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El historial de Kamala Harris demuestra que es una marxista empedernida

Harris, como Karl Marx, considera esencial el cambio sistémico: Marx para la lucha de clases, Harris para la lucha racial.

Kamala Harris en Maryland este 12 de octubre.

Kamala Harris en Maryland este 12 de octubre - AFPAFP

¿Es Kamala Harris marxista? Cuando Donald Trump utilizó este calificativo durante el debate presidencial, rápidamente se desató una ola de censura por parte de los bien pensantes en ambas costas de los EEUU. Pese a que los medios pronto miraron para otro lado, la pregunta todavía persiste y la respuesta es demasiado importante como para seguir ignorándola.

Como coautores de nuestro nuevo libro sobe el neomarxismo titulado “Marxismo de Próxima Generación: Qué Es y Cómo Combatirlo”, y tras haber analizado al amplísima hemeroteca pública, nuestro veredicto es claro: Harris es de hecho una seguidora fiel de los dictados marxistas, tenga o no tenga carteles conmovedores de Marx, Engels, Lenin, Mao y Che en su despacho.

Ahora todos somos marxistas

Hoy en día, ser marxista ya no es una cuestión de ser miembro del Partido Comunista, sino más bien de suscribirse a un conjunto específico de ideas que forman una visión del mundo. Cuando Richard Nixon dijo en la década de los 1970s que “ahora todos somos keynesianos”, no quiso decir que él, H.R. Haldeman y los miembros de su gabinete se hubieran hecho, ni mucho menos, miembros del Grupo de Bloomsbury; sino más bien que tanto él como muchos otros responsables políticos de la época habían incorporado inconscientemente las teorías del economista John M. Keynes sobre el gasto deficitario, un alto nivel impositivo y otras prácticas del lado de la demanda a sus idearios. Fue el propio Keynes quien escribió que “las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando tienen razón como cuando no, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. De hecho, el mundo está gobernado por poco más. Los hombres prácticos, que se creen completamente exentos de cualquier influencia intelectual, suelen ser esclavos de algún economista difunto”. El keynesianismo flotaba en el aire por aquel entonces pues uno podría creer en sus recetas e implementarlas sin haber oído hablar de Lord Keynes antes.

De la misma manera que el keynesianismo fue capaz de penetrar todos los rincones del torbellino político de los años setenta, lo mismo ocurre actualmente con el marxismo. Sus mandatos flotan sutil e inevitablemente por todas partes y cualquiera puede verse comulgando con esta ideología sin haber leído ni una palabra del Das Kapital.

¿Qué dijo Marx y cómo los marxistas de hoy se hacen eco de él?

Ayuda a camuflar el marxismo el hecho de que muchas de las viejas panaceas del Manifiesto Comunista de 1848 hayan experimentado una evolución o estén suficientemente ocultas. Por ejemplo, pocos marxistas esperan ahora que el proletariado se levante en una revolución sangrienta. De hecho, la mayoría de los marxistas han abandonado al trabajador y esperan que las revoluciones se instituyan sigilosamente, asumiendo el control de las instituciones culturales y cambiando la narrativa de la sociedad.

La ideología marxista ha evolucionado con el paso de los años, y con ella la sutileza con la que los marxistas han conseguido camuflar -o incluso ocultar- muchas de las viejas panaceas del Manifiesto Comunista de 1848. Concretamente, ya pocos marxistas esperan que el proletariado se levante en una revolución sangrienta, sino que son ellos mismos quienes han abandonado al trabajador en favor de la rebelión sigilosa que buscar asumir el control de las instituciones culturales y el cambio de narrativa social como método de desestabilización social.

