Estados Unidos debe liderar la carrera por la energía de fusión limpia
La fusión controlada podría significar un avance semejante al del fuego y la rueda. China demostró comprender las implicaciones de alcanzar primero este logro estratégico. Debemos hacer lo propio.
Como el mundo descubrió cuando Estados Unidos desplegó el poder de la energía atómica para poner fin a la Segunda Guerra Mundial, la nación que pueda manipular aquella increíble fuerza en cualquiera de sus variantes podrá dictar condiciones al resto del globo.
No es de extrañar, por tanto, que China esté dedicando recursos financieros, tecnológicos y educativos para dominar lo que comúnmente se denomina "fusión controlada". O, siendo específicos, para colocar la enorme energía que alimenta al Sol en el interior de un reactor que podría sustituir a prácticamente todas las instalaciones de combustibles fósiles del planeta, operando como un suministro virtualmente inagotable de combustible "limpio".
Desde someter a aquellas naciones enemigas que pretenden usar sus reservas de petróleo y gas para intimidar a Estados Unidos, hasta abordar las preocupaciones sobre el cambio climático, la fusión controlada podría ser un avance tan potente como el fuego y la rueda.
Los chinos han demostrado entender plenamente las implicaciones de alcanzar primero este logro estratégico.
Retomar la iniciativa en la carrera atómica
Informes del sector sugieren que China está invirtiendo miles de millones en el desarrollo de laboratorios necesarios para estudiar cómo crear una reacción de fusión controlada sostenible. No es nada fácil, ya que se requiere de un calor extremadamente alto y enormes presiones. Un reporte de la industria energética afirma:
"Están formando un creciente cuadro de científicos, con el objetivo de educar a 1.000 nuevos físicos del plasma para apoyar este programa. Este plan del Gobierno chino muestra un compromiso real con la fusión y les convierte en un posible líder en la carrera mundial hacia una tecnología de fusión viable".
Está claro que los chinos planean a largo plazo, algo que nuestro país, tradicionalmente, se rehúsa a hacer. Reportes recientes en los medios revelan que los dirigentes chinos destinaron inversiones caudalosas a especializar a un número creciente de estudiantes en matemáticas, ciencias e ingeniería. Un reportaje sugiere que las matrículas se han multiplicado más de diez veces desde el 2000, mientras que el gasto en investigación y desarrollo se ha triplicado en los últimos diez años.
En la década de 1950, los Estados Unidos creían ir viento en popa, contentos con su era de grandes coches, nuevas casas suburbanas y familias satisfechas. Había poco interés por la ciencia, las matemáticas o la ingeniería. Y entonces la Unión Soviética lanzó el primer satélite del mundo y, de repente, Estados Unidos descubrió que ocupaba un lejano segundo lugar en la carrera espacial. Nuestra primera respuesta a su logro orbital explotó en la plataforma de lanzamiento.
Pero aprendimos la lección, fuimos los primeros en alunizar. Entonces nos prometimos no abandonar nunca nuestro primer puesto en tecnología.
Corremos ahora, sin embargo, el peligro de hacerlo, ya que China sigue tratando de desbloquear la enorme energía de una reacción de fusión controlada.
La entrante Administración Trump tiene los medios -y sin duda ha demostrado tener la voluntad- para recuperar el liderazgo estadounidense en un terreno que podría determinar quién dominará el resto del siglo XXI. El momento de ganar este último capítulo de la carrera atómica mundial es ahora.