¿Quién rechazó, realmente, la creación de un Estado palestino?
La falta de un Estado propio para el pueblo palestino no es culpa de Israel, sino de sus propios dirigentes.
Uno de los mitos más diseminados por el movimiento de protesta pro-Palestina es que Israel ha negado la condición de Estado al pueblo palestino. Por el contrario, los israelíes aceptaron su creación en los períodos de 1937-1938, 1947-1948, 1967, 2000-2001 y 2007. En cada una de aquellas ocasiones, fueron los dirigentes palestinos quienes rechazaron la solución de dos Estados, que hubiese creado un Estado palestino junto a otro habitado por judíos.
El Informe de la Comisión Peel
En 1937 -en medio de la revuelta terrorista inspirada por Hajj Amin al-Husseini, aliado de Adolf Hitler y gran muftí de Jerusalén- los británicos publicaron el Informe de la Comisión Real de Palestina (también conocida como la Comisión Peel).
La comisión recomendó un plan de partición mediante el cual resolver lo que caracterizó como un "conflicto incontenible... entre dos comunidades nacionales dentro de los estrechos límites de un pequeño país". Debido a la hostilidad y el odio generalizados de los musulmanes hacia los judíos, "la asimilación nacional entre árabes y judíos queda... descartada". Tampoco se podía esperar que estos últimos aceptaran el dominio musulmán, especialmente porque Husseini había dejado claro que, si así ocurría, la mayoría de los judíos serían trasladados fuera de Palestina. La Comisión Peel concluyó que la partición era la única solución.
El plan proponía un Estado judío en zonas en las que hubiera una clara mayoría judía. Dividido en dos secciones no contiguas, la parte norte se extendía desde Tel Aviv hasta la actual frontera con Líbano. Consistía en gran parte en una franja de 16 km de ancho desde el Mediterráneo hacia el este, hasta el final de la llanura costera, y luego una zona algo más amplia desde Haifa hasta el mar de Galilea. Una porción meridional, desconectada de la septentrional por una zona controlada por los británicos (que incluía Jerusalén), con su población mayoritariamente judía, se extendía desde el sur de Jaffa hasta el norte de Gaza.
Por otra parte, el Estado árabe propuesto era totalmente contiguo y abarcaba todo el Néguev, la Margen Occidental y la Franja de Gaza. Era varias veces mayor que el Estado judío, que habría estado poblado por 300.000 judíos y 190.000 árabes. Otros 75.000 judíos vivirían en Jerusalén, bajo control británico.
La Comisión también aludió a cómo la partición ayudaría al rescate de los judíos europeos del nazismo.
Los judíos aceptaron el plan. Mientras que los árabes lo rechazaron categóricamente, exigiendo que toda Palestina quedara bajo su dominio, y que la mayor parte de la población judía fuera "transferida" -limpiada étnicamente- fuera del territorio, porque "este país [no puede] asimilar a los judíos que hay ahora". La Comisión Peel reconoció, implícitamente, que el problema no era el deseo árabe de la autodeterminación, sino su voluntad de negársela a los judíos, de desconocerles cualquier soberanía sobre el suelo que ellos mismos habían cultivado y en el que eran una mayoría.
Los árabes de Palestina querían formar parte de Siria y ser gobernados por un monarca lejano. Simplemente no podían soportar la realidad de que los judíos habían creado para sí mismos una patria democrática de conformidad con el mandato de la Sociedad de Naciones y el derecho internacional vinculante. Aunque el rechazo de la propuesta de Peel se tradujera en la inexistencia de un Estado para los árabes, eso era preferible a permitir incluso un Estado minúsculo y no contiguo para los judíos.
Una historia de rechazos
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas también recomendaron la partición de la zona en dos estados: uno para la población judía, otro para la árabe. Una vez más, los líderes judíos dijeron que sí, mientras que los árabes dijeron que no. Los primeros declararon la creación de un Estado en la zona asignada por la ONU. Los segundos replicaron declarándoles una guerra genocida.
En cuanto Israel declaró su independencia, Egipto, Jordania, Siria, Iraq y Líbano lo invadieron, con ayuda de Arabia Saudí, Yemen y Libia. Los ejércitos árabes, asistidos por terroristas locales, decidieron destruir el nuevo país y exterminar a su población.
Tras la Guerra de los Seis Días de 1967, que se saldó con la expansión israelí por la Margen Occidental, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, Israel se mostró dispuesto a negociar territorio por paz. Sin embargo, la Liga Árabe se reunió en Jartum y emitió los famosos tres noes: no a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel y no a las negociaciones con Israel. Esto llevó al embajador israelí ante las Naciones Unidas, Abba Eban, a comentar: "Creo que estamos ante la primera guerra de la historia que termina con los vencedores pidiendo paz y los vencidos pidiendo la rendición incondicional".
Según el expresidente estadounidense Bill Clinton, los israelíes ofrecieron entre 2000 y 2001 retirarse de aproximadamente el 96% de la Margen Occidental y el 100% de la Franja a cambio del cese de hostilidades. A los palestinos se les ofrecieron grandes trozos de tierra controlados por las fuerzas israelíes a cambio de la pequeña cantidad de tierra que permanecería bajo control de Israel. El presidente de la Autoridad Palestina Yasser Arafat rechazó esa oferta y -presumiblemente para cambiar de tema y desviar la culpa- inició una ola de ataques terroristas que dejaron miles de muertos.
En 2007, el primer ministro israelí Ehud Olmert ofreció un acuerdo aún mejor. Una vez más, sus homólogos palestinos no aceptaron la oferta. Como dijo un dirigente israelí: "Los palestinos no saben aceptar un sí por respuesta".
Negar el derecho de Israel a existir
Por las razones mencionadas, es incorrecto afirmar que Israel negó la condición de Estado a los palestinos. Lo hicieron sus propios dirigentes.
Puede que estos merezcan tener un Estado pacífico, pero su reivindicación no es mayor que la de los tibetanos, los kurdos, los chechenos y otros grupos apátridas. A estos otros no se les ha ofrecido, ni una vez, la oportunidad de erigir un Estado propio. Y mucho menos la han rechazado, repetidas veces.
Nadie debería creer que ha sido Israel quien ha convertido al pueblo palestino en apátrida. Han sido los propios palestinos, a través de sus dirigentes antijudíos. Los actuales manifestantes antiisraelíes en Occidente no piden un Estado palestino que viva en paz junto a Israel. Sólo quieren acabar con su existencia, al igual que los fracasados dirigentes palestinos. Esto no ocurrirá. Y hasta que los palestinos no reconozcan este hecho, se estarán negando a sí mismos la posibilidad de poseer un Estado.