A pesar del cambio de estrategia que esto supuso para Occidente a mediados del siglo pasado, y después del fracaso de las revoluciones sangrientas de Alemania e Italia en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, las características más destacadas del marxismo todavía perduran. Los marxistas de hoy todavía necesitan suprimir las opiniones de quienes se oponen a transformar completamente el orden social y la familia, ese gran baluarte contra la inestabilidad, con el único objetivo de destruirla por completo, o ver severamente limitada su capacidad para criar y educar a sus hijos. Marx fue claro con esta cuestión llamando en el Manifiesto a “incursiones despóticas” cuando la gente no estuviera de acuerdo con sus mandatos y con la “abolición de la familia”.

En particular, la totalidad de la interacción humana para Karl Marx debe verse como una lucha épica entre el oprimido y su opresor, tal como escribió en la primera página del Manifiesto:

“La historia de toda sociedad hasta ahora existente es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, jefes gremiales y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos, se oponían constantemente unos a otros, libraban una lucha ininterrumpida, ora oculta, ora abierta, una lucha que cada uno podía librar, una lucha que cada vez terminó ya sea en una reconstitución revolucionaria de la sociedad en general, o en la ruina común de las clases en pugna”.

Este imperativo fue la razón de ser del marxismo de entonces, tal y como lo sigue siendo también a día de hoy. Por un lado, lo que se desprende de este punto de vista es que las fuerzas del orden, y especialmente la policía, existen para mantener esta opresión, para mantener la bota de la clase dominante en el cuello de los subyugados, por lo que es imprescindible desfinanciar a la policía, o mejor aún, disolverla. Como bien recoge el primer volumen del Kapital en 1867, el Estado “emplea a la policía para acelerar la acumulación de capital aumentando el grado de explotación del trabajo”. Más tarde, en la Crítica del Programa de Gotha de 1875, escribió que el Estado era una estructura de “despotismo militar vigilado por la policía”. Todos los marxistas desde entonces, desde Vladimir Lenin hasta Angela Davis y Patrisse Cullors, han comprendido que deshacerse de la policía es la manera más rápida de crear el caos social e imponer su plan para la revolución.

Por otro lado, una segunda creencia que se desprende de la reducción de toda actividad a una lucha maniquea es que el objetivo del choque es un cambio estructural o sistémico totalizador; “una reconstitución revolucionaria de la sociedad en general”, como lo expresa el propio Manifiesto. El proletariado, para Marx, “tiene que soportar todas las cargas de la sociedad sin disfrutar de sus ventajas” y por lo tanto tenía la “conciencia de la necesidad de una revolución fundamental, la conciencia comunista”, como escribieron él y Engels en La Ideología Alemana en 1845. Ese era el objetivo de la revolución violenta: desmantelar todo lo que estaba en su lugar. Por lo tanto, las fuerzas de toda autoridad, no sólo las fuerzas del orden, deben ser lo suficientemente debilitadas o superadas para asegurar el éxito de tal empresa.

Aunque todavía fieles a la idea revolucionaria original, la única diferencia del marxismo actual es que el lugar de la opresión ya no se sitúa en la clase económica, sino en categorías raciales y sexuales consideradas marginalizadas. Por lo tanto, es de estas categorías raciales y sexuales subordinadas de donde surgirá inevitablemente la chispa del cambio. Los marxistas fundadores de las organizaciones como Black Lives Matter (marxistas no sólo porque se llaman a sí mismos marxistas, sino porque durante años recibieron una amplia formación en marxismo, leninismo, gramscismo, etc.) buscan el cambio sistémico o total de base marxista en nombre de sus pueblos subyugados, porque existe un “racismo sistémico” innegable para ellos.

Una tercera arista que se desprende de la visión del mundo a través del prisma del opresor versus oprimido es que los ciudadanos deben ser tratados de manera diferente según su categoría. Ergo, la igualdad de derechos, consagrada en nuestros documentos fundacionales, es un anatema. Esto es, otra vez, marxismo puro. Marx fue muy claro en la Crítica de Gotha en que hombres de diferentes talentos disfrutarían de resultados diferentes, por lo que “para evitar todos estos defectos, el derecho, en lugar de ser igual, tendría que ser desigual”.

