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Trump e Israel pueden arrepentirse del acuerdo que lograron con Hamás sobre la liberación de rehenes

Las amenazas contra Hamás y sus aliados, así como la presión sobre Netanyahu, desempeñaron un papel decisivo. Sin embargo, el probable resurgimiento de un Estado terrorista creará nuevos dilemas para la alianza.

Homenaje a las víctimas del 7 de Octubre en IsraelMenahem Kahana / AFP

Para la mayoría de los partidarios de Israel, el 20 de enero —y el inicio de la segunda Administración del presidente electo Donald Trump— no llegan lo suficientemente rápido.

La debilidad del presidente Joe Biden y su política de apaciguamiento hacia Irán, así como sus políticas ambiguas y su reproche público al Estado judío, se han convertido en algo habitual desde los ataques terroristas liderados por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, que dejaron 1.200 muertos y 251 prisioneros en la Franja de Gaza. Las consecuencias de ese ataque han socavado la alianza entre los dos países en los últimos 15 meses. Los éxitos militares de las Fuerzas de Defensa de Israel contra los terroristas de Hamás en Gaza y de Hezbolá en el Líbano durante el último año fueron el resultado de la valiente decisión del primer ministro Benjamin Netanyahu de rechazar los pésimos consejos que recibía de Biden y de sus equipos de política exterior y de seguridad.

Pero parece que el primer error de política exterior de la segunda Administración de Trump pudo haber ocurrido incluso antes de su toma de posesión el lunes.

El acuerdo de liberación de rehenes y alto el fuego que se acaba de anunciar entre Israel y Hamás puede haber sido en gran medida el resultado de las amenazas directas de Trump contra los terroristas y sus aliados, sumadas a la presión ejercida sobre Netanyahu por el nuevo enviado estadounidense para Oriente Próximo, Steven Witcoff. Si, contrariamente a su historial anterior, Hamás no destruye el acuerdo en el último minuto, el presidente, tanto pasado como futuro, habrá logrado lo que quería.

Respondiendo a las amenazas

Trump ha declarado en varias ocasiones que quería la liberación de los rehenes antes de asumir el cargo, prometiendo desatar "el infierno" si eso no sucedía. Fue una advertencia directa tanto para los financiadores y facilitadores de Hamás, como Qatar e Irán, como para los propios terroristas. Pero si los informes son ciertos, también fue la dura presión que Witcoff ejerció sobre Netanyahu la que obligó al primer ministro a hacer concesiones en forma de condiciones favorables, como la retirada israelí de Gaza y la liberación masiva de terroristas encarcelados, incluidos muchos con sangre en sus manos.

Los críticos de Netanyahu tanto en su país como en el extranjero, han interpretado erróneamente su loable renuencia a llegar un acuerdo que socavara la seguridad de Israel (y que condujera a más atrocidades similares a las del 7 de octubre en el futuro) como motivada únicamente por su deseo de aferrarse al poder. Sin embargo, mientras avanzaba a pesar de la presión de Biden y el secretario de Estado Antony Blinken (y aunque parece estar recibiendo poco crédito por lo que ha logrado), Netanyahu ha vuelto a mostrar disposición a pagar un alto precio para lograr la liberación, al menos, de algunos de los israelíes que aún están bajo cautiverio de Hamás.

El principal obstáculo para un acuerdo sobre la toma de rehenes siempre ha sido Hamás. Sus líderes han saboteado repetidamente las negociaciones, a pesar de la disposición de Israel a hacer concesiones dolorosas para liberar a los hombres, mujeres y niños que fueron secuestrados en medio de la orgía palestina de asesinatos masivos, torturas, violaciones y destrucciones indiscriminada que desató la guerra actual.

A pesar del sufrimiento que Hamás impuso a su propio pueblo, las derrotas sufridas por sus fuerzas terroristas y las muertes de sus líderes, el grupo terrorista se ha negado obstinadamente a poner fin a los combates. Se han aferrado a la misma creencia que los llevó a violar la frontera de Israel hace 15 meses. Están seguros de que, tarde o temprano, Estados Unidos y una comunidad internacional hostil a Israel obligarán a Jerusalén a doblegarse ante su voluntad.

