Trump, Zelenski, Europa, Putin y los acontecimientos de Purim
El presidente estadounidense considera que ha sido Zelenski quien ha puesto trabas a su plan de paz, y ha reaccionado con medidas contundentes e inmediatas para forzarle a retirarlas. Sus esfuerzos pueden acabar salvando a Ucrania y rearmando a Europa.

Un obús ucraniano 2S7 Pion en el frente
Una semana después de la debacle del Despacho Oval, EEUU y Ucrania preparan una reunión en Riad que podría ser el preludio de las primeras negociaciones directas entre Moscú y Kiev. Así al menos lo desea Washington, que ha dejado claro que la guerra debe terminar ya y emplaza a los ucranianos a dejar para después de que se firme el acuerdo la cuestión fundamental para Kiev de las garantías de seguridad que recibirán en la posguerra.
Al menos por lo que vemos en público, este es el principal punto de desencuentro entre Washington y Kiev, que teme un nuevo ataque ruso una vez baje las armas si no se han perfilado antes mecanismos que imponer a los rusos que disuadan a Moscú de nuevas aventuras militares en Ucrania.
EEUU se ha mostrado favorable al despliegue de un contingente militar en Ucrania que garantice el cumplimiento del acuerdo que se firme. Trump dice estar convencido de la viabilidad de esta opción, aunque el Kremlin sigue repitiendo que no aceptará nada parecido, especialmente si las tropas vienen de la enemiga Europa.
Zelenski ha insistido en la posibilidad de que Turquía participe en este contingente. Aunque forman parte de la OTAN, los turcos tienen un Ejército grande, buenas relaciones con Moscú y Kiev y los arrestos de tratar a Rusia sin los miramientos que fuera de la red social X caracterizan a los europeos.
"Entre los muchos efectos positivos de la brutal honestidad de Trump podría estar un rearme en serio de Europa".
Para que se siente a negociar ya y en sus términos, EEUU está presionando a Ucrania con medidas inimaginables antes de la llegada a la Casa Blanca de Trump. Su Administración ha cortado el flujo de armamento e información de inteligencia hacia Ucrania, que verá gravemente socavada su capacidad de seguir luchando sin el apoyo clave de EEUU.
Estas decisiones confirman que Trump va en serio en su intención de poner fin cuanto antes a la guerra. Muchos consideran que a cualquier precio, pero es algo que está por ver y que sólo sabremos cuando empiecen de verdad las negociaciones. Es fácil entender la inquietud ucraniana ante esta posibilidad.
Mientras, en Europa, los principales líderes del continente y los de la UE han organizado en apenas unos días cuatro o cinco reuniones urgentes y extraordinarias sobre Ucrania, que aún no han servido para dejar claro el contingente de mantenimiento de paz que podrían aportar.
Macron declaró esta semana abierto el "debate estratégico" sobre la posibilidad de extender el paraguas nuclear francés a otros países. La misma fórmula empleada parece indicar la futilidad de la iniciativa.
Sí tiene ya forma el plan de Von der Leyen para movilizar más dinero con el que armar mejor a Europa y también a Ucrania. Von der Leyen es una de las políticas más odiadas por la derecha no domesticada, que desde ambos lados del Atlántico le ha reprochado el ardor guerrero entre acusaciones de querer extender la guerra.
Esa misma derecha aplaude con razón a Trump por haber evidenciado la impotencia europea. ¿Por qué entonces critica a Europa cuando ésta toma medidas para dejar de ser impotente? Es como reírse de un gordo porque está gordo y reprocharle que se apunte al gimnasio.
Entre los muchos efectos positivos de la brutal honestidad de Trump podría estar un rearme en serio de Europa. Lejos de ser una apuesta por la guerra es la mejor garantía a medio plazo de paz.
El futuro cercano, el deseado
¿Qué cabe esperar en los próximos días de los esfuerzos de Trump para que termine la guerra?
En el mejor de los casos, que Ucrania firme con EEUU el acuerdo para la explotación de sus minerales, la más sólida garantía de seguridad que cualquier Administración estadounidense ha ofrecido hasta ahora a Kiev y una oportunidad única para el aprovechamiento de sus recursos naturales para los ucranianos.
Que con el acuerdo firmado se consiga un alto el fuego, parcial o total. Bajar las armas da un respiro y espacio para reforzarse a los rusos, pero también a los ucranianos, que siempre pueden volver a alzarlas si Moscú rompe la tregua.
Y que, con un Trump lo más receptivo posible a las demandas de Kiev y de Europa, empiecen las negociaciones con Rusia, que retome los envíos de armamento e información de inteligencia a Ucrania y que los caramelos que le ofrezca a Moscú para volver a la normalidad y a hacer negocios y vender el acuerdo como una victoria sean suficientes para que el Kremlin acepte un Ejército ucraniano fuerte y tropas turcas y europeas como garantes de la paz para Ucrania.
Trump considera que hasta ahora ha sido Zelenski el que le ha puesto trabas a su plan de paz, y ha reaccionado con medidas contundentes e inmediatas para forzarle a retirarlas. Un Putin excesivamente exigente en sus demandas podría encontrar la misma respuesta en Trump, o al menos eso esperamos quienes celebraremos todo el proceso si de él sale una Ucrania algo más pequeña pero independiente, viable y próspera.
Para triunfar, el momento justo
Los judíos celebran la semana que viene la festividad de Purim, que conmemora los acontecimientos relatados en la Meguilá de Esther, el libro de la Biblia judía que cuenta cómo la reina judía Esther salvó a su pueblo de los planes genocidas del primer ministro Hamán. Un judío que había sabido del Holocausto que preparaba Hamán le pide a Esther que interceda ante su marido, el rey gentil Ajashverosh, para evitar el Holocausto.
Esther tiene una primera oportunidad de pedirle a su marido que mate a su primer ministro, pero no lo hace y le pide en su lugar invitarle a un banquete. En el banquete se le vuelve a presentar la oportunidad, pero Esther vuelve a desaprovecharla y pide invitar a comer a Hamán una vez más. En este segundo banquete, y a la tercera ocasión, la reina señala al malvado Hamán ante el rey, que escucha a su esposa y decide matarlo.
Dicen los sabios judíos que, en medio de la incomprensión general, Esther tenía la inspiración divina para saber cuál era el momento en que su misión podía triunfar. Los pasos de Trump con el malvado Putin recuerdan a algunos al comportamiento aparentemente errático de Esther, que invitó dos veces al malvado a cenar cuando pudo fulminar. Trump puede ser la Esther que salve a los ucranianos del Hamán Putin.
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