Debido al giro de la clase hacia la raza, el rechazo a la igualdad de derechos se fundamenta en términos raciales por los marxistas. Como escribió Kimberle Crenshaw, una de las fundadoras de la disciplina marxista de la Teoría Crítica de la Raza en un ensayo de 1988, “la creencia en la ceguera al color y la igualdad de protección no tiene ningún sentido en una sociedad en la que grupos identificables han sido tratados de manera diferente históricamente”, pero el objetivo sigue siendo en última instancia la supresión de la igualdad de derechos.

¿Qué dice Kamala?

La vicepresidenta Harris comparte todas estas ideas centrales en su relato. Mientras que Joe Biden simplemente aceptó el wokeism por razones cínicas, pronunciando torpemente palabras que poco entendía (George Will describió una vez los intentos de Biden de usar términos woke como “tono sordo Joe chapurreando un idioma extranjero: el lenguaje progresista”), Harris ha tenido la precisión en su ideología que le falta en sus medidas políticas. 

Esto es lo que dijo en un video que hizo en 2020, donde explica el término equidad y por qué es preferible a igualdad. Hemos mantenido sus tics lingüísticos:

“Entonces, hay una gran diferencia entre igualdad y equidad. La igualdad sugiere: ‘Oh, todos deberían recibir la misma cantidad’. El problema con eso es que no todos comienzan desde el mismo lugar. Si todos recibimos la misma cantidad, pero usted comenzó allá atrás y yo comencé aquí, podríamos obtener la misma cantidad, pero usted todavía estará muy atrás de mí. Se trata de dar a las personas los recursos y el apoyo que necesitan, para que todos puedan estar en pie de igualdad y luego competir en pie de igualdad. El trato equitativo significa que todos terminamos en el mismo lugar”.

El vídeo mostraba a dos hombres, uno blanco y otro negro, escalando una montaña: el blanco haciéndolo con facilidad y el negro luchando; promoviendo un mensaje subyacente basado en la premisa de que el gobierno y el sector privado otorguen beneficios basados en características raciales. De la misma manera, fue en 2022 cuando dijo que la ayuda después de la devastación causada por el huracán Ian debería corresponderse con las necesidades y el color de los afectados. “Son nuestras comunidades de ingresos más bajos y nuestras comunidades de color las más afectadas por estas condiciones extremas y por problemas que no son de su propia creación. Por eso tenemos que abordar esto de una manera que consista en otorgar recursos basados en la equidad”- dijo. Inequívocamente, Harris ha sido coherente en todos estos puntos como recoge esta recopilación de vídeos.

Del mismo modo, podemos decir que Harris es también una firme defensora de BLM y de su deseo de cambiar el sistema estadounidense. “Black Lives Matter ha cambiado el medio ambiente de una manera tan sustancial y hermosa”, le dijo al entrevistador Ebro Darden el 9 de junio de 2020, mientras los disturbios de George Floyd sembraban el caos en las ciudades de todo el país. "Su activismo ha permitido que las personas que están dentro del sistema, que quieren cambiarlo, no estén solas en el intento de cambiarlo". Según Harris, el valor de los líderes de BLM radica en que lograron que personas en posiciones de autoridad aceptaran el cambio sistémico que su movimiento reclamaba. Estos organizadores de BLM, dijo Harris, fueron “líderes que han obligado a la gente a comprender desde fuera el cambio que debe ocurrir en el interior, para que las personas que están en el interior puedan tener más influencia contra tantos obstáculos y status quo desde dentro; ese sistema que no quiere ver ningún cambio”.

Esta fue una observación astuta, aunque muy prolija, dado que el mayor triunfo de BLM no fue el caos que causaron en sí mismo, sino la capacidad del caos (o “activismo”, para Harris) de intimidar a nuestros guardianes culturales (directores de museos, lideres educativos, bibliotecarios, etc.) para que aceptaran que Estados Unidos está plagado de “racismo sistémico” y, por lo tanto, necesitado de un cambio.