Y aunque no hay líder mundial más hostil hacia ellos o hacia su causa genocida de destruir el Estado judío que Trump, parece que ha logrado precisamente eso.

El presidente electo debe recibir algo de crédito por hablar sobre la retención de rehenes por parte de Hamás con la claridad moral que rara vez, si acaso, se escuchó de alguien en la Administración de Biden. Aunque sus legiones de detractores parecen pensar que Trump no es capaz de empatía, es evidente que le preocupa esta cuestión. Y su historial de apoyo a Israel (sin igual en ningún otro presidente estadounidense) , le ha ganado la confianza de los israelíes.

Pero por mucho que los ciudadanos israelíes y las personas decentes en todas partes del mundo se alegren si alguno de los rehenes es liberado como resultado de estas negociaciones, la motivación aquí parece ser principalmente una cuestión de imagen antes de la toma de posesión y el inicio de la segunda presidencia de Trump. Quiere una repetición del precedente de 1981, cuando el presidente Ronald Reagan asumió el cargo con el anuncio de la liberación de los rehenes estadounidenses retenidos por Irán. También quiere asumir el poder sin guerras en el Medio Oriente, o al menos con un alto el fuego en el conflicto en Gaza, para poder afirmar que fue una fuerza de paz.

No se debe desestimar este deseo como una mera consecuencia de su supuesto aislacionismo. La oposición de Trump a que Estados Unidos se vea involucrado en nuevas guerras en el Medio Oriente cuenta con el apoyo de la abrumadora mayoría del pueblo estadounidense. También es prudente, dado los desaciertos cometidos por sus predecesores, así como los desastres que se desataron bajo el mandato de Biden como resultado de su mal juicio, su inflexible deseo de repetir los errores de Barack Obama y su evidente deterioro mental.

Pero, como indican los informes sobre sus términos, es casi seguro que la presión para que se apruebe este acuerdo sobre los rehenes conduzca a un resurgimiento del control de Gaza por parte de Hamás, lo que no hará más que preparar a Jerusalén y a Washington para futuros problemas que pondrán a prueba tanto el apoyo de Trump a Israel como su encomiable preferencia por que no haya guerras.

Cálculo moral del acuerdo de rehenes

No existe un cálculo moral concluyente ni objetivo que permita a los dirigentes nacionales juzgar si las concesiones que hacen para obtener la liberación de los ciudadanos secuestrados harán más daño que bien. Además, sufren la insoportable presión que ejercen sus familias y sus partidarios entre la población y en la prensa. En el caso de Netanyahu, esto se ha visto agravado por la forma en que sus opositores políticos han secuestrado en gran medida el movimiento que pide la liberación de los rehenes.

Como he sido testigo personalmente, la retórica pronunciada en las manifestaciones semanales en la "Plaza de los Rehenes", frente al Museo de Arte de Tel Aviv, a menudo hacía que pareciera que Netanyahu era el secuestrador, y que él era el único responsable de la difícil actual y no los terroristas que los secuestraron y se han negado a liberarlos.

Además, la tradición religiosa judía que prioriza el rescate de rehenes (pidyon shvuyim) también impulsa a los gobiernos israelíes a hacer terribles acuerdos con los terroristas. Ese sentimiento ha hecho que tanto Netanyahu como sus predecesores paguen un precio tan alto por la liberación de terroristas y otras concesiones que podría decirse que contradice la ley religiosa, que prohíbe esos tratos cuando sólo pueden conducir a más secuestros, terrorismo y derramamiento de sangre.

No obstante, nadie fuera de Israel tiene el derecho de juzgar a Netanyahu por haber accedido a otro pacto dañino si esto lleva a la liberación de al menos algunas personas.

Si bien todos deberíamos alegrarnos por su liberación, nadie (y menos aún Trump y su equipo de política exterior y de seguridad) debería ser ingenuo respecto de las consecuencias del precio que Israel está pagando para supuestamente darle a su toma de posesión la imagen que él desea.

No logra alcanzar su objetivo

En primer lugar, las condiciones que supuestamente impuso Witcoff a Netanyahu, a Hamás, y a sus aliados, están muy lejos de lo que exigía Trump. No todos los rehenes serán liberados antes del 20 de enero.

