar. Es posible que en el formato, carente de las regulaciones de los medios tradicionales, resida una performatividad exacerbada y brutal en la que los podcasters buscan abrirse paso, desparramando los puntos de vista más delirantes.

Pero el intento de Murray de descartar estas performances alegando que no coinciden con la "opinión de los expertos" es un argumento ineficaz y, además no le hace justicia a su carrera ubicándolo como un condescendiente credencialista. Sugerir que sólo los argumentos de autoridad son válidos es una tontería, mucho más luego del uso y abuso que se ha hecho de la figura del experto en los medios masivos y de la crisis de legitimidad institucional que le pone a todos una pátina de desconfianza.

El problema no es que existan esos lugares, sino que gente informada (como el mismísimo Murray) y responsable los valide con su presencia.

Murray argumentó que la proliferación de podcasters sin credenciales está "haciendo más tontos" los debates públicos al priorizar opiniones contrarias sobre hechos verificados. Con ese argumento avivó la pelea en The New York Post en un artículo titulado Los llamados 'expertos' en la guerra entre Israel, Hamás y Ucrania arrojan información falsa en el podcast de Joe Rogan: tiene que haber un estándar, denunciando las voces "conspirativas y unilaterales" que dominan cada vez más la oferta. Por su parte, Rogan también se encargó de aguijonear aún más usando a otro comediante muletilla para trolear a Murray, Tim Dillon, que imitó burlonamente a Murray. Los contrincantes no parecen querer aplacar el fuego.

Justamente en el siguiente episodio de Joe Rogan Experience el invitado fue Jordan Peterson, quien, lejos de huir al debate, llevó la discusión sobre la derecha woke al terreno de la "psicopatología política". Peterson advirtió sobre los "psicópatas" que están tomando el control de la derecha. Peterson amplió el debate en torno al papel de Rogan como un "gatekeeper" de las periferias del debate público, dando aire a "monstruosidades psicopáticas". La crítica de Peterson es la siguiente: la derecha woke explota la emocionalidad para ganar poder, adoptando tácticas de identitarismo y victimización similares a las de la izquierda. Pero Peterson también pasa cosas por alto, porque la derecha woke no es solo un conjunto de comportamientos (como la intolerancia o el sensacionalismo), sino una cosmovisión y un enfoque epistemológico que prioriza narrativas subjetivas sobre hechos, prejuicios sobre datos.

El periodismo, la academia y la política consiguieron, gracias a la revolución digital, un soporte que redujo el coste de un gran canal de televisión. Pero el podcast no lava la manipulación, la deshonestidad o la ignorancia.

La guerra civil desatada en el seno de la derecha entre Murray y Rogan es un evento relevante porque involucra a dos posturas que durante demasiado tiempo fingieron demencia sobre las diferencias que tarde o temprano las iban a enfrentar. La cruda realidad es que Murray es un sofisticado escritor, un periodista arriesgado y un denodado defensor de Occidente, y Rogan hace un exitosísimo programa de entretenimientos amarillista, en el que usa escudos humanos con menos escrúpulos que él para difundir sus dogmas de derecha woke.

Mal que le pese a Murray, deberá hacerse a la idea de que ahora las batallas son otras, y que él y Rogan ya no comparten la misma trinchera.

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