Como ya lo fue para Marx, para Harris este cambio debe ser también sistémico: para él debido a la lucha de clases, para ella debido a la lucha racial. “Nuestro país tiene una larga historia de esclavitud, Jim Crow, linchamientos, segregación y discriminación. Las injusticias del pasado siguen vivas en nuestras instituciones hoy. Necesitamos un cambio sistémico. Los afroamericanos están hartos”, tuiteó nuevamente el 29 de mayo de 2020, en medio de la violencia.

Tan solo una semana después, Harris se dirigió al Senado para reforzar su apoyo a las actuaciones del movimiento BLM. Fue, dijo, un “movimiento liderado por personas que desde afuera podría parecer que tienen poco en común, pero que están marchando juntas para exigir el fin de la sangre negra que está manchando las aceras de nuestro país. Están marchando juntos para acercarse a la justicia, y eso me da esperanza. Realmente me da esperanza”. Simultáneamente y como era de esperar, Harris también aprovechó para pedir a los estadounidenses que contribuyeran con sus donaciones al Fondo de Libertad de Minnesota, una organización que se dedicó a pagar las fianzas de aquellos encarcelados por destrozar Minneapolis. “Si puedes, contribuye ahora al @MNFreedomFund para ayudar a pagar la fianza de quienes protestan en el terreno en Minnesota”, tuiteó pocos días después del asesinato de George Floyd, mientras la ciudad y muchas otras ardían sumidas en el caos.

Como consecuencia y aunque puede que ahora lo niegue, también ha respaldado claramente los esfuerzos de desfinanciamiento de la policía. Le dijo a un entrevistador en 2020 que “cuando hay muchas ciudades que tienen más de un tercio de su presupuesto total enfocado en la vigilancia policial, sabemos que esa no es la forma inteligente, ni la mejor, ni la correcta, de lograr la seguridad. Durante demasiado tiempo el pensamiento del status quo ha sido que se obtiene más seguridad poniendo más policías en las calles, bueno, eso está mal”.

En esta misma línea, Kamala Harris también se ha opuesto a dar a los padres la libertad de detener el adoctrinamiento de sus hijos sobre cuestiones raciales y sexuales en la escuela, diciendo lo siguiente en la Federación Estadounidense de Maestros este año en Houston: “Y mientras ustedes… enseñan a vuestros estudiantes sobre el pasado de nuestra nación, estos extremistas atacan la libertad de aprender y reconocer la verdadera y completa historia de nuestra nación, y hasta prohíben libros... Aprueban las llamadas leyes de 'No decir gay'.” Su administración atacó a los padres que protestaban ante las juntas escolares como “terroristas domésticos”.

Por último, en otro intento de evidenciar su condición marxista, Harris también ha dejado constancia de que quiere pisotear el derecho de las empresas de redes sociales a recoger diferentes puntos de vista, diciendole a Jake Tapper que “están hablando directamente con millones y millones de personas sin ningún nivel de supervisión o regulación, y esto se tiene que parar."

Es imposible afirmar de manera tajante si Harris obtuvo estas ideas de sus padres, Donald Harris y Shyamala Gopalan—ambos tan radicales que se conocieron a principios de los 60 en la misma Asociación Afroamericana en Berkeley donde también se encontraron por primera vez los fundadores de los Black Panthers, Bobby Seale y Huey Newton—aunque la historia de los llamados “bebés de pañales rojos” nos dice que la manzana nunca cae lejos del árbol. Pero lo que parece indiscutible pensar es que, de una u otra manera, Harris se ha empapado de la weltanschauung marxista y la ha abrazado hasta el punto de convertirse en parte de ella. Por lo tanto, nada impide afirmar que su perspectiva es marxista y por ende, Donald Trump tenía razón.

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