Durante la primera fase del acuerdo, solo 23 de las mujeres, niños, ancianos y enfermos graves que aún están vivos serán liberados a cambio de unos 1.000 terroristas palestinos. Además, Israel se retirará parcialmente de Gaza y se comprometerá a facilitar la entrada de más ayuda humanitaria en la Franja, aunque no es seguro que la mayor parte de esa ayuda no vuelva a ser robada por Hamás u otros criminales palestinos en lugar de ir a parar a manos de los civiles. Los aproximadamente 60 rehenes restantes, que pueden o no estar vivos, solo serán liberados si se negocia un acuerdo en una segunda fase para poner fin permanente al conflicto con los cadáveres de otros que todavía están en posesión de Hamás y sólo serán entregados durante una tercera fase teórica.

¿Qué precio intentará exigir Hamas por aceptar una segunda o tercera fase? Casi con certeza será una demanda de regreso al statu quo ante del 6 de octubre de 2023, cuando el grupo islamista gobernaba Gaza como un Estado palestino independiente en todo, menos en el nombre.

Cualquiera que piense que esto no llevará a los terroristas al rearme y a la reorganización de sus fuerzas militares, que fueron destruidas durante la guerra, está soñando. Y eso asegurará un futuro en el que se espera que los israelíes regresen a una constante lluvia de cohetes y misiles desde Gaza, además de la amenaza siempre presente de ataques terroristas transfronterizos. En otras palabras, todos los sacrificios de sangre y dinero que Israel hizo para garantizar que Hamás no repitiera las atrocidades del 7 de octubre habrán sido en vano.

Esto no solo sería una tragedia para Israel, sino que pondría a Trump en una posición en la que tendría que elegir, como hizo Biden, entre apoyar sin reservas los inevitables contraataques israelíes en Gaza para intentar una vez más erradicar a Hamás o aplicar una política de presión sobre Jerusalén para que simplemente soporte el dolor del terrorismo como algo que le corresponde.

La retórica proveniente del equipo de Trump, como el candidato a Secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth , sobre el apoyo a los esfuerzos israelíes para acabar con Hamás y otros terroristas financiados por Irán, es alentadora. Y probablemente sea justo asumir que Witcoff ha asegurado a los israelíes que Trump los respaldará si, como es probable, la intransigencia de Hamás frustra la segunda fase del acuerdo. Pero si el equipo de Trump cree en una política que se opone a devolver Gaza a Hamás (y no hay razón para dudar de ello), ¿por qué Trump y Witcoff han impulsado un alto el fuego que llevará a un resultado como ese? ¿No sería mejor para Israel y Estados Unidos evitar hacer algo que vuelva a empoderar a Hamás?

¿Un error similar al de Biden?

Es posible que haya un alto el fuego en Gaza el 20 de enero, pero Trump debe entender que el precio que le está pidiendo a Israel por liberar solo algunos de los rehenes le darán a Hamás e Irán una victoria inmerecida. No se puede negar que así es como los palestinos y gran parte del mundo percibirán este acuerdo. Al hacerlo, Trump está haciendo más probable pronto se produzca otra ronda de combates brutales en la Franja, durante la cual más israelíes y palestinos morirán. Junto con eso vendrán más decisiones en las que el presidente se verá obligado a elegir entre dejar que Irán se salga con la suya por su comportamiento o conflictos armados que posiblemente involucren a las fuerzas estadounidenses.

Este es exactamente el tipo de error que Biden cometió una y otra vez, así como el tipo de metedura de pata estratégica que Trump evitó durante su primer mandato.

Los amigos de Israel y aquellos que están profundamente preocupados por el aumento del antisemitismo estadounidense que tuvo lugar durante la presidencia de Biden tienen mucho que esperar una vez que la nueva administración asuma el poder. Y hay muchas razones para creer que el primer día de Trump en el cargo firmará órdenes ejecutivas que comenzarán el esfuerzo para terminar con el reinado de la discriminación racial de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y la guerra "progresista" contra Occidente que está inextricablemente vinculada al odio hacia los judíos. Pero al comenzar su segundo mandato con un acuerdo que es un regalo para Hamás e Irán, se estará preparando para nuevos problemas debido a un error innecesario que los estadounidenses e israelíes podrían tener que pagar con sangre.

Jonathan S. Tobin es director del Jewish News Syndicate.

© JNS

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