Venezuela también patrocina el terrorismo, incluso más que Cuba
La estabilidad y la prosperidad de la región pasa por quebrar los factores de desestabilización. Sin fondos del petróleo de sangre o el narcotráfico, Maduro se quedaría sin capacidad de chantajear y dañar el continente. Por ello, el gran paso inminente debe ser designar a Venezuela como un Estado patrocinador del terrorismo.

Nicolás Maduro habla en un mitin en Caracas en 2024
La reincorporación de Cuba a la lista de Estados patrocinadores del terrorismo por parte de Trump es una gran noticia, pero hay otros pasos que también se deben dar en esta dirección y que podrían tener un mayor impacto.
El régimen castrista de la isla lleva décadas promoviendo el crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo en el continente. Su legado es el surgimiento de las tiranías nicaragüense y, sobre todo, venezolana. No existiría la Revolución Bolivariana sin Fidel Castro. Pero hoy no existe la Revolución Cubana sin Nicolás Maduro.
Aunque la chavista es herencia de la dictadura cubana, hoy es desde Caracas desde donde se alimenta la tiranía castrista. El régimen venezolano, con su industria petrolera disminuida y su producción de cocaína, es el principal apoyo financiero, no solo de Cuba sino de todos los movimientos y fuerzas desestabilizadoras del continente.
Estados Unidos no puede considerar como prioridad su lucha contra el crimen organizado en el continente, incluir a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, pero obviar a Venezuela. Sería como considerar a Hezbollah o a Hamás enemigos, pero ignorar a Irán.
Desde sus inicios, el régimen chavista se alió con grupos terroristas en el continente. Hugo Chávez consideró esencial las relaciones con los grupos terroristas FARC y ELN, ambos inspirados por Fidel Castro. Amplios reportes, tanto de la prensa colombiana como internacional, han reseñado el apoyo logístico y armado que la tiranía venezolana presta a estos grupos insurgentes, que aún hoy continúan sembrando caos en Colombia.
Además de las FARC y el ELN, Venezuela profundizó sus lazos con el terrorismo islámico y, a cambio de apoyo financiero y logístico, Maduro le permitió a Irán entrar de lleno en el país, para utilizarlo como una base de operaciones y de coordinación del terrorismo en Latinoamérica.
Ya desde la época de Obama, Nicolás Maduro ofreció a Venezuela para insertarla en un eje compuesto por Rusia, Irán y Siria. El gran error de Obama fue jugar al apaciguamiento y, amén de lograr un acuerdo nuclear con Irán, miró a un lado e ignoró que "especialmente desde Venezuela", como se lee en un reportaje de Politico, Hezbolá exportaba cocaína a Estados Unidos.
"En Venezuela, el presidente Hugo Chávez estaba trabajando personalmente con el entonces presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, y Hezbolá, en el tráfico de droga y otras actividades para disminuir la influencia de Estados Unidos en la región", se lee en Politico.
"En pocos años, las exportaciones de cocaína de Venezuela se dispararon de 50 toneladas al año a 250, y gran parte terminaba en ciudades de Estados Unidos".
Y la situación solo ha empeorado. Además, el régimen de Venezuela, en alianza con Irán, le ha emitido pasaportes a terroristas de Hezbolá, para que puedan viajar por el continente sin levantar mucha sospecha. Aunado a ello, recientemente Nicolás Maduro instaló en Venezuela una fábrica de drones de Irán.
Con respecto al terrorismo colombiano, la situación se ha tensado particularmente en los últimos días, en gran parte gracias a que en Colombia hoy gobierna un presidente de extrema izquierda vinculado a los grupos narcotraficantes.
En el Catatumbo, una región de Colombia con suficientes hectáreas de cocaína para producir miles de millones de dólares al año, mandaba las FARC. Pero el régimen venezolano, con sus proxies del ELN y con apoyo del Gobierno colombiano, buscó desplazar al otro grupo guerrillero. El control de la región por parte de Maduro le permitiría producir suficiente dinero como para suplantar las producciones petroleras en el caso de que Estados Unidos vuelva a imponer las sanciones a PDVSA.
Dejando a un lado la presencia rusa o china, la otra gran amenaza, que también funciona como un proxy como Hezbolá de Irán, es el Tren de Aragua y el crimen organizado, como bien se reseña en una recomendada columna publicada por el venezolano Erick Suárez el pasado 9 de febrero en Visegrad24 —que se explaya sobre la necesidad de designar a Venezuela como un Estado patrocinador del terrorismo— y ha documentado el experto Joseph Humire. El régimen de Maduro funciona, en esencia, como un cartel del narcotráfico. El Estado venezolano no puede considerarse ni como un sistema autoritario normal ni como una tiranía simple. Es mucho más complejo. Sería equivalente a que el Cartel de Sinaloa mandara formalmente en México o que a Colombia hubiera llegado Pablo Escobar al poder.
En ese sentido, el régimen chavista ha utilizado al crimen organizado como un proxy y un elemento para avanzar causas geopolíticas o criminales. La fiscalía chilena, luego de una profunda investigación, acusó a Diosdado Cabello, el número dos del régimen venezolano, de estar detrás del asesinato del teniente opositor en el exilio Ronald Ojeda, utilizando precisamente al Tren de Aragua como sus ejecutores.
En Estados Unidos es claro que el Tren de Aragua ha sido enviado para desestabilizar, provocar caos y luego poder ser utilizado para adelantar negociaciones, como las que hay hoy en curso. Igualmente, la tiranía de Maduro ha instrumentalizado la migración en la región —y hoy ello le permite negociar convenientes acuerdos migratorios que utiliza como propaganda.
Frente a esta realidad, la Casa Blanca de Donald Trump podría aplicar dos aproximaciones: o intentar lo que hizo Biden, el ingenuo apaciguamiento que cree que haciendo concesiones a Maduro evitará sus consecuencias, o retomando la política de máxima presión de su primera administración que, como bien dijo el mismo presidente hace poco desde el Salón Oval, casi logra el histórico objetivo de liberar a Venezuela —y salvar al hemisferio de su gran problema.
Sería un error con consecuencias inimaginables que, amén de ciertos acuerdos, la Administración republicana presionara a Cuba, pero en cambio aplicara las inertes políticas demócratas de concesiones y apaciguamiento frente a Venezuela.
Nadie como Trump y su equipo de valientes y preclaros funcionarios entienden lo que está en juego en Venezuela. Precisamente por eso durante su primer Gobierno, Trump fue el presidente que más daño le hizo a Maduro. La estabilidad y la prosperidad de la región pasa por quebrar los factores de desestabilización. Sin fondos del petróleo de sangre o el narcotráfico, Maduro se quedaría sin capacidad de chantajear y dañar el continente. Por ello, el gran paso inminente debe ser designar a Venezuela como un Estado patrocinador del terrorismo.
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